Fabiola Samhan: “La desigualdad de género no se vive solo en el mundo árabe o en el Islam, se vive en todo el mundo”




“Los temas de género tienen un ‘alto rating’, mucha convocatoria en la opinión pública, sin embargo, es necesario ser un poco más críticos respecto de todo lo que hay detrás. No se trata de negar que las mujeres viven violencia y desigualdad en Irán y en otros países de oriente, pero esa desigualdad no se vive solo en el mundo árabe o en el Islam; la desigualdad de género se vive en todo el mundo y va más allá de lo mediático, de si las celebridades se cortan el pelo hoy o no”, dice la periodista, magíster en Políticas Públicas Internacionales y profesora del Diplomado Cultura Árabe e Islámica de la Universidad de Chile, Fabiola Samhan, autora del libro Las Hijas del Islam: derribando mitos de Oriente. En este texto –publicado en octubre de 2005 por editorial Mare Nostraum– la autora plantea que el Islam es una fuente inagotable de mitos, la mayor parte construidos uno sobre otro, con el paso de los siglos, desde la inquisidora mirada occidental. Se trata de una investigación periodística y académica que viene a derribar la mayor parte de los estereotipos que Occidente asocia al concepto islámico: fanáticos, terroristas, machistas y retrógrados son los conceptos impuestos desde antaño en torno a aquella ideología, permitiendo olvidar las innumerables atrocidades que nuestro “mundo civilizado” ha cometido por siglos. “Hay tradición machista en toda cultura, sea latina, asiática, africana, polinésica, mediterránea o europea”, dice Fabiola en esta entrevista donde analiza las protestas actuales en Irán y el revuelo que ha tenido en los medios. Y sobre todo en redes sociales.

Algunas personas en redes sociales han hablado del “despertar de las mujeres en Irán”. ¿Crees que es correcto hablar de un despertar?

Esto está mediatizado. Mucho tienen que ver las redes sociales y cómo éstas le han dado mayor visibilidad a diversos movimientos sociales, pero no significa que antes no haya habido otros movimientos como éste. Han habido y han tenido una trayectoria larga de lucha, no partieron ahora con Twitter. Cada cierto tiempo surgen noticias que generan esta atención mundial que luego se diluye. Basta recordar las campañas de apoyo a las mujeres Afganas el año pasado y que hoy pareciera que nadie se acuerda. Sin embargo, la condición de las mujeres no solo en el mundo árabe, la desigualdad de género en el mundo en general, es una cuestión que va más allá de lo mediático. Que hoy se haga eco de esto está bien, pero eso no soluciona el problema de fondo.

¿Cuál es el problema de fondo, específicamente en Oriente?

Esta disputa entre oriente y occidente que es de larga data, desde las cruzadas en adelante. En ella, la relación bélica propiamente tal, la confrontación directa, lo que Joseph Nye llamaría ‘hard power’, también va acompañada de ‘soft power’, que vendría siendo toda esta maquinaria de sensibilización de masas que tiene que ver con cómo se usan los medios de comunicación y las redes sociales para generar ciertos estereotipos en torno a un tema en particular, que en este caso son las mujeres. El trasfondo es cuestionar a una ideología, a un régimen particular que es la cultura árabe musulmana. Por tanto lo que está pasando hoy no es más que el reflejo de cómo una vez más se instrumentaliza la situación de las mujeres con fines que tienen más que ver con un trasfondo político/económico, de dominación y equilibrios de poder.

De hecho, si uno mira la antesala de todas estas intervenciones o giros en las relaciones geopolíticas de occidente con la zona, te vas a encontrar con que, por ejemplo, antes de la Guerra del Golfo, específicamente de la operación Tormenta del Desierto en Irak, salió en CNN un reportaje sobre las mujeres y la mutilación genital, siendo que en Irak no tiene nada que ver con esa zona geográfica, pero era para decir los iraquíes, además cometen mutilación genital.

Dejando de lado esta manipulación… ¿Cuál es la realidad de las mujeres?

