
Tiempos difíciles

En estos días la atención de autoridades chinas y estadounidenses está concentrada en las negociaciones sobre aranceles que iniciaron el viernes en Suiza. En ellas no tenemos nada que hacer, salvo preocuparnos de no llamarles la atención y que ojalá se olviden de nuestra existencia. Pero eso no es sinónimo de que tengamos poco que hacer. Aparte de la prudencia para cuidar nuestra autonomía, debemos preocuparnos de las consecuencias que el cambio de mundo nos provoca. Se ajustan a la baja las proyecciones de crecimiento y al alza aquellas de inflación en el mundo. Y eso sí tiene que ver con nosotros. La senda de crecimiento que todos nuestros candidatos dicen compartir adquiere ahora una urgencia mayor. Y es necesario hacerse cargo de lo que significa para el Chile de hoy.
El sector público no está en condiciones de aportar gran cantidad de recursos para el crecimiento. Es un dato, no una opción ideológica. El ministro Marcel anuncia recortes presupuestarios, la oposición pide que sean mayores y la Comisión para el Mercado Financiero es aún más drástica. Hablar de crecimiento es palabrería hueca, si no se reconoce que solo será posible si el sector privado recupera voluntad de invertir en Chile. ¡No sueñen con un Estado inversor, se lo gastaron todo! Vivimos un déficit fiscal crónico, multiplicación de la deuda pública y reformas tributarias torpes desde hace años. ¡No habrá nuevas cárceles para seguridad, tampoco hospitales, carreteras o viviendas, si no es vía concesiones! Hay que seducir inversores y expulsar a esos sembradores de desesperanzas dedicados sistemáticamente a obstaculizar nuevas iniciativas o a hostilizar emprendimientos. Hay que mejorar tributaciones y reformar el sistema político para ganar gobernabilidad. El sector público requiere cambios profundos en su gestión. Una nueva política de Recursos Humanos, superar ese anacrónico estatuto administrativo con disposiciones que vienen desde la dictadura, asegurar un servicio público de otra calidad con selección, capacitación y evaluación reales del personal; cambiar las prioridades de la educación, elevar conocimientos y estimular creatividad e innovación; disminuir decididamente el despilfarro de recursos públicos y castigar la transformación del Estado en corrupto botín político.
Quien no asuma condiciones ineludibles del crecimiento, como las aquí descritas, solo está haciendo gárgaras con él. El mundo no viene fácil y un crecimiento en torno al 2% o menos, como prevé el FMI para Chile, es incapaz de dar respuesta a necesidades sentidas de nuestra población. La política no tiene posibilidad alguna de legitimarse ante la población si no cuenta con el medio para hacer realidad anhelos de mayorías. Y este medio es, un pacto o compromiso de alianza público-privada para hacer crecer y prosperar a nuestra población en un clima mundial enrarecido.
Por Óscar Guillermo Garretón, economista
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