Subsidio fósil

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Por Marcelo Mena, ex ministro de Medio Ambiente.

A pesar de las importantes reducciones de contaminación atmosférica en las ciudades de Chile (entre 25 a 70%, dependiendo de la ciudad), aún se respira aire insalubre en el centro sur del país. En mayo pasado, Santiago superó la norma chilena por 28 días, mientras que, en Coyhaique, 24 de los 31 días del mes hubo alerta, preemergencia o emergencia ambiental. Si consideramos que la norma chilena permite tres veces más contaminación que la recomendada por la OMS, a diez años de su entrada en vigor, se hace urgente la necesidad de actualizarla y avanzar en la protección de la salud de las personas. La aplicación de los planes de descontaminación, entre 2013 y 2019, redujeron cerca de 470 millas urgencias respiratorias por año, prueba de que cuando bajamos la contaminación la salud mejora.

Detrás de la contaminación de invierno hay una profunda pobreza energética. La gente pasa frío. Dos tercios de las viviendas no tiene aislación térmica y uno de cada seis chilenos simplemente no tiene calefacción. En 2014 el gas licuado costaba cerca de 1000 pesos el kg., la leña, menos de $25.000 pesos x m3 y el precio del gas natural, cerca de $1000 pesos x m3. Vino el boom del petróleo y gas natural barato, pero ese precio no se reflejó en los hogares. La Fiscalía Nacional Económica ha investigado al sector que, claramente no ha hecho su parte por combatir la pobreza energética. Hoy la leña cuesta casi $50.000 (sector que urge ser regulado, por su alta informalidad), el gas licuado casi $2000 el kg. y el gas natural casi no ha cambiado su precio. La principal cuenta de los chilenos tiene muy poca regulación.

El gobierno enfrentó la crisis con un anuncio de subsidio a la parafina. Decisión compleja, pues quienes ocupan leña, pellet, gas o electricidad podrán exigir lo mismo. Según un estudio de Ministerio de Energía, sólo el 20% de los hogares de Chile (y sólo 13% de los hogares de bajos ingresos) usa parafina. Su uso deteriora la calidad de aire interior en forma significativa, a menos que se descarguen los gases de combustión al exterior. Es necesario complementar con una ampliación del Programa de Recambio de Calefactores del Ministerio de Medio Ambiente y los proyectos de Aislación Térmica de Vivienda del MINVU, que además crean empleos, ahorran combustible y descontaminan. En 2021 se vendieron casi 400 mil unidades de calefactores eléctricos por aire acondicionado, forma costo-efectiva más eficiente de calefaccionar la mayoría de las regiones de Chile. Para apalear el alza de costo de vida se necesita un subsidio directo a las personas de menores recursos, no un subsidio general a la bencina, diésel ni parafina, usadas con mayormente en los hogares de mayores recursos.

Tanto la crisis climática como la de calidad de aire requieren reducir el uso de combustibles fósiles. La forma de conciliar ambas agendas es la electrificación de la calefacción y otros usos domésticos. La energía nueva que se construya para esa demanda será renovable y más barata. Si estamos en una crisis energética por una guerra gatillada por el principal productor de combustibles fósiles, la respuesta es independizarse de ese chantaje. Eso significa acelerar el cierre de termoeléctricas partiendo por el carbón, y también alejarse del mal llamado gas natural. El actuar de esos sectores para frenar el avance de las renovables muestran que más que un puente a un futuro más limpio son una barricada contra las energías limpias. Apostemos por el futuro de Chile y dejemos de subsidiar una dependencia energética mala para nuestra salud y nuestro clima. Que la actual pobreza energética que vive el país sea reemplazada por una abundancia energética, virtuosa, renovable, local. Ese es el cambio de modelo de desarrollo que Chile necesita. El gobierno lo puede lograr y para ello debe retomar su programa y demostrar, así, que son el primer gobierno ecologista de Chile.

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