Joseline Charlott, la doctora que reinventó su carrera en medicina tras perder la función de uno de sus pulmones

Se contagió de tuberculosis mientras hacía atenciones gratuitas a adultos mayores en el sur de Chile. “Pensé que ya no podía seguir siendo médico”, recuerda la profesional que ahora se dedica a la medicina estética y a divulgar sus conocimientos en redes sociales.




Antes de empezar la entrevista, la doctora Joseline Peña Polanco advierte que su historia, tanto de vida como médica, está marcada por la resiliencia.

A los 10 años Joseline Peña Polanco, también conocida en redes sociales y por sus pacientes como doctora Joseline Charlott, en medio de sus actividades diarias empezó a perder la visión y luego la conciencia hasta que se desmayó y despertó en la habitación de un hospital. “Me desahuciaron a esa edad. Tenía un tumor cerebral que no era maligno, pero era inoperable porque estaba en el centro del cerebro y era muy grande. No respondía a quimioterapia ni a radioterapia. Estuve en coma semanas y en el hospital seis meses en el ala donde están los niños que ya van a morir. Todos morían menos yo”, relata la médico cirujano que a sus 33 años se dedica a la medicina estética.

Fue durante los meses que pasó en el hospital cuando despertó su interés por el área de la salud: “Veía a las personas con bata blanca y uniformes caminar de un lado a otro para ayudar a estos niños que estaban muriendo a sufrir menos. A veces me aburría y me ponía a ayudar a los doctores y enfermeras”.

¿Qué pasó con tu tumor cerebral?

En esa época mi mamá me había encomendado a un santo. El tumor había disminuido su tamaño, pero se le atribuyó a un milagro y el tema quedó ahí. De adulta pedí los exámenes de ese tiempo y con mis neurólogos determinamos que antes no existía la tecnología para notar que había disminuido, por eso los síntomas desaparecieron. De ahí en adelante pensé que todo lo que viviera era tiempo extra.

¿Crees en los milagros médicos?

Completamente. Creo en las energías, en las vibraciones, en los milagros. No sé si llamarle Dios, porque no soy de ir a la iglesia, pero sí creo que hay un ser superior. Agradezco todos los días al universo. Creo en todo, como creo en el bien, creo en el mal.

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Como  a muchos jóvenes, a Joseline le hubiera gustado tomarse un año sabático luego de terminar la enseñanza media, pero no pudo por los medios económicos de su familia, así que estudió un año y medio Química y Farmacia antes de cambiarse a Medicina, a pesar de que había sido admitida en en ambas carreras desde un inicio. Asegura que le costó encontrar una universidad que se ajustara a lo que quería hacer como médico, así que la opción fue la Universidad del Alba, ex Universidad Pedro de Valdivia. “Mi idea era ser médico de cabecera, saber de todo un poco, y atender hasta en el pueblo más lejano de Chile para hacer medicina con las manos. En esa universidad nos llevaban a practicar medicina a hospitales rurales”, cuenta la profesional.

¿Cómo fue la experiencia de partir la carrera, aún estudiando, en el sector público rural?

Como no había estudiantes de medicina que estuvieran haciendo especialidad, nosotros pasábamos a ser directamente segundos cirujanos si contábamos con las capacidades para serlo. Atendí cientos de partos, hice cientos de reanimaciones siendo estudiante de medicina. Desde el primer año íbamos a los hospitales para reconocer los espacios, en segundo ya acompañábamos a los médicos a hacer turnos y en tercero nos tocaba a nosotros hacer turnos, además de estudiar en la sala de clase.

Fue práctica desde el principio, entonces.

Claro. Creo que más que tomar el libro y recitar las páginas de memoria, es importante saber cómo entrevistar a un paciente, saber cuándo te está mintiendo, entender el lenguaje corporal. Y eso se aprende en la práctica.

¿Recuerdas cómo fue la primera vez que te enfrentaste a una urgencia?

Recuerdo muy bien a todos los pacientes, en específico a uno que ya estaba en pabellón en cirugía abierta de tórax. Vi el corazón latir, lo estaban reanimando con masaje cardíaco. Ahí me enamoré de la carrera. En tercer año nos avisaron que iba en camino una paciente con embarazo gemelar que teníamos que sacar de urgencia porque había roto membrana. Estábamos vestidos, con los guantes puestos, esperando a que llegara la ambulancia. Esa adrenalina fue la que me llevó por el camino de la urgencia, vibraba con eso. Cuando tenía tiempo libre, en vez de carretear me iba a hacer turno.

Luego de titularse, trabajó como médico general en el sector público y junto a su mejor amigo, también doctor, comenzaron a realizar por su cuenta atenciones gratuitas a adultos mayores en el sur de Chile. Dentro de esas labores sociales le tocó sortear otra dificultad: “Nací con asma de difícil manejo. Lamentablemente, todavía existe la tuberculosis. Me contagié y perdí la función pulmonar de uno de mis pulmones. No lo perdí físicamente, pero se atrofió y ahora solo tengo la capacidad de uno”.

