Recalculando



Por María José Naudon, abogada

Chile resolvió su carrera presidencial el domingo pasado. Solo cuatro semanas antes el hoy presidente electo llegaba segundo y cerraba el ciclo con un discurso desintonizado con los votantes e incluso algo partisano. Pero, rápidamente recalculó la ruta. La campaña de segunda vuelta encendió la épica y ofreció una moderación calificada muchas veces de voltereta. El resultado demuestra que el desplazamiento fue creíble. El voto puede entenderse como una declaración de confianza para quien la ciudadanía cree que hará los cambios necesarios sin pagar un precio exorbitante. Visto así, ganó el Boric de la segunda vuelta. El de la primera, de más está decirlo, no habría sido capaz.

Sin embargo, quedarse en la mera descripción resultaría ingenuo y probablemente son varios los factores que potenciaron este giro. El primero es que el miedo de la derecha parece haber cedido ante los resultados parlamentarios de noviembre, mientras el mismo resultado lo activaba -aunque retóricamente revestido de “esperanza”- en la izquierda. Segundo, el liderazgo de Kast no logró cuajar en la lógica de los tiempos y su candidatura no pudo desembarazarse de la idea de retroceso. Ello permitió el surgimiento de la épica: toda epopeya necesita un enemigo inmenso al que hacer frente y éste fue capaz de movilizar votantes que habían brillado por su ausencia. Tercero, y quizá lo más importante, una vez que los candidatos abandonaron los extremos (y amainó el impulso primario de protección) la ciudadanía buscó más: sintonizar, ser vista y sentirse entendida. Buscó un modelo que admirar, alguien por quien jugársela y emocionarse. Más allá de la oferta de cambios normativos y económicos aspiró a sentirse parte de algo propio y grande. Gabriel Boric se bajó del árbol para invitar, para convocar, para cambiar y lo logró (en especial en los jóvenes).

Relatos aparte, muchas son las interrogantes que este triunfo deja. El discurso del domingo dejó ver, entre otros, que la tensión entre ambos Boric es y será la clave de su gobierno. Si prima una u otra, otro gallo puede cantar para el país.

En cualquier caso, la ruta recorrida (más allá de todas las suspicacias y la eventual volatilidad de los votantes) puede, aunque parezca contra intuitivo, servir de aprendizaje para quienes conformarán la oposición y aspiran a volver a ser gobierno. La centroderecha estará expuesta, entre otras, a buscar soluciones simples para problemas complejos y sucumbir a una doble tentación: la primera, congregarse en torno a J.A. Kast, olvidando las razones de su derrota y dejándose seducir por una votación muy considerable. De ser así, podrían repetir inexorablemente el camino de la centroizquierda y terminar por desvanecerse. La segunda (con o sin Kast), situarse en la trinchera y hacer una oposición similar a aquella que hemos visto durante este gobierno. Esta opción tendrá mucho que ver con la utilidad esperada y en esa ruta confundir plazos puede ser letal. Algunas acciones tienen grandes rendimientos en corto plazo, pero pueden ser fatales a mediano y largo.

Entonces, si se espera volver a ser gobierno habrá que resistir la tentación y combinar adecuadamente. Hay momentos en los que las estructuras no resisten y los quiebres son inevitables. Solo son capaces de navegarlas quienes tienen un genuino interés por comprender, quienes están dispuestos a un descarnado autoanálisis y quienes son capaces de ser flexibles para adaptarse (muchas veces con más olfato que claridad). Hoy la derecha no sabe bien qué debe hacer, pero aparece más claro lo que no debe hacer. Recalcular la ruta puede costar dolores de cabeza, pero habrá que hacerlo sin apuro, pues para ello hay que mirar desde arriba y ese es un proceso que requiere tiempo.

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