Una oportunidad para recuperar el fútbol

COLO COLO UC


La suspensión del partido entre Colo Colo y la UC parece haber provocado, por fin, una reacción decidida contra las barras bravas. La agresión a un jugador ha hecho que futbolistas y dirigentes comprendan la amenaza que representan estas bandas.

Las barras bravas son un fenómeno social. Desprovistos de otros referentes, sus integrantes han convertido su condición de hinchas en una suerte de religión por la cual algunos están dispuestos a todo. El fanatismo parecer llenar el espacio que ha quedado vacío debido a profundas carencias familiares, identitarias, económicas y sociales que es necesario estudiar y atender si se quiere abordar de verdad el asunto. En todo caso, las duras condiciones de vida de algunos miembros de las barras bravas ayudan solo a explicar, pero no a justificar, su conducta. Peor todavía, la adhesión incondicional a un club de fútbol ha sido aprovechada por narcotraficantes y otros delincuentes, que infiltran y manipulan a las hinchadas para utilizarlas como brazos armados. Las barras bravas operan con una lógica mafiosa, obteniendo beneficios (entradas, viajes, dinero, materiales de animación, acceso a jugadores y dirigentes) a través de la amenaza y la violencia.

La innegable fuerza criminal que han adquirido hace difícil que surja una voluntad decidida a reducirlas, pese a que desde hace rato hay conciencia de su efecto dañino. Además, diversos dirigentes han buscado el apoyo de las barras bravas para fortalecer su posición política al interior de los clubes y las concesionarias que los manejan.

Así, la omisión de algunos y la acción de otros han concedido a estos grupos un protagonismo indeseable en nuestros estadios, alejando de ellos a espectadores que aman el fútbol, pero arrancan del riesgo que supone asistir a recintos colonizados sin resistencia por delincuentes.

Pese a que ocasionalmente han debido pagar algunos costos por la acción de sus barristas, recién ahora los clubes comienzan a anunciar medidas severas y los futbolistas a levantar la voz. Ha tenido que producirse una agresión física contra un jugador para que empiecen a cuestionarse en serio la ambigüedad que ha caracterizado su vinculación con las barras bravas. ¿Pasarán esta vez de las palabras a las medidas concretas?

Ojalá lo hagan. El incidente del domingo y los que lo antecedieron sembraron el terreno. Sería una torpeza no aprovechar esta oportunidad.

Otros países han utilizado episodios trágicos para enfrentar con éxito este fenómeno. De su experiencia pueden sacarse lecciones. Gran Bretaña pudo erradicar a los hooligans y hoy los hinchas de ese país alientan a sus equipos, entonan cánticos, se divierten y disfrutan sin preocupaciones de un espectáculo formidable. Nosotros, los autodenominados "ingleses de Sudamérica", deberíamos imitarlos.

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