Hay una instrumentación política de la situación de las mujeres en el mundo árabe a partir de una cosmología musulmana que parece ser represora y que justifica y sustenta una serie de abusos. Lo que yo afirmo es que hay una instrumentación política del Islam como religión para sustentar regímenes autoritarios y dictatoriales, que es un poco distinto: no es la religión la que detenta una cultura represiva ni en desmedro de las mujeres, por el contrario, si uno revisa el Corán en el siglo en que fue revelado, daba derechos a las mujeres que en Occidente vino a conocer en el siglo XX. En rigor es un texto alegórico, interpretable, pero no es lo que sustenta el desmedro que viven las mujeres en el mundo árabe. Son regímenes autoritarios y represivos que tienen a toda su población con problemas severos en términos de desigualdad, económicos, y de represión. Una serie de cuestiones que, en cualquier parte del mundo da lo mismo la ideología que la sustente, van a ser foco de rebelión y conflicto.

Lo que pasa en Irán, es que después de la revolución islámica se transformó es un estado islámico autoritario, que interpreta la ley coránica de una forma bastante menos laxa o mucho más radical que otros estados musulmanes, y es en la manifestación de esa represión donde no cabe espacio para ningún aspecto democrático. Todo el que reclame es un “mal musulmán”, mujeres o no; es un ejercicio más bien de instrumentalización política de la religión que otra cosa.

¿Cuáles son aquellas restricciones específicas que tienen las mujeres?

Cuando uno habla de la relación de poder entre oriente y occidente, uno tiene que sí o sí revisar eso en tres ángulos para entender por qué la situación de la mujer es como es. Hay un ámbito geopolítico que es la intervención, la colonización; hay un ámbito cultural/religioso, se habla de una contraposición cultural; y la tercera es la estructura que nos rige como sociedades en general que es patriarcal. La estructura patriarcal no es exclusiva potestad de los musulmanes ni de los católicos ni de los judíos ni de nadie; es en esa estructura –que se exacerba o se aliviana por una serie de creencias e identidades propias de cada lugar– donde uno tiende a ver que la situación de las mujeres tiene factores comunes: la educación, la participación política, la salud. Derechos necesarios para estar en igualdad de condiciones como género. Y esas cosas no pasan, pero tampoco pasan en occidente.

En occidente el movimiento feminista centra su lucha en cuatro ámbitos: derechos sexuales y reproductivos, en la repartición igualitaria de los cuidados y la crianza, en la participación laboral y en la violencia. ¿Son los mismos allá?

Los factores estructurales son los mismos. Sí hay que entender que cuando uno habla del mundo musulmán, no es un mundo homogéneo. Existen realidades identitarias diversas; comparten una cosmovisión general de una religión, pero las prácticas locales dicen mucho de cómo interpretas esa religión. Además son sociedades que tienen diversos grados de desarrollo. No es lo mismo comparar a un país desarrollado –entendiendo el desarrollo desde occidente– con uno que no lo es, en términos de las exigencias de las mujeres en cuanto a derechos.

Cuando se habla –por ejemplo– de femicidios por honor o de la mutilación genital, pensamos en que el Islam es terrible y obviamente no está bien que ocurran estas cosas, pero también estas prácticas están situadas en zonas del África profunda, que tienen una estructuras de organización que no llegan a ser ni feudales; son sociedades de subsistencia con una precariedad severa, que en algunos casos son nómadas, entonces ahí más que atacar la mutilación femenina como un hecho puntual, hay que intervenir en esos espacios en términos de subsistencia.

¿Estamos hablando de relativismo cultural?

Hay feministas occidentales que plantean eso. Dicen que en occidente a muchas personas les parece terrible que haya mutilación genital, pero no les parece terrible que haya vaginoplastía por criterios estéticos, por ejemplo. O nos espanta la mutilación genital, pero no de la misma manera los femicidios que vivimos habitualmente en sociedades como la nuestra.