¿Cómo siguió tu carrera de ahí en adelante?

No pude seguir atendiendo pacientes enfermos, siendo que toda mi carrera la pensé para ser médico de guerra, de pandemia. Desperté en la UCI con ese entonces mi pololo, ahora mi esposo, con un tubo en la boca. Pensé que ya no podía seguir siendo médico. Me dio depresión.

Fue entonces cuando se interesó más en la rama de la medicina estética, un campo del que ya tenía conocimiento. Encontró una oferta académica interesante y viajó a Estados Unidos para cursar un diplomado en Medicina Estética y Dermatofuncional en New York Medical College. Así fue especializándose cada vez más en un campo que cada día tiene más demanda. “La especialidad de medicina estética no existe en Chile, pero en otros países sí, pero uno va armando su conocimiento con diplomados y cursos para estar siempre actualizado. La mezcla de la especialidad es entre cirugía menor y dermatología”, detalla Joseline, quien en la actualidad es una de las dueñas de la Clínica Aeternum, donde realiza procedimientos estéticos faciales, corporales y capilares, además de consultas por cuidado de la piel.

¿Has podido encontrar en lo que haces ahora la pasión que sentías cuando trabajabas en urgencias?

Sí. Trabajé en clínicas de estética y, como en todo trabajo, me tocaba hacer cosas que no me gustaba. Por eso con mi esposo, mi mejor amigo y otros socios decidimos que yo abriera una clínica para hacer la medicina que a mí me gusta. De alguna manera he seguido conectada a urgencias sin querer.

¿De qué forma?

Entre el año pasado y este me ha tocado vivir dos situaciones que he podido sortear bien. Llegó una paciente a hacerse un retoque facial que quizás si no hubiera entrado a la clínica hubiera hecho un paro en el lobby del edificio, porque tuvo una hemorragia masiva por el endometrio. Por suerte la mantuve estable hasta que llegó la ambulancia. En otra oportunidad me tocó diagnosticar un ACV (accidente cerebrovascular) en curso en la consulta. La paciente solo iba a ponerse vitaminas cuando empezó con los síntomas. Agradezco no solo saber pinchar, sino todo mi conocimiento en urgencias.

De alguna forma ambos mundos se unen.

Todo pasa por algo. He podido hacer la medicina que siempre quise, pero desde un camino más largo. He conectado con mucha gente a la que quizás no hubiera conocido si nada de esto hubiera pasado.

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Aterrizar la medicina en redes sociales

Ese diplomado en Nueva York fue solo el primero de una serie de estudios que la doctora Joseline Charlott ha cursado para dedicarse a la medicina estética. Durante la pandemia su perfil de Instagram (@dra.jocharlott) sumó miles de seguidores cuando empezó a publicar contenido que en un inicio era complementario para sus pacientes y que luego pasó a ser de interés más masivo. “Hacía contenido en Instagram sobre hipertensión, diabetes; mis pacientes lo imprimían y lo llevaban a sus consultas. Cuando llegó la pandemia trabajé haciendo telemedicina y realizando consultas de skincare, aunque de alguna forma también terminé ayudando en pandemia de forma virtual, por videollamada, asistiendo a equipos de reanimación o a pacientes con Covid, porque hacía falta personal de la salud”, recuerda Joseline, quien conduce el podcast Revolución skincare con la cosmetóloga Angélica Figueroa, ambas autoras del libro “Revolución skincare. El conocimiento es poder” (Montena, 2022).

¿En qué momento tu Instagram se volvió masivo?

Antes de la pandemia ya venía en tendencia el cuidado de la piel, pero luego explotó. Hacía dos Instagram live a la semana. La gente me hacía preguntas de todo tipo, pero siempre dejé en claro que no hago diagnósticos ni doy tratamientos por redes sociales porque eso es negligente. Trataba de responder lo que podía sin caer en eso.

Tu contenido es muy dinámico y fácil de entender.

Explico igual que lo hago en la vida real. A mis pacientes a veces les dibujo las cosas. Hay que ser creativos, si no se aburren y no retienen la información. Me demoro poco en grabar los videos, pero mucho editándolos, hasta ocho horas. Instagram no es mi prioridad, es un lugar donde creo contenido que me encanta. No es mi trabajo central, por eso no participo en muchas campañas ni eventos de marcas, porque no tengo mucho tiempo y tampoco es mi trabajo. Mi trabajo es informar.

¿Cuál es el tipo de contenido que más aprecia tu audiencia?

El informativo de la Jose usuaria y la Jose profesional. En Instagram me siento súper protegida por la comunidad que he logrado. No me interesan los likes ni el número de seguidores. No espero nada a cambio. También me gusta compartir mi experiencia haciendo reviews de maquillaje y productos de skincare para que la gente compre informada.

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