Opinión

Sin primarias la derecha entró en un laberinto previsible

Kast se lanza contra Matthei por críticas al Consejo Constitucional y acusa a alcaldesa de hablar de manera poco “seria y responsable”

Durante meses, la derecha pareció convencida de que la elección presidencial era suya. Republicanos y Chile Vamos jugueteaban con la idea de que todo se resolvería en una segunda vuelta “germano-alemana”. En su candor, proyectaban que la izquierda no tendría cómo levantar un liderazgo competitivo tras tres años de un gobierno con altos niveles de desaprobación y más de quince en que lo que ha dominado las elecciones presidenciales ha sido la alternancia.

Mientras la derecha fantaseaba, el oficialismo se alistaba para unas primarias cuesta arriba, pero ineludibles para lograr la unidad y evitar el desfonde. Sigilosamente, Jeannette Jara recorría el país, primero como ministra y luego como candidata, hablando de su gestión y de sus logros laborales y previsionales.

Así, en un ascenso meteórico de esos que se dan muy poco, Jara logró en solo dos meses pasar de un 2% de preferencias presidenciales espontáneas a asegurar un asiento en el balotaje.

La derecha, en cambio, decidió ver –y regalar– el espectáculo completo a la izquierda: debates, franja, entrevistas. Y pasó lo que tenía que pasar tras su no primaria: quedaron placé y hoy enfrentarán la primera vuelta confrontadas, mirándose con recelo, sin relato común para la segunda vuelta y con riesgo de perder la presidencial y la mayoría parlamentaria.

Es verdad: Evelyn Matthei insistió una y otra vez en juntar a Chile Vamos, Republicanos y Libertarios en una primaria común. Una que probablemente habría sido muy participativa y habría bajado la espuma a la primaria oficialista. Una primaria que perfectamente podría haber ganado Kast, pero a la que él y su partido prefirieron negarse, priorizando un enfrentamiento total entre las derechas.

No es la primera vez que la autorreferencia de Republicanos termina boicoteando al sector. Pasó en la presidencial de 2021, cuando prefirieron mantener su agenda identitaria antes que ganar; luego, con el segundo proceso constitucional, que tiraron por la borda al negarse a un texto más moderado; y ahora, con su negativa a primarias, han vuelto a cerrarle la puerta a la posibilidad de llegar con una derecha ordenada en torno a una candidatura y con amplia mayoría.

Como si no bastara, proclaman a voz en cuello que Kast ya aseguró el paso a la final –“la suerte está echada”, dijo la semana pasada Arturo Squella–. Ilusamente, además, apuestan a que podrán eliminar del debate electoral los temas valóricos porque “no importarían” frente a la inseguridad.

A estas alturas ya debieran saber que la soberbia es ciega. Tanto así, que hoy la pregunta en las derechas ya no es quién llegará primero entre Matthei y Kast, sino quién llegará segundo detrás de Jara. Pero la pregunta más lacerante debiera ser otra: ¿quién está mejor preparado para ganarle a Jara en segunda vuelta?

Ese es el laberinto en el que Jeannette Jara y el oficialismo metieron a una derecha que dio la espalda a las primarias. Y lo más revelador es que, igual que en 2021 y en 2023, todo esto era perfectamente previsible.

Por Cristián Valdivieso, director de Criteria

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