Los celulares no son juego de niñas

Imagen redes y celular



El primer contacto de Agustina (11) con las pantallas interactivas fue a los 3 años, cuando le regalaron una tablet en Navidad. La condición: la podía usar solamente para jugar. A los 8 años heredó el primer celular usado de su prima y comenzó a usar WhatsApp para conversar con su familia. A los 9 se hizo una cuenta de Instagram, donde ya tiene 66 seguidores, y en su último cumpleaños le dieron permiso para subir sus propios videos a una cuenta de YouTube donde la siguen 15 personas. Utiliza sus redes sociales al menos durante una hora al día, cuando tiene acceso a WiFi. Pero si de pantallas se trata, lejos lo que más le gusta es jugar Play en línea. "Por lo general en la semana no la dejamos jugar porque puede no parar. Lo pasa bien, se ríe y está en línea con sus compañeros. Eso influye en que se junten menos. Es supercomún que las niñas ya no inviten amigas a la casa, pero todavía va", cuenta Ivonne, mamá de Agustina.

Aunque a Agustina le encanta jugay Play, subir videos a YouTube de ella jugando y se declara una youtuber, su teléfono lleva dos días debajo de la cama porque se le cayó y le da lata recogerlo. "Me daría lo mismo no tener celular. Mis papás cuando eran chicos no tenían, entonces sé que yo también puedo vivir así. Pero me perdería algunas cosas, como algunos cumpleaños. Hay unas pijamadas que hacemos y nos agregan a un grupo de WhatsApp, y una compañera que no tiene celular, porque sus papás no la dejan, no está", cuenta.

Dice que no le interesan los likes, que lo que le gusta es saber lo que están haciendo sus amigos. Pero que "algunos más agrandados se sacan muchas selfies con poses a cada rato sin parar. Para creerse. Una compañera sube tantas historias a Instagram que en vez de líneas se ven puntitos".

Chile tiene más celulares que habitantes, y supera a todos los países de Latinoamérica en cuanto a conexión a internet desde smartphones; según un reporte de la OCDE, duplicó el consumo de internet desde el celular entre 2017 y 2018. Según la Casen 2017, el 71% de niños y niñas de 12 años o menos cuenta con un celular propio, y el censo digital de 2018 indica que más de la mitad se conecta desde las 7 a.m. Un estudio de la Universidad de los Andes de 2018 indica que el promedio de edad en que reciben su primer celular es a los 10 años, el 87% de los encuestados declara llevar el celular al colegio todos los días y el 71% lo usa dentro de la sala de clases. ¿El tiempo promedio al día de exposición a la pantalla?: 6,8 horas.

Es evidente que el uso de celulares y tablets para jugar en línea, ver videos o usar redes sociales ha aumentado sustantivamente en los últimos años, dando vida a un nuevo tipo de infancia del que no hay registros. Trepar árboles y jugar a la pinta o a la escondida parecen ser parte del pasado.

Adictas a los likes

La psiquiatra estadounidense infanto-juvenil Victoria Dunckley se ha especializado en este tema. Uno de sus artículos, que recoge una serie de estudios neurológicos, psiquiátricos y sociales, se titula Seis formas en la que el uso de la electrónica puede enojar, deprimir y desmotivar a los niños. Ahí la experta indica que el uso de pantallas interrumpe el ciclo del sueño, genera estrés e incluso está ligado a la depresión y a intentos de suicidio. También nombra como consecuencia una menor conexión con la naturaleza, que está probado que tiene efectos positivos en esta etapa de desarrollo, además de evitar la obesidad y el sedentarismo. Una de las frases más alarmantes del artículo dice así: "Los juegos liberan tanta dopamina que en un escáner cerebral se ve igual que el consumo de cocaína". La dopamina, también conocida como la hormona de la felicidad, es un neurotransmisor que libera el cerebro frente a ciertos estímulos. Así como ocurre con los videojuegos, ocurre cuando se reciben likes o me gusta en redes sociales.

