Televisión Nacional



Televisión Nacional de Chile (TVN), creada en 1964, está en medio de una crisis financiera y administrativa mayor. En 1989 se formó el Consejo Nacional de Televisión que regula la industria y, junto con ello, se permitió la existencia de canales de televisión privados con fines de lucro.

Inicialmente, en medio del auge generalizado del negocio, TVN compitió sin problemas con éstos últimos e, incluso, en 2001 logró sus mejores ratings.

No obstante, de allí en adelante empezó -con altos y bajos- su declive relativo. Tanto así que recientemente TVN requirió, para evitar su quiebra, un cuantioso aporte estatal y se vio forzada a reducir personal. Y después, por un conflicto de poderes al interior del canal, se produjo la renuncia de su presidente y de su director ejecutivo. ¿Cuál es entonces el problema de fondo del canal y cuál es su solución?

Le estamos pidiendo peras al olmo. Por un lado, le exigimos a TVN cubrir todo el territorio nacional y promover la identidad cultural del país y los valores de la democracia, de los derechos humanos, del cuidado del medio ambiente, y de la diversidad. Y, por el otro lado, el mismo canal -una empresa pública- debe autofinanciarse en competencia con canales privados, que no tienen las mismas restricciones territoriales y programáticas.

El hecho de que TVN sea una empresa pública no es menor. Está teórica y empíricamente demostrado que los administradores de firmas estatales tienden a dedicar menos esfuerzos que los óptimos a sus tareas, y que están además sujetos a múltiples trabas propias de toda burocracia estatal (Vickers y Yarrow, 1988). Esto repercute en la eficiencia de operación de las empresas que manejan y en sus resultados. El menor esfuerzo se explica porque tienen sistemas de incentivos menos atractivos que aquellos del sector privado. Si no me cree, sólo observe lo que está pasando estos días en materia de remuneraciones del sector público, en especial de aquellas de nuestras altas autoridades y parlamentarios.

Es por todo lo anterior una ilusión pretender que TVN pueda -con las debidas excepciones temporales- competir con la televisión privada sin recibir cuantiosos aportes estatales. Si eso es así, ¿no debiera desvincularse a TVN del Estado y, en vez de ella, crear una institución autónoma -probablemente adjunta al Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, y con un directorio transversal- que licite la confección de programas que estime de interés público y luego subaste su trasmisión? De esta forma se minimizarían las ineficiencias y, por la vía presupuestaria, el Congreso podría controlar oportunamente el gasto asociado a la trasmisión de aquellos programas culturales que estime deseables.

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