Politizados y sin partidos



Por Carlos Meléndez, académico UDP y COES

Las protestas sociales del último año en Chile y en países vecinos como Colombia y Perú, renovaron el protagonismo juvenil en la agenda pública. Este sector movilizado de las nuevas generaciones muestra interés en los asuntos públicos y va más allá, involucrándose en el activismo. Abordan temas relacionados con la educación superior, el funcionamiento de la democracia, la reivindicación de derechos civiles de “mayorías” (por ejemplo, mujeres) y “minorías” (por ejemplo, étnicas), y en algunos casos, incluso las causas y consecuencias de la desigualdad social, entre otros temas. Sin embargo, en los tres países indicados esta politización es ajena a los partidos, que parecen continuar su curso hacia el naufragio. ¿Cuál es el futuro de la politización sin partidos?

Convencionalmente, el núcleo familiar ha sido el principal espacio de aprendizaje político de los miembros más jóvenes. La socialización parental ha cumplido un rol en la formación de identidades partidarias y de valores sociales. Familias con tradición por determinado partido político han transmitido el linaje, mientras dichos referentes partidarios se mantuvieron vigentes. En los últimos años, empero, estos referentes han acusado una grave crisis de prestigio. La decepción política ha llegado a las generaciones mayores, sin tradición partidaria que legar a sus hijos. ¿Qué herencia pueden ofrecer, si los partidos políticos a los que adhirieron con entusiasmo alguna vez, parecen irrelevantes hacia el futuro? Si las identidades partidarias ya no transitan generacionalmente como antaño, ¿qué estructurará la politización de las cohortes más jóvenes? Los hitos de movilización social, como los estallidos sociales -chileno, colombiano o peruano-, constituyen “efectos demostración” que influyen en la socialización política de las nuevas generaciones. El éxito de estas disrupciones en las narrativas progresistas y contestatarias del statu quo legitima la participación contenciosa y le confiere autoridad moral por sobre formas convencionales de participación, como la partidaria, que ya aparecen como extemporáneas.

Así se encamina la construcción de identidades políticas antiestablishment en reemplazo de las identidades partidarias convencionales. Sus portadores tienen un alto nivel de politización, pero que no tienden a encauzarse mediante modalidades de participación civil (ver cifras notables de ausentismo en comicios) o partidaria (por ejemplo, en elecciones primarias o internas), sino lúdicas, performativas y asimismo, episódicas y menos disciplinadas. Estamos ante formas de politización apartidaria que han identificado plenamente a sus rivales históricos -como la represión policial-, que demuestran su indocilidad con las emergentes alternativas partidarias, por muy “renovadoras” que se promuevan -trascienden al Frente Amplio chileno, al Partido Verde o al Polo en Colombia, o al Partido Morado peruano-, y que son capaces de mucho más por lo que no quieren -mantener el establishment caduco.

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