Carolina Pérez, educadora de párvulos y máster en Educación en la Universidad de Harvard, que hace años se dedica a investigar este tema y recorre Chile dando charlas en los colegios, explica que el uso de celulares actúa distinto en el cerebro del hombre y la mujer. "Los niños tienen más predisposición a caer en la adicción a los videojuegos. Las redes sociales liquidan especialmente a las niñas, quienes buscan a través de ellas validación, ser la más bonita, la más popular. Y eso es a costa de lo que sea. El dolor de que alguien les diga "fea", por ejemplo, es mucho más fuerte a esa edad y en redes que en persona, porque se amplifica", explica. De hecho, las más afectadas por el cyberbullying son las niñas, un tipo de matonaje escolar que en el último año ha aumentado en un 63% sus denuncias, según el Ministerio de Educación (Mineduc).

En un estudio realizado por la UC en 2017, el 20% de niños, niñas y jóvenes reporta haber sido tratado de manera ofensiva o desagradable por otra persona al utilizar internet, y un 36% haber vivido al menos una situación que los haya hecho sentir mal. Un 47% ha agregado desconocidos a sus redes sociales y un 59% declara que ha buscado nuevas amistades online.

Aunque depende del país, la edad mínima general que impusieron compañías como Instagram, Facebook, YouTube, WhatsApp, Snapchat y Twitter va entre los 13 y los 14 años. Eso explica que la mayoría de los estudios sobre uso de redes sociales por menores de edad se haga en base a casos de personas de 13 años para arriba. "Pero en Chile a los 9 años les regalan celulares. Si genera problemas a los 13, cuando el cerebro está un poquitito más maduro, imagínate antes. Es dramático. La cuestión se viene brava", dice Pérez. Según ella, esta es una generación conejillo de Indias, porque ninguna otra antes ha estado expuesta a las pantallas interactivas y las redes sociales durante la infancia y adolescencia. Por eso advierte que lo más peligroso va a ser lo que ocurra con los cerebros de estos niños y niñas de aquí a 15 años más, "cuando sean adultos y necesiten más y más dopamina".

La nueva marginación social

Siete niños y niñas de 10 años están de visita en la casa de una compañera, todos sentados en el living mirando sus celulares durante un sábado soleado. Esa es la imagen que alertó a María Paz, mamá de Elisa (10), quien le había pedido invitar a su grupo de amigos y amigas a la casa. Un grupo de amigos y amigas que son un grupo de WhatsApp.

"Pero miren el día lindo que hay afuera. Salgan un rato, jueguen a la pinta", les dijo María Paz. Niños y niñas soltaron sus celulares y jugaron en el pasto un rato, pero la actividad al aire libre no duró mucho. A la hora el grupo entero estaba de vuelta frente a sus pantallas, viendo videos, jugando, chateando entre ellos mismos con el celular de por medio.

"Mi hija ha desarrollado su vida social a través del aparato y hay cierto nivel de angustia en ella. Si no tiene internet y sabe que algo está pasando, me pide conectarse porque necesita saber qué es lo que están hablando sus compañeros. Quedarse fuera es lo peor, y en estos tiempos puede pasar fácilmente si no tienes celular", dice María Paz.

Según el estudio cualitativo "Niñas de hoy", de Ipsos, 2019, los grupos de amigas, que se desarrollan cara a cara pero se han trasladado también a grupos virtuales en redes sociales, "se agrandan y achican según los conflictos entre las niñas, generándose subgrupos y conflictos dentro de los mismos. Las niñas viven cierta vulnerabilidad emocional; sienten miedo a quedarse fuera del grupo y ese es el principal temor entre las amigas".

María Paz y el papá de Elisa habían quedado de no comprarle un celular hasta los 15 años. Pero luego de meses de insistencia fueron bajando esa barrera: a los 13, a los 12. Hasta que finalmente decidieron comprarle uno este año. "Hasta hace un tiempo me oponía a que tuviera celular, pero fui superilusa. Me di cuenta de que no podía esperar tanto porque este aparato, si bien tiene luces y sombras, en la práctica es la forma que tienen las nuevas generaciones de conectarse. Todo pasa por el celular: las conversaciones, la aceptación social, las modas, la música que escuchan, las películas, las series y el lenguaje. Por eso considero que más que prohibir o reprimir lo mejor es estar atenta y tratar de ayudarles a usarlo correctamente", explica María Paz.

Ahora, Elisa no sale ni a la esquina sin su celular y cargador. "Es que si no tuviera celular no podría conversar con mis amigos", dice. En su curso de 24 personas, solo dos no tienen celular.

¿Colegios sin celulares?

