Sebastián Piñera

FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA


SEÑOR DIRECTOR:

La trágica partida del expresidente Piñera abrió un caudal de reflexiones que inundó su funeral de Estado.

Conocí a Sebastián Piñera en los 80, aunque mi amistad más íntima ha sido con sus hermanos Pablo y Picha, con quien trabajamos en los 90. Sin embargo, Sebastián siempre supo hacerse presente en las preocupaciones del momento, como cuando organizó apoyos desde la oposición para ayudar a sortear las dificultades del Acuerdo con la UE. Su frase: “Soledad, las grandes oportunidades en la vida no flotan en la superficie de la marea, están instaladas en el suelo marino donde pasan desapercibidas”.

Y es que si hay algo que define a Sebastián Piñera es su consistencia. Estuvo en el Caupolicán en dictadura escuchando al ex Presidente Eduardo Frei y luego votó NO a Pinochet. Hoy se recuerda con soltura, pero hay que retrotraerse a esa década para aquilatar el coraje de la decisión que le generó el encono de su propio sector. Ya en los 90 abrazó la democracia liberal e impulsó la política de los acuerdos donde siguió removiendo el tablero de las decisiones clásicas para mirar más lejos en el horizonte.

Esa mirada larga fue la que lo convirtió en el líder de derecha más relevante de los últimos 50 años, disciplinando lealtades con una vocación permanente por construir mayorías. Siempre creyó en el éxito de la Concertación y bregó por un proyecto similar desde la centroderecha con inagotable ímpetu y convicción.

Se obsesionó para el Bicentenario de la República y no hay cosa que le brindara más placer que sentarse con el adversario. Y lo hacía en su estilo, a veces criticado por el desborde de su locuacidad, pero siempre primando su pragmatismo, honestidad intelectual y claridad en perseguir resultados.

Más allá de la tristeza hoy me quedo con lo vivido en Chile. Con un Presidente Boric conmovido, un país movilizado y una civilidad aplaudida desde el extranjero. Ese antagonismo unido al dolor ha mostrado lo mejor de Chile pero también nos ha recordado que este país no puede sobrecogerse unos días para volver luego al redil de la batalla corta y estéril. De ser así nada habremos aprendido y, como en una comedia de simulaciones, la actitud republicana y el homenaje rendido habrán cedido al espejismo.

Reivindicar ese espíritu es la genuina forma de honrar al ex Presidente y también el camino para reencontrarnos en la convivencia extraviada.

Soledad Alvear

Abogada

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