París en guerra

Policías resguardan el cumplimiento de la cuarentena en París. Reuters


Estamos en guerra. Cinco veces lo dijo Macron en su solemne discurso decretando la cuarentena. En la mañana siguiente los autos con patente parisina inundaban las carreteras rumbo a contaminar a los abuelos en las casas de campo. En París, una de las ciudades con más alta densidad poblacional, mantener la distancia para evitar el contagio es tan difícil como encontrar departamento. Pero como diría Jean, vecino y oscuro agente inmobiliario parisino, al menos las guerras y epidemias aumentan la oferta inmobiliaria. Pero París es París y parte de su cuento es precisamente evitar parecer alarmado. Ni por guerras ni por virus.

Dos noches antes del discurso de guerra, las calles seguían llenas y en un abarrotado bar de barrio era la noche de cánticos corsos: Abrazos y besos por doquier. Una veinteañera bailaba con un octogenario, se despidieron de gran beso ante aplausos y hurras. Sería la última noche del bar. Ahora estamos en guerra. Es necesaria una declaración jurada para salir de la casa y solo los comercios de primera necesidad pueden abrir: el bar de barrio está cerrado, pero curiosamente está abierta la chocolatería, la quesería y hasta la tienda de vinos. Es una guerra francesa.

Los barrios burgueses se ven vacíos. Los suburbios se quedan en París y las ancianas magrebíes siguen saliendo al mercado: si no murieron de un virus en su país de origen no parecen temer morir de uno en Francia. Mis vecinos parecen también haberse marchado: a Tel-Aviv, Marrakech y Tours. Es un edificio fantasma salvo por un misterioso anuncio manuscrito dejado al ingreso: ¨Queridos vecinos no duden en unirse al grupo whatsapp del edificio para sentirnos acompañados¨. La guerra parece estar por cambiar la personalidad de los franceses. Quizás ahora comenzaremos a reunirnos en el portal de nuestros departamentos a comentar la teleserie. O quizás el anuncio es una estrategia de Jean para enterarse si el virus libera algún departamento.

Macabra guerra. La palabra guerra no se dice a la ligera en Europa. Macron no solo habló de guerra sino que también suspendió las reformas que nos han costado meses de ruinosas huelgas. Inmediatamente salieron voces a acusarlo. Parece ser que para algunos, Macron tiene incluso el poder de inventarse epidemias. Y guerras. Mientras tanto, del otro lado de la Mancha unos ingleses pinchan las ruedas de nueve ambulancias en un hospital. Curiosa guerra.

En París los aplausos diarios en agradecimiento a los médicos son cada día más débiles. El tedio, las sirenas y las malas noticias no paran de aumentar. El gobierno insinúa otras seis semanas de encierro. Quizás cuando todo termine conversaré con mis vecinos desde el portal de mi departamento, les daré un gran Bonjour, Shalom y As-salam aleikom y un beso a lo Honecker-Brezhnev. Y de ahí al manicomio.

Entre tanto, me uno al whatsapp del edificio. Solo hay un mensaje. Es Jean: ¨Queridos vecinos, no duden en avisarme si se libera un departamento. ¡Pero no lo digo por el coronavirus!¨

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