“Estuve con pastillas para nivelar mi estado emocional, principalmente por mis niños. Porque ellos no merecían una mamá explosiva que se las quisiera dar de super woman”




“Una olla a presión. Esa la imagen que se me viene al pensar en cómo siento mi cabeza, tirando vapor según la intensidad que tenga día a día. Tengo absoluta certeza que mientras más demandas tenga, más idiota me pongo. Tengo un límite, casi numérico, de cosas que mi cabeza puede aguantar sin empezar a cambiar mi estado anímico o de humor. Según la cantidad de “demandas” que mi entorno familiar o yo misma me vaya entregando, afectará intrínsecamente mi estado de ánimo, expresión facial y nivel de irritabilidad con mis hijos.

Por primera vez he vivido el dicho “no te soportas ni tú”. ¿Lo malo? Mis hijos no entienden el porqué de mis cambios de humor repentinos. No se los he explicado tampoco, son muy chicos para entender que la mamá se agobia con tanto y eso la hace gritar. ¿Cuál sería el ejemplo que les daría?

Soy súper consciente de que no puedo con todo, y no quiero hacer todo. Mientras organizo mi cabeza con tanta cosa, todas estas pequeñas y grandes demandas empiezan a hacer presión en la ollita y cuando ya no quiero más, exploto. Exploto frente a mis niños cuando demandan que juegue con ellos justo la tarde que yo no estaba bien. Exploto con mi marido cuando siento que tengo tanto peso de temas administrativos de casa o niños y me da rabia que yo cargue con tanta información, porque al final somos nosotras las que tenemos la lista mental de colegio, vacaciones, vacunas, colaciones, pediatras, y un sinfín de temas que en lo personal me agotan. Fantaseo con que, además de las 3 semanas ridículas de vacaciones que tenemos al año, hubiese una obligatoria para mamás relacionadas al auto cuidado. Que obligatoriamente hubiese un retiro de mamás con mentes agotadas, que sienten culpa por no dar el ancho y que más de alguna vez les pegan unos buenos gritos a sus niños, y de ahí los abrazan pidiendo perdón, como yo.

Estuve un tiempo con pastillas que nivelaran mi estado emocional, principalmente por mis niños. Porque ellos no merecían una mamá explosiva que se las quisiera dar de super woman y estar para todos y cumplirle a todos. Este año hice un Détox y quise re-conocerme sin fármacos y más consciente de lo que estas demandas diarias me afectan y cómo trabajarlo. Debo reconocer que a la segunda semana del détox quise volver a tomarlas, necesitaba que me hiciera una mamá más paciente. Me dijo mi psiquiatra, más como mujer-mamá que como psiquiatra: “deja de lado las expectativas de que llegarás a tu casa en las tardes y los niños no estarán encima tuyo”. Es cierto, y está bien, una es una extensión del espacio que ellos usan y ellos nos quieren en su entorno y en todo momento. Más que a cualquier otra persona. Así que mi reflexión de estas últimas semanas es darle una oportunidad a mi cabeza. Que se reajuste. A intentarlo día a día, consciente de que esto es lo que quiero y ver cómo canalizar mis propias auto demandas. Entender que quizás el resto no espera tanto de mí, y puedo soltar simplemente. Entender que la culpa es parte de mi ADN (y de todas las mamás creo) y tengo que invitarla a ser parte de mi vida, tomarme un copete con ella y tenerla en buena. Pedir perdón a mis niños cuando me equivoque y aceptar la idea de que tener un aliado no es malo, sobre todo si es dulce y que, al desintegrarse bajo mi lengua, me pegue una ayudita de vez en cuando”.

Andrea es psicóloga y tiene 37 años.

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