Paula

El destino no es el enemigo: La importancia de cambiar la forma en que nos enfrentamos a los problemas

“¿Por qué a mí?” es una pregunta que muchas personas se hacen cuando están atravesando un momento difícil o cuando son distintas dificultades las que aparecen al mismo tiempo. “Es que nadie me ayuda, nadie me da la oportunidad”, es otra que suele aparecer cuando las cosas no resultan. Se trata de una forma de ver las cosas en las que, sospechosamente, nunca somos responsables de nuestras circunstancias, sino que nos pasan, como si viviéramos inmersos en el clásico del teatro español, Don Álvaro y la fuerza del sino.

En la obra de Duque de Rivas, el destino funciona como una fuerza fatídica inevitable, casi como un antagonista, que domina la vida de don Álvaro y de los demás personajes, provocando trágicos desenlaces. Ni siquiera el amor es capaz de vencer a aquello que ya está escrito.

Pero esa no es la realidad. Lo cierto es que aunque muchas veces pasan cosas fuera de nuestro alcance, echarle la culpa al mundo, al destino y a los demás no ayuda a resolver nada y termina convirtiéndose en una herramienta paliativa, que no deja de ser tóxica.

“Una compleja trama de elementos configuran nuestro modo de se, y es posible que frente a la suma de eventos problemáticos y frustrantes, algunos sujetos vean la fatalidad y el destino tras ellos, provocándoles mala suerte y amarrando sus vidas al peor de los sinos”, dice la psicóloga de Clínica Alemana, Solange Anuch. “Es evidente que nadie quiere entender así el devenir, pero nuestro pensamiento tiene historia y, desafortunadamente, a veces se ha ido organizando inconscientemente de un modo alterado”, agrega.

La especialista cuenta que en el mundo de la psicología, esta “organización alterada” se llama “supuestos y creencias principales”, que es donde se originan pensamientos negativos que determinan conductas y emociones. “Una vez que las personas navegan en las aguas de creencias alteradas, entenderán todas las olas como el diluvio de Noé y buscarán consistentemente aspectos de la realidad que confirmen sus creencias, y a esto se le llama distorsiones negativas”.

No se trata solamente de un mecanismo que termina siendo nocivo para el devenir más próximo de las personas, pues les impide crecer y dejar atrás las situaciones que le hacen daño, sino que resulta perjudicial en un largo plazo. “Lo doloroso y perjudicial de todo esto es que las personas, progresivamente, se van sintiendo prisioneras, resignadas, víctimas pasivas de un destino que ignoran que está dentro de sí mismos y que es modificable”, asegura Anuch y agrega: “La experiencia de falta de control sobre la propia vida muchas veces bloquea y oscurece la mirada de si mismos y el futuro, llegando a generar estados depresivos. Pero todo lo que se aprende se puede desaprender”.

Una herramienta para trabajar cuando estamos enfrentados a una situación así es hacer un esfuerzo para no bloquearnos y lograr darnos cuenta que la forma en la que estamos enfrentando las cosas no es, necesariamente la mejor, y que el escenario que estamos observando muchas veces no es real.

“Hay que tener presente que muchas veces la realidad es diferente a lo que hay en nuestras agobiadas cabezas, por lo que tenemos que darnos el tiempo y preguntarnos cuán real es lo que estamos concluyendo”, recomienda Anuch. “Es importante buscar intencionalmente otras posiciones para mirar, ya que solo así vamos por el camino de las soluciones y no de la resignación crónica”.

Con la ayuda de especialistas en salud mental se puede modificar la forma en la que enfrentamos los problemas. En algunos casos este puede ser un camino largo y complejo, porque se trata de una manera de ser arraigada a nuestra identidad y a cómo fuimos criados. Pero con paciencia y trabajo interno es posible.

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