
Reflexiones

El último tiempo no ha sido fácil para un derechista irredento como yo, las ideas en las que creo están siendo abandonadas, desde las más fundamentales como la igualdad ante la ley y el Estado de Derecho, hasta las más propiamente políticas, como la libertad individual, la noción de un poder estatal controlado y limitado a lo mínimo necesario, la subsidiariedad, el respeto a las instituciones que aseguran el orden, pero no cualquier orden, el orden legal.
Ahora, en paralelo a una Convención Constitucional partisana y cuyos miembros mayoritariamente carecen de la formación mínima para cumplir su encargo, asume un gobierno de extrema izquierda, un gobierno de puño en alto, rémora de un pasado que creíamos haber dejado atrás, pero que vuelve con la pertinacia de una falla geológica.
Con todo, me simpatiza el Presidente Boric, he tenido la oportunidad de interactuar con él en algunas ocasiones y me ha parecido una persona abierta, con gran sentido del humor, hasta afectuosa, lo que se refleja en la relación con su familia. Siempre pone sentimiento, pero nunca resentimiento, tiene una adhesión sincera a la democracia, aunque no comparto plenamente el contenido que él parece atribuirle al concepto, su juventud es, al mismo tiempo una oportunidad y un riesgo.
Aprecio la juventud, esa etapa en que las personas tienen todo que ganar y nada que perder, por ello suelen ser más honestas, menos calculadoras, toman riesgos que los viejos dejan -dejamos- de tomar, porque ya tenemos mucho que perder y poco que ganar. Pero a esas virtudes se asocia la soberbia: “Eso tienen de bueno los jóvenes, la soberbia”, dice un diálogo notable de una película argentina. Esto se expresa en la creencia común, propia de ese periodo de la vida, que la historia comienza con ellos, que el pasado está lleno de miseria que es necesario redimir. Los jóvenes no son buenos jueces, principalmente no son buenos jueces de sí mismos.
Cuando el Presidente Boric omite en su discurso al expresidente Lagos incurre en una niñería; cuando omite figuras de derecha incurre en una pequeñez, propia de un candidato, incluso de un jefe de gobierno, pero no de un Jefe de Estado. El Presidente que va en pantalones cortos a comprar comida para llevar tiene mucho más de Jorge Alessandri que de Allende.
Es curiosa e injusta la relación de la izquierda con Lagos, reniegan de su neoliberalismo, de su gobierno apegado a la institucionalidad de la “dictadura”, lo encuentran amarillo. Pero Lagos le devolvió a la izquierda lo que Allende le quitó: la legitimidad para gobernar. Es Lagos quien demuestra que se puede ser de izquierda y adherir lealmente a las instituciones republicanas, sin Lagos no habría Boric. Pero la izquierda, y el Presidente Boric, idolatran a Allende y critican duramente a Lagos.
En fin, Chile ha tomado el camino equivocado y nada bueno hay al final de esa ruta, ojalá el Presidente Boric nos sorprenda, pero es difícil y, para ser justos, los chilenos lo eligieron para perseverar en el error.
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