¿Y ahora que hacemos con los gobernadores?

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Por Iván Poduje, arquitecto

La bajísima participación en las primarias de gobernadores se puede explicar tanto por el desconocimiento del nuevo cargo, como porque la gente si se informó de sus escasas atribuciones y sabía que no se jugaba nada relevante. Para entender como llegamos a esto, debemos remontarnos al gobierno de la ex Presidenta Bachelet, que quería gobernadores fuertes, pero se topó con el veto de los parlamentarios que hoy andan arriba de la pelota gobernando “de facto” y que no querían un jefe regional que les hiciera sombra.

Y lo lograron. Los senadores y diputados que predicaban a favor de la descentralización pusieron tantas trabas, que el nuevo gobernador será como un león sin dientes, uñas, ni melena. Tendrá menos atribuciones que los actuales intendentes, ya que se mantendrá como jefe del gobierno regional (“GORE”), pero perderá su relación jerárquica con las policías, y no tendrá control sobre el orden público, la seguridad o el manejo de desastres naturales. Tampoco sobre las poderosas secretarías regionales ministeriales, que ahora dependerán de un delegado presidencial.

Se supone que el gobernador debiera planificar el desarrollo territorial, pero acá también existen falencias. El instrumento escogido, llamado “Plan Regional de Ordenamiento Territorial”, no será vinculante con la inversión ni con la normativa urbanística. Será solo indicativo, y para que se implemente, necesitará la venia del delegado, los ministros y los alcaldes, con sus planes reguladores que sí tienen peso normativo.

¿Entonces, que hará el gobernador? La verdad es que muy poco. La ley le permite solicitar que le traspasen competencias y recursos desde los ministerios, pero para ello necesita la aprobación del Presidente y del Consejo Regional, es decir, de quienes pierden poder al hacerlo. Pero incluso si todos piensan en Chile y no en sus intereses, el traspaso de competencias será lento, ya que la planta de los GORE es muy precaria y sería una locura entregarle servicios que funcionan, como el Metro o el Parque Metropolitano, poniendo en riesgo a millones de usuarios.

Con tantas limitaciones, lo razonable es que el nuevo gobernador se concentre en preparar a los equipos del GORE para tomar esas funciones gradualmente. Un trabajo silencioso que implica asumir la poca relevancia del cargo, lo que podría chocar con egos y ambiciones. Entonces, la película se complica, ya que los gobernadores podrían verse tentados a operar como alcaldes mayores de facto, exigiendo recursos y competencias por la tele o las redes sociales, lo que enredaría aún más las entrega de soluciones que demanda la ciudadanía. Sí, soluciones.

No más peleas entre políticos sumando otro actor más, en este caso de reparto, y con más títulos y votos que poder real, como será el nuevo gobernador regional.

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