El Hiyab como un símbolo

El árabe es un lenguaje polisemántico: muchos de los conceptos que existen, también son dicotómicos. Así, Hiyab que es el velo, también significa sustraer la mirada o el dominio de lo prohibido. Esto –según Fabiola– es importante saberlo para entender por qué este velo se ha transformado en un símbolo de las protestas en Iran. “En el Islam a la mujer se le venera porque tiene el don de la fecundidad y por eso se le cuida y protege, porque al ser lo más preciado, también es lo primero que está puesto en riesgo. Por eso también aparece el velo, como una forma de protección. El problema es que la veneración de eso tan bonito, termina siendo protección, y también subyugación y represión”, dice. Y agrega: “Si uno le pregunta a las mujeres que deciden usar el velo, incluso a algunas de occidente que han adoptado el Islamismo, dicen que se sienten más cómodas como musulmanas porque así no se sienten cosificadas o mercantilizadas. En el fondo lo hacen para sentirse libres o ‘invisibles’ en el sentido de que a ellas les acomoda, no en el sentido que occidente interpreta. Las feministas francesas, las más laicistas en cambio, encuentran que usar Hiyab es del terror y no las dejan usar ni eso, ni ningún otro símbolo religioso”.

¿La lucha entonces es que no sea una imposición?

Hay musulmanas que rechazan el velo como un símbolo político y otras que se lo ponen, que interpretan lo que significa para ellas el velo que es el recato, la sumisión y la castidad en el sentido de no ser vociferante y llamar la atención. No lo hacen por obligación pues tiene que ver con la cosmovisión de ser musulmana.

Es que para las mujeres de oriente, el Hiyab o la Burka son elementos muy simbólicos de machismo…

Si uno pudiese hacer una agrupación breve y acotada de cómo se dan los feminismos en el mundo árabe, podría encontrar a los menos tres visiones: unas son las feministas laicas que usan el símbolo político de sacarse el velo como una forma de liberarse o como una manera de deshacerse de la iglesia dentro del ejercicio político, de separar la religión del estado. Otras que son las feministas musulmanas que son de una vertiente menos política, más intelectual, de hecho se fundamentan en filósofos y hablan de la necesidad de interpretar la ley como corresponde; no tienen un gran drama con sacarse ni ponerse el velo, encuentran que es una discusión reduccionista, que es cosificar algo que es mucho más profundo como la educación y otros temas estructurales que les permitan a las mujeres equiparar las desavenencias que vienen sufriendo históricamente. Y en tercer lugar están las feministas islámicas, que pertenecen a grupos más radicales, que consideran que los gobiernos son corruptos y que por tanto hay que echar a los “vendidos” de occidente pues tienen una mirada más nacionalista al considerar que es el islam es superior a lo que el occidente propone; en ellas el velo es un símbolo que no se tranza, es el símbolo de resistencia contra el extranjerismo y formas de imposición de occidente.

¿Crees, entonces, que las feministas de occidente deberían considerar este contexto, la cultura de oriente, antes de sumarse a una causa mediática y salir a cortarle el pelo en redes sociales?

Creo que hay una manera de encontrarnos como sociedades, como cosmovisiones y como género. Tiendo a pensar que el esfuerzo es uno a uno hasta que va creándose la conciencia de grupo. Para eso hay que dejar los estereotipos de lado, entender que ser moderno no es necesariamente ser europeo o ser occidental; otras culturas tienen el derecho y deber de fabricar modernidad, civilidad y progreso desde sus propias culturas también, y uno no tiene por qué pensar per se que eso no va a pasar porque son culturas retrogradas o anacrónicas.

Hay una frase muy buena de Fatima Mernissi que dice que “la Burka de occidente es la talla 38″. Lo dice para graficar esto de que las mujeres de occidente miran a las de oriente como unas pobres subyugadas, pero no miran sus propias cárceles. Quizás es necesario hacer ese ejercicio para que entendamos que esta lucha no es solo de unas.

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