Opinión

Llegó el día

Sebastián Cisternas/Aton Chile SEBASTIAN CISTERNAS/ ATON CHILE

Una jornada sublime, donde el eco de las urnas será al final la única sentencia; un recordatorio brutal de que nada es gratis en política, y que las decisiones tienen consecuencias. En rigor, lo que viviremos el día de hoy será pedagogía pura, como son casi todas las lecciones que brinda la democracia. El maravilloso juego de la sucesión, de confirmar que, por fortuna, las mayorías y minorías son siempre provisorias.

Con todo, hay circunstancias que escapan de la norma, momentos donde la historia pareciera rozar lo escatológico. Hitos en que el tiempo se detiene para inaugurar un cambio de ciclo, redefinir las coordenadas y el curso de los acontecimientos. Eso es precisamente lo que viviremos este día: algo que en función de los vectores hasta hace no mucho todavía vigentes no era posible, pero que un sector de la sociedad terminó por viabilizar.

Desde aquel día de 2010 en que, desalojados del poder, decidieron que los veinte años de la Concertación debían ser demolidos, porque la herencia de la dictadura aparentemente seguía intacta. Michelle Bachelet fue la nave madre durante esa travesía, cuando el movimiento estudiantil irrumpe como el mesías que llevará al país a la tierra prometida de los cambios refundacionales. Terminar con “la Constitución de Pinochet”, ser la tumba del neoliberalismo, transitar de un Estado subsidiario a un Estado social de derechos universales, eran los nuevos mandamientos.

El gobierno de la Nueva Mayoría se puso manos a la obra: reforma tributaria, fin del lucro, el copago y la selección, gratuidad universitaria, desmunicipalización de los liceos fiscales, reemplazo del sistema electoral e inicio de un proceso constituyente. Cambios profundos en las reglas del juego que hicieron de ese periodo el de menor crecimiento económico desde el retorno a la democracia, y que fueron el anticipo de lo que terminaría por imponerse a partir del estallido social: la legitimización de la violencia, el intento de deponer a un gobierno escogido en las urnas, un proceso constituyente forzado por “la vía de los hechos” y todos sus corolarios. Entre ellos, el deterioro brutal del orden público, la creciente inseguridad, la multiplicación de las tomas y campamentos, el control territorial de los narcos y del crimen organizado.

En rigor, nada de lo que ha vivido el país en los últimos años es ajeno a un proceso de toma de decisiones, a un delirio colectivo, a un sueño adolescente, al intento ya enfermizo de redimir una historia sistemática de fracasos. De una generación y luego de otra, hasta llegar a la que ahora tendrá que entregarle la banda presidencial a su peor pesadilla, para irse con la cola entre las piernas, sin nueva Constitución, con más AFP, más Isapre y más Soquimich, entre muchas otras derrotas.

Hoy, al final el día, cuando todas las cuentas estén saldadas, la única pregunta que los derrotados no podrán eludir será una de las más duras de su historia: cómo logramos que esto fuera posible… Porque no era fácil.

Por Max Colodro, filósofo y analista político

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