Paula

Aprender a querer a mis parejas como quiero a mis amistades

Cuando iniciamos una relación de amistad ¿nos preguntamos cuánto tiempo va a durar o solo agradecemos que esté sin importar el futuro? O cuando nuestras amigas o amigos tienen otras amistades ¿nos sentimos desplazadas, menos importante o celosas, o sabemos que también les pueden importar otras personas? Todas estas son preguntas que la psicóloga, académica e investigadora Carolina Aspillaga ha planteado en sus talleres sobre amor y relaciones sexoafectivas. En ellos cuestiona de forma teórica y experimental el impacto de la cultura del amor romántico y reflexiona sobre nuevas formas de amar. Dentro de ellas, explica Carolina, sería un cambio interesante poder pensar las relaciones de pareja desde el mismo sentido de libertad que uno tiene con las amistades.

“Cuando una amiga o amigo orienta sus energías en otra cosa o se va lejos para cumplir un sueño, no solemos sentirnos traicionadas y no pensamos que a esa amiga o amigo no le importa nuestro vínculo. Al contrario, nos alegramos, aunque nos de pena el distanciamiento”, dice. Lo mismo ocurre, según explica, cuando una amistad piensa u opina distinto a nosotras; no nos suele molestar ni creemos que eso puede dañar nuestra relación. Es más, nos gusta que nos queramos a pesar de las diferencias.

Carolina dice que ejemplos así hay varios más, pero todos tienen que ver con lo mismo. Y es que “los mitos y las creencias que tenemos asociadas a lo que es estar en pareja le van poniendo muchas demandas a ese vínculo, como la idea de la media naranja, que finalmente lo que hace es que busquemos y le exijamos al otro que sea nuestro complemento; o el imaginario de la posesión, que está muy presente en las relaciones de pareja y que también conlleva exigencia, ya que si yo pienso que la otra u otro es mío, entonces entiendo que puedo pedirle que haga o no haga determinadas cosas o que me priorice frente a los demás”.

El problema es que esas exigencias pueden ser muy dañinas. “Cuando uno se relaciona con las amigas o amigos, lo hace desde una relación de mayor libertad porque se trata de un vínculo que no tiene tantos mandatos asociados y por tanto, podemos querer a esas personas de una forma más sana, libre, sin condiciones y expectativas”, agrega Carolina. Y aclara que esto no tiene nada que ver con la monogamia, porque se entiende que por esa razón, la base de una relación de amistad es distinta que la de pareja. “Tiene que ver con que uno espera que la pareja se comporte de determinada manera en determinados contextos; o le exigimos cierto tipo de acciones como una suerte de demostración de amor”.

De hecho, las relaciones de amistad que se catalogan como tóxicas, suelen asumir este tipo de exigencias que hemos normalizado en las relaciones de pareja. “Creo que todo redunda en el tema de la posesión. Al creer que el otro me pertenece, siento que puedo a su vez exigir y es ahí donde se puede caer en una relación más tóxica, porque está el peligro de perder la libertad y la individualidad; dejar de ser yo para complementar al otro”, explica Carolina. Y concluye: “Las expectativas en el amor y las relaciones de pareja se han ido construyendo socialmente bajo ciertos mandatos que plantean que el otro tiene que ser lo más importante en la vida de la pareja; que ambos se tienen que priorizar por sobre todas las otras cosas; que se tienen que complementar en todo. Eso hace que uno tenga muchas exigencias que, en otros vínculos igual de importantes como la amistad, no tenemos. Y es bonito hacer el ejercicio de compararlas, porque nos ayuda a comprender que a las amigas y amigos no los queremos menos por el hecho de exigirles menos”.

Más sobre:GéneroSociedad

¡Oferta especial vacaciones de invierno!

Plan digital $990/mes por 5 meses SUSCRÍBETE

Servicios