Opinión

“Rusofobia”

SEÑOR DIRECTOR

Con mucha sorpresa leí la noticia de que la Corporación Cultural de Las Condes suspendió las funciones de “Moscú”, obra basada en el drama “Tres Hermanas” del gran dramaturgo ruso Antón Chejov. Esta decisión se tomó “debido al conflicto que actualmente tiene lugar en Ucrania”.

Considero esta decisión muy lamentable, pues reduce el gigantesco espacio que tiene la cultura rusa en el universo cultural de la humanidad a las ambiciones mal calculadas de unos políticos de paso que nada tienen que aportar al mundo salvo las armas. Gogol, Tolstoi y Dostoievski no están combatiendo en Ucrania. ¿Qué tiene que ver Chejov con este conflicto? ¿Qué responsabilidad tienen los espectadores chilenos, castigados por la Corporación al privarlos de disfrutar esta clásica obra dramatúrgica?

Han aparecido otras noticias sobre la creciente “rusofobía” en el mundo, como aquella de la suspensión de un curso sobre Dostoievski en una universidad italiana (lo que ya fue revocado). Pero estas percepciones rusofóbicas son falsas y pasajeras. En Carnegie Hall de Nueva York siguen tocando la música de Shostakovich; en el Metropolitan Opera están presentando “Evgueny Oneguin” de Tchaikovsky, y no se dejan de escuchar las obras de Mussorgski y Rachmaninov.

Vivo en Chile por más de 25 años, enseñando historia y ciencia política en varias universidades, y nunca, ni una sola vez, me he topado con expresión rusófoba alguna, ni por parte de mis estudiantes ni de académicos. Todo lo contrario, y sobre todo desde el 24 de febrero, recibo mucho apoyo y solidaridad de mis colegas precisamente porque soy rusa; porque entienden que este conflicto en Ucrania está dirigido no solamente contra el pueblo ucraniano, sino que el ruso también.

No se puede confundir una cultura milenaria con la coyuntura política. Pertenecer a una u otra nacionalidad no puede dividir a los pueblos en “buenos” y “malos”. Los clásicos literarios o musicales no pueden ser responsabilizados por el actuar de gobiernos. No dejamos de leer a Thomas Mann ni estudiar a Heidegger en su momento por ser alemanes; ni a Rudyard Kipling, porque era británico colonialista. Chejov es uno de los dramaturgos más grandes del siglo XX, que al igual como Shakespeare, Dante o Balzac, no tienen nacionalidad. Él es de todos, del mundo entero.

Evguenia Fediakova

Investigadora docente

Instituto de Estudios Avanzados Usach

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