
Problema de origen

La inesperada derrota de proporciones que tuvo el socialismo democrático puede tener muchas causas inmediatas, pero ellas no alcanzan a explicar la debacle. La candidata Carolina Tohá no carecía de carisma cómo se suele decir con cierta liviandad, ya Max Weber nos enseñaba que hay diversos tipos de carismas. En tiempos de dificultades para la razón democrática y de auge de los populismos, donde la decisión del voto tiende a conformarse mucho más por las emociones, identificaciones y cercanías empáticas (positivas o negativas), Carolina Tohá contaba con esas virtudes, además de liderazgo, inteligencia, y carácter para aspirar dirigir a Chile.
El error profundo, le pertenece solo en parte a ella. El resultado es la cristalización, no definitiva, porque en política no hay nada definitivo, de un proceso que viene de mucho antes y que coincide con el fin del impulso propulsivo de los gobiernos de la Concertación, que combinaron crecimiento económico, desarrollo democrático, disminución de la pobreza y la desigualdad de ingresos, movilidad social y modernización democrática.
En esos períodos, Chile salió de su medianía histórica para transformarse en un país ejemplar, creciendo muchas veces por sobre el promedio regional y mundial y donde quienes más avanzaron fue el 20% más pobre de la población. Con errores, ¡por supuesto! no se propuso tampoco hacer una revolución, ni lograr un paraíso terrenal. Se hizo de la gradualidad y de los acuerdos puntuales con la oposición un método de avance que ayudó a la realización de transformaciones indispensables. No generó el mejor de los países, pero sí uno que avanzaba relativamente bien, que construía piso a piso el edificio del progreso y lo hacía sensatamente. Los extremos no solo eran minoritarios, sino casi testimoniales.
El desarrollo mundial que acompañaba a este desarrollo nacional se volvió, con el tiempo, más áspero, más rudo y más negativo para las democracias. Con la crisis mundial de la desregulación financiera en 2009, las desigualdades crecieron en el mundo, las capas medias se sintieron defraudadas, y los soberanismos, populismos y nuevas formas de autoritarismo crecieron en medio de un desorden geopolítico que llevó al vértigo existencial de hoy.
Ese cambio afectó a Chile, pero en vez de apretar filas, en la centroizquierda siguieron el camino contrario a lo que nos había hecho avanzar, se encandilaron con un infantilismo ideologista que les despertaba nostalgias, miraban con envidia procesos populistas de países vecinos, esos mismos que sin excepción han terminado mal. Dejó de existir en la centroizquierda un proyecto colectivo, se incorporó a su proyecto el PC y subrepticiamente el FA. Se cambió el método reformador prudente por transformaciones ideologizadas y algunas pobremente concebidas. Los nuevos invitados se alzaron con el santo y la limosna y la centroizquierda acabó entrando en puntillas a un proyecto refundacional de la izquierda radical. Se abrió paso a otro Chile donde también se conformó una derecha extrema, que se construye con espíritu autoritario en nombre del orden y la seguridad.
Este es el origen de la derrota en el micro mundo de la primaria, que reforzará los niveles de polarización en un país que necesita acuerdos serios. Hará más débil la evolución del actual gobierno, reforzará, ojalá solo brevemente, a la derecha más dura y la centroizquierda derrotada será solo la guarnición en el platillo de la coalición oficialista. Del FA, guardemos silencio, no se dispara sobre una ambulancia.
La candidata vencedora, Jeanette Jara, es una persona con muchas cualidades y méritos, inteligente y de maneras amables, sería absurdo hacer de ella la imagen de un comisario bolchevique o de un fanático energúmeno como son algunos de sus correligionarios. Pero pertenece al mismo partido que sigue teniendo una doctrina que no está basada en la democracia y que no tiene hermanos democráticos en otras latitudes, ¿Qué Jeanette prevalecerá? Es muy difícil vivir en mundos contradictorios.
La izquierda democrática y el centro progresista deberían comenzar un largo camino para reconstruir su autonomía, recuperar una identidad y llevar adelante sus ideas buscando puntos de acuerdo con sus actuales aliados, pero sin ataduras. Solo así podrá tener credibilidad y lograr un apoyo más sólido.
Algo similar debería hacer la centroderecha, renunciar a encontrar virtudes en el mal que encarnó la dictadura, abrazar la democracia con fuerza para contribuir a conformar un arco democrático de adversariedad que no excluya coincidencias. Si ello no se hace el país será el perjudicado, seremos un barquichuelo sin rumbo movido por fuerzas extremas, esperando que una ola mágica que quizás nunca llegue nos lleve a tierra firme.
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