Preocupante tendencia a la baja del teletrabajo



Por Rodrigo Montero, decano de la Facultad de Administración y Negocios, Universidad Autónoma; y Natalia Bernal, economista y docente, Universidad de Chile

Las recientes cifras del INE dan cuenta de un importante y significativo retroceso en la modalidad del teletrabajo. Así, mientras que en el trimestre junio-agosto de 2020 había un 20,3% de las personas que señalaban encontrarse en dicha condición, en el trimestre mayo-julio recién pasado dicha cifra se desplomó hasta un 5% (fuente OCEC, UDP). Ahora que en el país se está retomando la discusión de la reducción de la jornada laboral -afortunadamente con un importante componente de gradualidad-, vale la pena profundizar la discusión y explorar otros arreglos laborales que permitan, por una parte, flexibilizar el mercado laboral –para lograr así un mejor match entre la demanda y la oferta de trabajo–, y por otro, promover la satisfacción (bienestar subjetivo) de los trabajadores, y, en consecuencia, su productividad.

En este contexto, el teletrabajo ofrece una interesante alternativa, puesto que permitiría a los trabajadores compatibilizar de mejor manera su vida laboral con la familiar, algo que suele ser más crítico para las mujeres. El ahorro en tiempo y dinero, por no desplazarse entre el hogar y el trabajo, también representa una clara ventaja.

Cabe señalar, no obstante, que el teletrabajo tiene características que podrían lesionar el bienestar subjetivo de las personas, como, por ejemplo, una menor interacción con los compañeros de trabajo, más dificultad para obtener reconocimiento, y un mayor agotamiento asociado a estar largas horas conectado a una pantalla. Con todo, es interesante el hallazgo de Guillaume Gueguen y Claudia Senik (”Adopting Telework. The causal impact of working from home on subjective well-being in 2020″, Paris School of Economics), quienes con datos para el Reino Unido encuentran evidencia de un efecto positivo del teletrabajo sobre la satisfacción con la vida de los trabajadores.

Variadas son las razones de porqué el teletrabajo ha ido cayendo en Chile. Una de ellas es que la presencialidad permite fomentar más y mejores vínculos no solo con los colegas, sino que con la misma empresa. Lo anterior también se relaciona con el hecho de que en virtualidad cuesta más la comunicación, el trabajo en equipo, la retroalimentación, y el ejercicio del liderazgo se vuelve más difícil. Pero también hay razones que se relacionan más con el colaborador como, por ejemplo, no contar con un espacio y condiciones adecuadas para teletrabajar desde el hogar, o bien no contar con una conectividad que permita ejercer las labores con el estándar requerido.

Todos los puntos esgrimidos ponen importantes desafíos para el gobierno y las empresas. Desde el punto de vista del Ejecutivo se podría pensar en medidas tendientes a fortalecer el teletrabajo en el sector público, y establecer incentivos para que las empresas puedan ocupar más decididamente esta modalidad de trabajo. Fortalecer la infraestructura digital de todo el territorio nacional es fundamental en este sentido. Las empresas por su parte tienen el tremendo desafío de llevar a cabo una profunda transformación de su cultura organizacional, y de una revisión de sus métricas de evaluación de desempeño que den cabida a esta modalidad.

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