Opinión

Revisión de pactos y organizaciones regionales

Es importante priorizar instancias que se han consolidado más allá de las distintas visiones ideológicas de los gobiernos de turno, y no aquellas que solo han ahondado las divisiones políticas, aumentando la burocracia regional.

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El lunes pasado el presidente electo anunció su decisión de desechar la invitación formulada por el Presidente Sebastián Piñera para acompañarlo a fines de enero a las cumbres de Prosur y la Alianza del Pacífico en Colombia. El futuro mandatario optó por restarse argumentando problemas de agenda y su deseo de priorizar la conformación de los equipos que integrarán su gobierno. Más allá de la conveniencia o no de la decisión adoptada, la controversia desatada permite revisar la pertinencia de los órganos multilaterales surgidos en los últimos años en la región y que en muchos casos más que promover una integración real y ofrecer beneficios concretos solo han aumentado la burocracia regional y ahondado las divisiones ideológicas.

En las últimas dos décadas, América Latina ha sumado al menos cinco nuevos pactos regionales, que se agregan a instancias de más larga data como la OEA o el Mercosur. Pero la mayoría de ellos han sido incapaces de consolidarse como espacios de verdadera utilidad para potenciar los intereses comunes de los países latinoamericanos y han sido más bien instancias de promoción de visiones ideológicas excluyentes. Es el caso de la hoy virtualmente desaparecida Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba), creada en 2004 por Venezuela y Cuba, o de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) impulsada por Hugo Chávez y el entonces Presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.

Tanto el Alba como Unasur surgieron para contrarrestar organizaciones como la OEA o para frenar iniciativas impulsadas por Estados Unidos, como la Alianza de Libre Comercio para las Américas, que buscaba favorecer el intercambio regional con condiciones ventajosas para los países de la región y que nunca llegó a hacerse realidad. A ello se sumó en los últimos años, y tras el evidente fracaso y cooptación ideológica de Unasur, la idea del Presidente Sebastián Piñera y sus pares de Colombia y Argentina, de crear el llamado Foro para el Progreso de América del Sur, Prosur. Pero la instancia no logró consolidarse al ser percibida como una respuesta ideológica a las otras asociaciones regionales.

Es por ello importante que el futuro gobierno evalúe la conveniencia de persistir por ese camino. Chile debe apostar por el multilateralismo, como ha insistido el presidente electo, pero también enfocar sus esfuerzos y recursos en proyectos que favorezcan una verdadera integración y no que terminen siendo solo espacios de promoción de visiones ideológicas excluyentes. En ese sentido, son positivas las señales dadas por el futuro mandatario en el sentido de “darle prioridad” a la Alianza del Pacífico, que no solo ha mostrado estar por sobre las diferencias ideológicas de los gobiernos de turno, sino que ha atraído, además, el interés de naciones como Nueva Zelandia, Australia y Canadá, que buscan ser estados asociados.

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