Corte radical

Cinco mujeres dejaron sus profesiones tradicionales y se entregaron por completo a su hobby de siempre: las tijeras y las brochas. De paso, han levantado una nueva generación de estilistas empresarias, con mundo y ultra cool.




CAROLA HERNÁNDEZ

Escuela punk

Aunque al salir del colegio Newland, maquillar y peinar eran dos de sus grandes pasiones, Carola Hernández (32) jamás pensó en estudiar ninguno de esos oficios. "Mi mamá era de la idea que ser peluquera era condenarse a ser pobre", dice Carola. Estudió Comunicación Social en el Instituto Mónica Herrera y, al titularse, trabajó en publicidad. Para no dejar de lado su hobby, tomó un curso de maquillaje y maquillaba para fiestas o matrimonios. En el camino, peinar o cortar el pelo de sus clientas se volvió algo natural.

Cuando su cartera de clientes en Chile sumaba cerca de 150 personas, partió a estudiar tres meses a la Escuela de Peluquería Aires, en Madrid. Y al mismo tiempo trabajó, primero en un salón y luego en el Tattoo Center, un edificio dividido en especialidades: piercings, extensiones, cortes punkies y peinados rastas, además de los servicios tradicionales. "Entré de suche, barriendo el piso, y terminé cortando el pelo y aprendiendo muchísimo, porque podía experimentar", dice.

De vuelta en Chile, junto a su amiga y hoy socia, Gloria Montalvo, abrió en 2006 Mi Lady Señorita (Manquehue Norte 1919, Vitacura, fonos 717 0415 y 823 5320), una de las peluquerías más taquilleras de Santiago. "Mis clientas confían ciento por ciento en quienes las atienden. Buenos peluqueros puedes encontrar en todos lados; la gracia es que uno sepa interpretar lo que le piden", dice.

MARGARITA DE LA CERDA

De las manos a la cabeza

Al poco tiempo de comenzar a trabajar en una agencia de publicidad, Margarita de la Cerda (30), productora de eventos, se dio cuenta de que ese ritmo de vida no se ajustaba a lo que necesitaba. Era mamá y nunca sabía a qué hora su trabajo la dejaría volver a la casa. Entonces, ella y una amiga, la relacionadora pública Marcela Bravo, decidieron armar un proyecto que las apasionara, les diera dinero y más tiempo.

En 2005 montaron un pequeño salón de manos y pies en Lo Barnechea y lo llamaron De Manos y Pies (El Rodeo 13.129, locs 105 y 106, fono 494 5213). Tomaron clases particulares de manicure para entender el negocio y contrataron a siete chicas y las capacitaron. Con la asesoría de una diseñadora habilitaron el local, una especie de living ultra acogedor.

Ya imbuidas en el tema, las socias dejaron el negocio andando y partieron, por razones familiares, a vivir al extranjero. En Madrid, Marcela se especializó en maquillaje y, en Sydney, Margarita tomó clases de Maquillaje y Peinado, y descubrió su nueva pasión: el pelo y los cortes. De vuelta en Chile, Margarita estudia Peluquería en la escuela Pivot Point, una de las mejores, según los entendidos. "Me impacta cómo, para muchos, todavía es mal visto dedicarse a esto", dice. Con planes de partir a especializarse en corte a Australia o Argentina, por estos días, en su centro, Margarita ofrece a sus clientas cortes a $ 1.000 para ejercitar su pasión.

SYLVIA SANTOS

Ojo de empresaria

Se convenció de que si contaba con tres factores –buenos peluqueros, buen lugar y buena atención– una peluquería sería un negocio seguro. Así, Sylvia Santos (30), ingeniera comercial de la Universidad Católica, arriesgó su establecida carrera como empresaria en el rubro de los jabones artesanales y, después de vivir siete años en Estados Unidos, donde había montado su negocio, regresó a Chile con un objetivo: instalar una peluquería. Reclutó a peluqueros jóvenes y talentosos y abrió el negocio en una casa ubicada detrás de la iglesia de Los Castaños, en Vitacura.

