Opinión

¿Qué significan los “50 días” de Trump?

Esta fotografía, tomada al atardecer del 6 de marzo de 2025, muestra un sistema de defensa aérea Patriot instalado en el centro militar para Ucrania, en el aeropuerto de Rzeszów-Jasionka, en Jasionka, sureste de Polonia. Foto: AFP SERGEI GAPON

Cuando el Presidente Donald Trump ha dado 50 días a Rusia para poner fin a la guerra contra Ucrania —bajo amenaza de imponer sanciones a Moscú y sus socios comerciales—, el mundo escuchó una promesa. El titular fue fuerte, pero para quienes observamos esta guerra desde adentro, el fondo importa más que la forma. Y lo que se esconde detrás de la retórica es, al menos, ambiguo.

Por un lado, hay una novedad real. Trump ya no habla de “dejar que las partes negocien”, sino de castigar a Rusia por su agresión ilegal. Además, se anunció un ambicioso plan de apoyo militar, por el cual los aliados de la OTAN comprarían armas a EE.UU. para ser entregadas a Kiev. Esto, en el mejor escenario, dotaría a Ucrania de defensas críticas, como sistemas antiaéreos, misiles y artillería pesada. Pero el anuncio deja preguntas esenciales abiertas: ¿Qué armas? ¿Cuándo llegarán? ¿Quién exactamente paga? ¿Y por qué 50 días?

Por otro lado, este plazo de 50 días no se siente como una oportunidad diplomática, sino como una ventana para la nueva escalada de guerra. Rusia podría usar ese tiempo para intensificar ataques y ocupar nuevos territorios ucranianos en ese mismo plazo. Y sobre el terreno, los preparativos militares rusos —movimientos de tanques, acumulación de tropas— parecen confirmar esa lectura.

La amenaza de sanciones, por sí sola, no detendrá esa maquinaria. Moscú cuenta con aliados que ya viven bajo sanciones (como Corea del Norte) y con mercados como India y China que no han roto vínculos energéticos. Es decir, el “castigo” puede llegar tarde.

A nivel estratégico, lo más relevante no es el contenido material del anuncio, sino su narrativa. Trump ha tardado seis meses en volver al punto donde ya estaba Occidente: que sin presión sobre Moscú no hay negociación real.

Lo que sí puede cambiar el rumbo es otra cosa: velocidad. Velocidad en los envíos, en la coordinación aliada, en el cierre de brechas políticas. Trump ha reconocido, al menos implícitamente, que la guerra no terminará con palabras ni con relojes. Terminará solo con decisiones claras, firmes y a tiempo. Y por eso, el análisis no debe hacerse sólo con discursos, sino con entregas.

Por Alina Rohach, analista del Transatlantic Dialogue Center.

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