Razonamiento o racionamiento



Por Pablo Allard, decano de la Facultad de Arquitectura UDD

Al término de su gobierno, el Presidente Piñera advirtió que un tema crucial para el país sería la escasez hídrica. Inquietud confirmada por el Presidente Boric al asegurar que “no se pueden descartar racionamientos de agua, dado el nivel de la crisis hídrica que experimenta Chile, en particular en el sector oriente”.

Que el Presidente haya advertido racionamiento en el sector oriente de la capital traslada la crisis hídrica al corazón de la elite chilena; ya no se trata del lejano norte o zonas rurales como Petorca, y no lo hace como un hecho político o simbólico, sino como un acto de realismo sin precedentes.

En concreto, el servicio de agua potable que está en mayor riesgo de continuidad es el de las comunas de Lo Barnechea, Vitacura y Las Condes, que se abastecen del río Mapocho. Al tener menor caudal que el Maipo y no contar con grandes embalses, sumado a que son las comunas con mayor consumo per cápita en el país, la disposición de reservas de agua es crítica.

Muchos se preguntarán cómo llegamos a esto, o por qué no se tomaron medidas a tiempo. Lo cierto es que desde hace trece años las empresas sanitarias y el Estado vienen enfrentando el desafío con ambiciosos planes de inversión. Esta virtuosa colaboración público-privada -que erróneamente algunos constituyentes quieren nacionalizar-, ha llevado a que Chile cuente con los mejores niveles de servicio al menor costo en Latinoamérica. Pese a que los pronósticos indican que la mega sequía se mantendrá en la zona central del país durante este 2022, lo más probable es que las medidas de contingencia logren evitar el racionamiento. Para evitarlo, el MOP y las empresas sanitarias están trabajando en la duplicación de la capacidad de la planta de agua potable del Parque Padre Hurtado; el aumento de la interconexión de sistemas para traspasar agua del Maipo a las comunas que se abastecen del Mapocho, y la construcción de pozos en La Pintana. De implementarse el plan, es posible que salvemos la emergencia. Pero el problema no se resuelve solo por el lado de la oferta, es hora de atacar la demanda, y esto pasa por cambiar nuestros hábitos y estilos de vida.

Ya no basta con sacar el césped o regar de noche, cada uno puede aportar con su gota menos de consumo, y colectivamente avanzar en el diseño de edificaciones y barrios que prioricen la eficiencia hídrica, los pavimentos porosos, sistemas naturales de drenaje y paisajismo xeriscópico (especies endógenas que requieren poco riego), integrando los parques con su contexto natural. Menos de un 5% del consumo doméstico de agua se bebe o utiliza en cocina. No podemos seguir regando, llenando WC y lavando ropa con agua potable. Cada día, cientos de miles de litros de agua limpia se desperdician en el alcantarillado, lo que exige avanzar hacia una legislación que promueva el uso de aguas grises, una gobernanza a nivel de cuencas y atacar el verdadero déficit que está en el mundo rural y no urbano. La crisis climática llegó, es aquí, ahora, y ya no basta con la razón; si no queremos limitarnos a nuestra ración, debemos pasar a la acción.

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