En agosto de este año se ingresó un proyecto de ley a la Cámara que propone la prohibición del uso de celulares en clases y recreos de todos los colegios del país. La medida concuerda con los resultados de un estudio llevado a cabo en julio por el Mineduc luego de anunciar que un 70% de menores de 10 años tienen un celular propio. De las 97 mil personas consultadas (apoderados, apoderadas, directivas, profesoras y profesores), un 88% consideró que debe prohibirse el uso de celulares a estudiantes de enseñanza básica y un 71% opina lo mismo sobre los de enseñanza media.

Esta es una discusión que se está dando a nivel mundial. Por dar un ejemplo, el año pasado Francia se convirtió en el primer país del mundo en prohibir el uso de celulares, tablets y relojes inteligentes en colegios para niños y niñas menores de 15 años con la ley de "desintoxicación" para los jóvenes. Una medida que en Chile el Mineduc no está barajando. "Queremos respetar la autonomía de los colegios, la libertad de los distintos proyectos educativos. Pero sí los orientamos a regularlo, que es un avance. La apuesta que estamos haciendo es que esto se regule en las escuelas con buena información sobre la mesa, con los papás y en base al proyecto educativo que cada escuela tiene", explica Raimundo Larraín, jefe de la División de Educación General del Mineduc.

En esa línea, el Mineduc se ha propuesto compilar la evidencia de riesgos y oportunidades sobre el uso de dispositivos móviles en niños, niñas y jóvenes, y brindar a la comunidad una metodología para que lo incorporen a sus reglamentos. También está trabajando en un programa llamado "Formando ciudadanos digitales", que incluye una guía de orientaciones para establecimientos, formación a padres y apoderados, seminarios para docentes y directivos, agilizar un proyecto de ley para formación digital en colegios, y combatir el ciberacoso, para lo cual lanzaron la plataforma haypalabrasquematan.cl.

Prohibido el celular

Violeta (11) va en sexto básico en un colegio Montessori donde está prohibido usar el celular en la sala y en el recreo, y se sugiere que niños y niñas no tengan acceso a uno. Por eso no tiene celular, no tiene redes sociales, no juega ningún videojuego y en su casa no hay ni siquiera televisión. Para entretenerse, sola o acompañada, dibuja, lee, va al parque, baila, canta, hace piruetas de circo, juega bachillerato, teje, borda. Una de las cosas que más le gusta hacer es jugar a las cartas: póker, canasta, nervioso, carioca.

"Prefiero no tener celular y entretenerme con esas cosas en vez de tener uno y estar todo el día pegada a él. La mayoría de mis compañeras no tiene celular, pero conozco a niñas que sí y que hablan mucho de Instagram. Siempre quieren verse lindas en las fotos, que salga bien la luz. Hablan de las fotos que se han sacado, de que tienen más de 100 likes. Creo que creen que es un tipo de fama, y que así van a volverse más populares", dice Violeta. Lo que más le interesa de los celulares es sacarse fotos con filtros divertidos, como los que suman orejas de gato a su cara. Para eso, a veces le pide el teléfono a su mamá.

"No queremos exponer a Violeta a contenidos de internet que no se filtran y a que converse con cualquier persona. Queremos protegerla un poco de la exposición temprana a las redes en un momento en que todavía está muy permeable. Puede confundir la validación con los likes, ver cómo niños y niñas se exponen físicamente para generar más 'amistades', ver videos que no aportan absolutamente nada. Para que tengas likes de una u otra forma tienes que convertirte en una persona muy ególatra, y eso me da miedo. La Viole no está en esa", dice su mamá, Laura.

Aunque Laura está segura de la decisión que tomó, a veces se pregunta si no estará marginando a su hija del mundo en el que le tocó vivir, que es digital y completamente conectado a las redes sociales. "Me da miedo criarla aislada de su realidad, que se pase para el otro lado. Pero la historia sería superdistinta si ella estuviera en un curso donde todos los niños tuvieran celular", dice.

Laura cree que en unos años más, cuando su hija empiece a salir sola, sí le darán un teléfono para que pueda comunicarse. Pero por el momento disfruta ver la infancia de su hija. Y es que cuando llega del colegio siempre tiene una nueva historia para contarle: un pajarito con un ala rota, un árbol gigantesco, una oruga que descubrió bajo una hoja.

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