Opinión

Un marco sexista

Marco Enríquez-Ominami

«Había una vez tres muchachitas que fueron a la academia de Policía. Les asignaron misiones muy peligrosas. Pero yo las aparté de todo aquello y ahora trabajan para mí; mi nombre es Charlie».

Así partía la exitosa serie Los ángeles de Charlie, de finales de los 70 y principios de los 80. Jill (Farrah Fawcett), Sabrina (Kate Jackson)y Kelly (Jaclyn Smith) son el elenco original. Todas bellas, delgadísimas, muy jóvenes, y todas adoraban y obedecían a su jefe, Charlie Townsend. Nunca lo veían, solo era una voz; los televidentes lo veíamos a veces: sin cara, pero siempre con una bella joven en bikini, mientras se tomaba un trago y les daba las instrucciones por teléfono a sus “ángeles”. Ellas usaban sus encantos físicos -y también pasaban grandes peligros- para resolver los casos, mientras su jefe ni se movía de su escritorio (o de la reposera de su piscina).

Fiel reflejo de la época, la serie -por más entretenida que haya sido- puede analizarse como caso de estudio de sexismo audiovisual. La mujer como objeto, valorada por su juventud, delgadez y belleza, además de la sumisión completa a un hombre que no necesita ni siquiera identificarse, que las “salva”, cual damiselas en apuros, y que se lleva los créditos por su trabajo sin mover ni un dedo.

Marco Enríquez-Ominami trajo a los “ángeles” de vuelta. En su franja usó inteligencia artificial para transformar a tres destacadas periodistas nacionales en ellas: Mónica Rincón, Monica Pérez y Matilde Burgos; a Tomás Mosciatti lo transformó en Bosley. El video se usó para, según él, “escenificar un montaje comunicacional denominado “Operación Marco”, en el que alude a periodistas y medios que “habrían participado en la difusión de información judicial sin sustento”.

“Tomen nota, chicas”, se escucha decir a “Bosley”-Mosciatti en primer plano, pauteándolas.

Luego, ME-O utilizó extractos de entrevistas que las tres le hicieron en el pasado acerca del caso SQM (del cual fue absuelto la semana pasada). Este video se emitió durante el debate de hace una semana en Canal 13, en el que, además, MEO increpó duramente al periodista Iván Valenzuela, molesto con las preguntas que le hizo, las que tampoco contestó. Luego, en el mismo debate, sacó al pizarrón a Kast. Le recordó su mal récord en materia de igualdad de género mientras fue parlamentario. Lo calificó de “cruel con las mujeres de Chile” por oponerse a la píldora del día después. “¿Ahora estás en contra o a favor de la anticoncepción en los Cesfam?“, le preguntó. Luego, en sus redes sociales, aseguró: “Cuando tuvo poder legisló en contra de la libertad de las mujeres”.

Es relevante que a Kast -y a todas las candidaturas- se le recuerde su conducta pasada (un potente predictor de la conducta futura). Especialmente es relevante recordar aquello que el candidato Kast hoy quiere olvidar acerca de sus posturas respecto de las mujeres y sus libertades (y para qué decir el candidato Kaiser).

Pero hay que hacerlo desde un lugar de mínima coherencia.

No respetar la libertad de expresión ni el rol del periodismo, insultar a quienes le hacen preguntas que no le gustan, así como estereotipar, ofender e intentar ridiculizar a las mujeres periodistas no es aceptable. Y es algo que, desgraciadamente, se está haciendo costumbre en liderazgos de corte iliberal -y de distinto signo- en muchas partes del mundo: no sólo lo hace Donald Trump, sino que también lo hizo el expresidente Andrés Manuel López Obrador, de México, en sus famosas conferencias “mañaneras”.

Un progresista -como se define Marco Enríquez Ominami- que aspire a derrotar las ideas iliberales y misóginas mal podría tener éxito empleando armas sexistas y tóxicas.

Las tres periodistas que MEO intentó insultar no son “ángeles” ni son mandadas por ningún “Charlie”. Son periodistas destacadas, de trayectoria seria y acreditada, que estaban haciendo preguntas relevantes para un candidato presidencial envuelto en un caso de alta connotación, como fue SQM. Estaban haciendo su trabajo, ni más ni menos, que incluye hacer preguntas asertivas y fiscalizadoras a quienes quieren ocupar el sillón de O’Higgins. Personas que deben ser capaces de contestarlas sin hostilidad ni ofensas; es lo mínimo para una candidatura presidencial.

Es cierto que el marco conceptual de esta campaña 2025 ha sido pobrísimo, y el marco cívico, lamentable. Ha alcanzado puntos muy bajos, como llamar parásitos a los funcionarios públicos o atorrantes a los adversarios políticos. Usar y abusar de la imagen de mujeres periodistas, intentando dañar su credibilidad (¿o desatar una ola de trolleos y haters?) es un nuevo punto bajo, no visto antes, y que no se puede dejar pasar.

Es un marco -de fondo y de forma- sexista.

Inaceptable per se, y más aún cuando se está ante un riesgo -global y nacional- de retrocesos en los derechos de las mujeres. En su intento por desacreditar a las tres periodistas -caricaturizándolas como las detectives de antaño-, MEO ha terminado desacreditándose a sí mismo.

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