Opinión

Seducción autoritaria

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Constatar el alza de la extrema derecha en el mundo, en América Latina y en nuestro país debiera traer aparejada una reflexión e investigación empírica sobre las razones de ello. De lo contrario, se corre el riesgo de quedarse en una crítica moral del fenómeno, sin reconocer las condiciones materiales sobre las cuales se instala.

Pareciera que en ciertos momentos históricos -éste, claramente, no sería el primero- se produce una seducción masiva por liderazgos y soluciones autoritarias. ¿Qué factores concurren en esas situaciones? A lo menos, los siguientes: una fuerte frustración con la política democrática y la democracia representativa; un sentido de pérdida de identidad individual y comunitaria; una sensación de inseguridad y desprotección; experiencias sociales de humillación cotidiana; la percepción -acertada o no- de la existencia de una "crisis moral" y/o de una situación de corrupción generalizada.

La combinación política y sicosocial de este tipo de variables va generando las condiciones para el surgimiento de liderazgos autoritarios y extrainstitucionales, la activación de "mecanismos de evasión" en los individuos y la generación de audiencias masivas para un discurso contra la política -la de quienes sostienen este discurso no lo sería-, que conecta con un sentido común, que señala que de la política existente y de los políticos satisfechos y sobrerremunerados no va a venir la solución a los problemas ("mañana igual tendré que trabajar"). Una exitosa resignificación de la desigualdad social y la vida precarizada reconvertida ahora en problemas de seguridad y orden público (y esa falsa asertividad que nace de hablar de las consecuencias de los problemas y no de sus causas), sumada a una cuota de nacionalismo -más retórico que real- permite que este discurso encuentre acogida en sectores de trabajadores y otros perdedores de una globalización apátrida. Una renovada oferta de identidad, que combina patria y Dios, y que actúa como una eficaz respuesta a la disolución de identidad comunitaria que genera el mercado, complementa lo anterior. Por último, no hay liderazgo y proyecto autoritario que no requiera de un enemigo interno, aquel "otro" que excita en el imaginario individual las propias frustraciones, y hacia el cual focalizar la intolerancia y la violencia. En ese repertorio aparece el inmigrante pobre, pero también el rico, apátrida (el toque populista), o quienes sustentan una "ideología de género".

Hay quienes sostienen que para detener a la extrema derecha es mejor no hablar de ella. Pero es un poco pueril pretender detener un fenómeno de esta naturaleza, simplemente no mencionándolo o hablando en voz baja de él. Por el contrario, lo mejor es tematizarlo, estudiarlo, descifrarlo. Hacer con precisión la radiografía social y cultural que lo permite es condición necesaria, aunque no suficiente, para su deconstrucción y derrota.

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