Menos arrogancia, más empatía y soluciones ahora

Manifestantes se reúnen en Plaza Ñuñoa.
Manifestantes se reúnen en Plaza Ñuñoa.


Como "inepta" ha calificado el influyente semanario británico The Economist la respuesta del Presidente Sebastián Piñera a las manifestaciones que se han desarrollado en el país y de "divisivo" su discurso frente a la crisis.

Y aunque el primer mandatario ha tratado de hacer esfuerzos por dar señales de diálogo y de retroceso, como en el caso del pasaje del Metro, la línea argumental y discursiva del propio Presidente y los actores de gobierno, no ha ido en consonancia con la necesaria humildad que se debe mostrar en un cuadro tan radicalmente distinto a todo lo que se había enfrentado en la dinámica política del último tiempo.

La actual es, sin duda, la más grave crisis que ha enfrentado el país desde la recuperación de la democracia y eso requiere construir una lógica gubernamental distinta y respuestas inmediatas de carácter social. Las protestas que se han extendido a todo el país han dejado en evidencia que la clase política no fue capaz de entender, proyectar y considerar en sus propuestas ese malestar ciudadano que venía en desarrollo por las carencias del día a día, la necesidad de vivir endeudados y la pérdida de la confianza en canales institucionales para resolver las legítimas y urgentes demandas de la gente. Los actos de violencia y los ataques a la propiedad pública y privada -protagonizados por una minoría- no tienen justificación alguna, pero eso no puede empañar la magnitud de la protesta ciudadana que se ha expresado pacíficamente. La clase media y los sectores empobrecidos y marginales dieron un toque de alarma que no permite cuentas alegres para nadie.

Las manifestaciones, que ahora se han expandido hacia comunas y regiones de todo el país, han puesto en jaque al Presidente y a todo el gobierno, que no ha sabido, o no ha podido, reaccionar adecuadamente para garantizar gobernabilidad.

Lo acontecido en estos días deja en evidencia que hay un desafío político, social, económico y humano que la clase política debe asumir con máxima urgencia para recuperar la gobernabilidad para Chile. Lo ocurrido, demuestra que la ciudadanía desconfía de todos los políticos, que espera soluciones reales ahora, y que tanto el Congreso como el gobierno tienen la dura misión de ver cómo arreglan las cosas para el futuro cercano.

Ad portas de dos importantes reuniones internacionales a realizarse en Chile, como son la APEC en noviembre y la COP25 en diciembre, el gobierno muestra una imagen de descontrol que pone en serias dudas las garantías que puede otorgar para la seguridad de los mandatarios internacionales y delegaciones invitadas a estas citas.

La demanda implícita es encontrar fórmulas unitarias que permitan reinstalar la gobernabilidad en el país. Los contactos que comenzaron ayer en La Moneda no servirán si no se expresan en una urgente Agenda Social y en un nuevo gabinete que exprese menos arrogancia y la amplitud que se busca generar en esta nueva etapa.

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