Mi pensión por un aguinaldo



Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo

En la discusión de esta semana en el Congreso y los matinales de la TV (los dos foros públicos que tenemos para discutir políticas), la cuestión más importante era si el retiro de fondos desde las AFP debía producirse antes o después de Navidad.

No cabe sino concluir que el apoyo que han tenido los proyectos de retiro de dineros para la jubilación indica que la mayoría de los chilenos ha decidido entregar su pensión para la vejez a cambio de un aguinaldo. Hay distintas explicaciones para ese comportamiento. La primera es que la pensión que esperan recibir es muy baja y no muy distinta de la que el Estado le entregará en algún esquema de pensiones con pilar solidario. Eso ocurrió con el primer retiro y muchas personas sacaron todos sus fondos. No es el caso sin embargo de varios que realizarían este segundo retiro, que comprarían bienes de consumo que disfrutarán hoy sin preocuparse por su futura pensión. Bueno, esa es la razón por la cual los sistemas de pensiones, sin excepción, tienen contribuciones de carácter obligatorio: las personas prefieren el consumo presente al consumo futuro, especialmente si son muy jóvenes.

Si uno juzga a partir de las ventas del comercio, el comportamiento de las personas después del primer retiro, y con mayor razón lo que se espera de este segundo, luego que la gente más pobre ya retiró toda su plata, se diría que un número importante de estos chilenos no tiene realmente una urgencia de carácter alimenticio ni está desesperado, como postulan muchos parlamentarios o comunicadores. No es entonces que estemos en una situación similar a la del rey de Inglaterra Ricardo III, quién al caer de su cabalgadura en la batalla contra Enrique Tudor, desarmado en medio del campo, pronuncia la célebre frase: “Mi reino por un caballo”.

No es la supervivencia, como Ricardo III, lo que mueve a estas personas, sino su calidad de vida durante los próximos meses. A muchos nos parecerá un comportamiento miope, pero es ilustrativo de dos cuestiones que han inundado nuestro país de un tiempo a esta parte: la desconfianza acerca de la calidad de las soluciones que la política entrega a problemas como la supervivencia durante la vejez y la sensación de que simplemente una distinta distribución de la riqueza resolverá buena parte de las insatisfacciones de la mayoría con su calidad de vida. El discurso del odio de clases y el facilismo de planteamientos populistas que culpan a otros de las penurias que sufre la gente han calado hondo en el país.

Pero ni siquiera eso justifica que el Presidente Piñera, que sí está en una situación compleja como Ricardo III, entregue, cuando se necesita reactivar el país, una reforma a las pensiones que sube seis puntos el costo de contratar trabajadores, sin beneficio directo para ellos, solo para ganar algo de tiempo.

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