Con la asesoría de una arquitecta habilitó el espacio y hace ocho meses inauguró La Bonita (Nicolás Gogol 1669, Vitacura, fono 212 2007, www.labonita.cl). Todos los servicios se realizan con productos profesionales y Silvia dice que mantiene la fidelidad de su equipo con buenos sueldos. Y, para compenetrarse por completo con el negocio, desde marzo de este año estudia Peluquería en la escuela chilena Pivot Point. "La belleza es una necesidad y cada día está rodeada de menos prejuicios. Lo importante es que a partir de esa pasión uno sepa generar un proyecto propio que dure", dice. El proyecto de Sylvia ha tomado tal fuerza que por estos días busca un nuevo local para funcionar en un espacio más grande.

ANDREA SILVA

La peluquera antisalones

andrea.jpg
Andrea

Estudio Jacarandá, una peluquería que abrió hace poco más de cuatro meses en Alonso de Córdova, era hace algunos años un proyecto impensando para la publicista Andrea Silva. Su

amor por las tijeras comenzó como el de muchas: de adolescente se hizo famosa entre sus compañeras del colegio La Maisonette por dominar el arte de los cortes y luego, en la universidad, al atender en su casa a hombres y mujeres por igual.

Cansada del ritmo agotador de su trabajo como publicista, Andrea pulió su don tomando cursos de Peluquería en Buenos Aires, donde aprendió técnicas de corte y tintura. Pasaron dos años, hasta que volvió a Chile y retomó sus contactos. Iba a domicilio a atender a sus clientas. Tenía una maleta con todos sus implementos y un lavapelo portátil. Y, aunque era insostenible mantener el negocio así, se negaba a abrir una peluquería.

"Detesto el concepto de peluquero estrella. Pensaba que entrar en ese circuito era como volver a la rutina de mi trabajo en el mundo de la publicidad, que es muy competitivo", comenta. Pero le iba tan bien, que finalmente buscó un lugar parecido al living de una casa donde atiende a sus clientas con la ayuda de un pequeño equipo. Así nació Estudio Jacarandá (fono 09-9739 7277), espacio que funciona sólo con reserva de hora por teléfono, sin publicidad de por medio y que, a sólo cuatro meses de abrir, tiene la agenda llena.

MINATA RODRÍGUEZ

De periodista a estilista

Alumna hasta entonces del colegio Los Andes, en tercero medio Minata Rodríguez (34) partió con sus padres diplomáticos a vivir a Japón, y luego pasó algunas temporadas en Indonesia y Singapur. Allá se le abrió un mundo nuevo, donde la belleza no estaba asociada a la piel bronceada, sino al culto por el cutis blanco y sin manchas; al look femenino más que sexy. "Me fasciné con la enorme cantidad de productos asociados a este culto de la belleza. Las orientales se maquillan con un look natural, para potenciar sus rasgos", comenta.

Volvió a Chile en 1994, estudió Periodismo en la Universidad Católica y trabajó en distintos medios. Por esos días uno de sus sueños era ser madre y la dificultad para lograrlo la llevó a caer en una crisis existencial. Pensó que tal vez el problema era el estrés. Renunció a su trabajo de periodista y se fue un mes a Buenos Aires a estudiar Maquillaje, un hobby que siempre tuvo ahí, latente.

Tomó clases particulares con profesores de tres escuelas: Luz Olivieri, Lanusse-Matarazzo MakeUp Studio y Clara Mihanovich. De vuelta en Santiago, trabajó como asistente de producción y maquilladora en producciones editoriales y publicitarias, mientras maquillaba a novias a domicilio. Un año después, en 2004, inauguró Minata MakeUp Studio (Eduardo Marquina 3937, of 1204, fono 953 5721, www.minata.cl), el primero de su tipo en Santiago.

"Muchos no podían entender por qué abandonaba el periodismo por algo que veían como sinónimo de inestabilidad", dice. Pero ella le dio una mirada empresarial a su nuevo oficio. Partió dictando cursos de automaquillaje y hoy ha ampliado sus servicios: clases de Maquillaje Profesional, Cosmetología, Maquillaje para Adolescentes y de Época (por ejemplo, tipo Twiggy en los años 60). Ahora que espera su tercera guagua, se asoció con la productora Paula Salinas para crear Minata Style, donde prestan asesoría de imagen a empresas como Lan, Help y Cartier en vestuario y maquillaje.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.