Cuarentena en Magallanes: Cómo es la vida de las mujeres que viven la pandemia en la región más austral
En medio de su segunda cuarentena, mujeres de Magallanes relatan lo difícil que se les está haciendo enfrentar los largos días de encierro.

Cuando la técnico en enfermería Gabriela Silva Canales (30) llegó a Punta Arenas en febrero, con su marido y sus dos hijas de 1 y 7 años, pensó que sería una experiencia familiar enriquecedora y llena de nuevas aventuras. Pero cuando en marzo se anunció la primera cuarentena por la pandemia del coronavirus, sus planes se vinieron a pique.
Actualmente, Punta Arenas vive una segunda cuarentena que lleva ocho semanas, y con un toque de queda que empieza a las ocho de la tarde. “He estado muy deprimida, muy llorona, porque es frustrante vivir esta situación lejos de la familia”, cuenta sobre la experiencia, que en su caso se ha intensificado porque el resto de su grupo familiar vive en Viña del Mar, a miles de kilómetros de distancia.
“Para mi hija de siete años ha sido súper desagradable estar encerrada, no conoce a sus compañeras de curso porque alcanzó a compartir con ellas una semana y han interactuado solamente a través de clases virtuales. Lamentablemente no ha podido tener una vida de niña normal”.
Verónica Larraín (56) también llegó hace poco a Punta Arenas, pero su situación es distinta: se fue a mediados del año pasado a trabajar en la Fiscalía Regional, dejando a su marido y sus dos hijos adultos viviendo en Santiago con sus respectivos trabajos. Pese a la distancia, habían armado un sistema en el que uno de ellos viajaba a acompañarla casi semanalmente, y ella también volvía cada tres meses a controlar un cáncer de mama que tuvo hace un tiempo.
Pero con el Covid-19 y las restricciones todo cambió, y actualmente se encuentra sola en la ciudad austral. “Lo más difícil ha sido estar lejos de mi familia. Aunque en mi trabajo se me considera grupo de riesgo por la enfermedad que tuve, y aunque en teoría tengo todos los medios para teletrabajar, hay cosas que se tienen que hacer de manera presencial entonces lo que hicimos fue coordinar que cuando me tocara ir mí, fuera la menor cantidad de gente posible a la oficina”.
Así como varios pacientes oncológicos, Verónica ha tenido problemas para realizar sus controles y conseguir remedios que en zonas más aisladas resultan escasos. “Los chequeos que me hacía cada tres meses en Santiago se tuvieron que aplazar, y recién en septiembre viajé porque ya no podía seguir corriéndolos”
Paulina Jaque (37) solo hizo cuarentena cuando dio positivo en un PCR. La periodista que trabaja en la Seremi de Salud, hasta hace un mes estuvo desempeñándose en el único hospital regional. “Desde el inicio de la pandemia he trabajado todos los días presencialmente. Soy mamá sola de una niñita de 4 años y ha sido difícil porque no hay colegio y es complejo dejarla con un cuidador que no sabes dónde ha estado. Yo tengo el apoyo de mis padres que la cuidan, pero ha sido muy desgastante para ellos porque aunque se porta bien, la cuidan hasta las seis de la tarde y mi mamá también se hace cargo de mi abuela de 100 años”, cuenta.
Según lo que ve en las calles y en su trabajo, en Punta Arenas hay un cansancio generalizado por esta segunda cuarentena. “El invierno fue duro, pero esos meses no tuvimos cuarentena y podíamos salir. Si bien nadie se aglomeraba en lugares cerrados, sí salíamos porque acá con cero grados puedes salir igual. Pero ahora ha sido más pesado. Los días son más largos, se oscurece a las nueve de la noche recién, no hace frío y como no se puede salir, el impacto es más grande”.
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