Nostalgia de descargar música




Hace unos días, mientras ordenaba mi pieza, encontré entre medio de millones de cuadernos y cachureos el primer y único iPod que tuve. Fue el primero que salió, en el año 2001, y mi papá decidió regalármelo para mi cumpleaños. Sabía que me encantaba escuchar música y que probablemente ampliar mi repertorio musical pasaría a ser de mis pasatiempos favoritos. Pero lo que no pudo predecir fue la cantidad de horas que le dedicaría a descargar música en su computador.

Y es que estando ahí parada con este aparato (ya obsoleto) en mis manos, tocando ese botón de al medio y la ruedita giratoria –qué satisfacción más grande pasar minutos enteros girándola para dar con esa canción en particular– me acordé de todas las veces que llegaba a la casa de mi papá a prender su computador, a abrir LimeWire o Kazaa y descargar todas las canciones que me había anotado en la agenda durante la semana. Ese era el panorama más preciado para el viernes en la tarde. Porque en su casa había un computador mucho más moderno que el que teníamos en la casa de mi mamá, además de todas las últimas aplicaciones de descarga, por lo que sabía que ahí encontraría todo lo que buscaba. En cierto sentido, era de las cosas que más me motivaba de ir a pasar una noche en su casa.

Y entonces llegaba, saludaba, dejaba mi mochila en la pieza y me iba directo al escritorio del computador, que quedaba en la mitad del living. Tecleaba la canción y dejaba que se fueran desplegando frente a mis ojos todos los archivos descargables. En un esfuerzo por seguirles el rastro –iban apareciendo de a poco y cada vez con mayor velocidad–, mi mirada partía arriba y rápidamente hacía un escaneo hacia abajo por cada uno de ellos. Ahí empezaba a apretar.

Trataba de evitar aquellos archivos que tenían muchas letras aleatorias entre medio o que contaban con una palabra en ruso o algún otro idioma que para la edad se me hacía indescifrable. A ratos tenía el criterio de decir “no, estos me parecen de dudosa proveniencia”. Pero mentiría si dijera que había un criterio de selección muy articulado, porque en realidad a veces apretaba 20 archivos en una misma búsqueda, casi a ojos cerrados, para asegurarme de que al menos uno se descargara.

En paralelo abría el MSN y hablaba con mis compañeras, muchas veces para contarles que había llegado a descargar música y que la semana siguiente podía prestarles mi iPod para que lo escucharan durante el recreo. No quiero ni pensar cuántos virus habré dejado entrar. Todavía no entiendo bien la relación entre la descarga de archivos y los virus, pero no me cabe duda que muchos de los que descargué en esas plataformas eran de origen desconocido, tenían una procedencia a lo menos cuestionable y venían cargados con algo más.

Y para qué hablar de los títulos. Si en la búsqueda ponía Nirvana Heart Shaped Box, las opciones que aparecían decían todo menos eso. Era más probable encontrar un archivo que se llamara “xxNi00stNirvana0044” que el nombre real de la canción. Pero aun así, yo llegaba y apretaba. Y después, para encontrarla en mi iPod, dado que se había pasado con ese nombre raro, tenía que empezar a decodificar jeroglíficos.

A ratos llegaba la mujer de mi papá y me pedía el computador para trabajar. Yo la miraba de reojo y se lo pasaba de mala gana, pero dejaba prendido el volumen para poder escuchar el sonido que advertía que se había completado y finalizado la descarga. Cuando sonaba, me paraba emocionada y me acercaba al computador para ver qué canción se había descargado. Ella abría el programa y me mostraba, porque sabía que si no lo hacía, podía quedarme varios minutos ahí parada al lado de ella.

No sé cuántas canciones me habré descargado en total, no sé tampoco si siguen archivadas en algún lado. Ese hábito de la descarga lo fui mutando y traspasando a otras plataformas: ahora descargo películas por Torrent, pero soy un poco más cuidadosa en la selección. Aun así, me da pena pensar que con Spotify y YouTube son pocos los adolescentes que se sentirán igual de hackers que nosotros, los que pasábamos horas descargando música sin filtro y conectando con millones de usuarios y metadatos en cualquier parte del mundo.

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