Paula

El poder secreto de las plantas, según Johana Sanint

Colombiana, arquitecta y creadora de Loto del Sur, Johana Sanint abrió en Santiago la primera tienda de su marca. Su propuesta: usar la riqueza botánica de América Latina para convertir lo cotidiano en extraordinario.

Hace unas semanas fue la apertura de la primera tienda de Loto del Sur en Chile, en el mall Costanera Center. Antes del corte de cinta, Johana Sanint –creadora de la marca– pidió a los asistentes cerrar los ojos por unos segundos, para realmente concentrarse en ese momento y agradecer. Todos lo hicieron y, durante ese breve lapso, ese espacio que por naturaleza es ruidoso y saturado de estímulos, se llenó de una calma inesperada. Entonces Johana dijo: “pues ahora sí”. Cortó la cinta y estallaron los aplausos.

Un clásico corte de cinta se convirtió en un ritual, y entre los presentes quedó una sensación distinta. Eso mismo busca esta mujer –colombiana, madre de dos hijos, arquitecta– con cada uno de los productos de Loto del Sur, una marca de belleza y bienestar inspirada en la riqueza botánica de América Latina: transformar lo cotidiano en extraordinario.

Con ese objetivo la creó en 1999. Aunque, en realidad, su origen se remonta muchos años atrás, a su infancia. Mientras otros niños y niñas jugaban a las escondidas o trepaban a los árboles, Johana prefería mezclar el cristal de la sábila con fresas en la licuadora para hacerse mascarillas. Invitaba a sus amigas, les untaba sus ungüentos caseros y les repetía lo mismo: que se sintieran bien, que se vieran bonitas.

Creció en un entorno campestre, rodeada de árboles y verde. Cuando iba al campo de su familia, una casa con una pequeña laguna repleta de lotos, disfrutaba la belleza de la naturaleza que siempre ha sido parte esencial de su vida. De ahí viene el nombre de su marca: Loto del Sur. Porque desde entonces Johana cree que las plantas guardan un poder secreto.

La infancia, dice, marca a una persona. “No necesariamente la define para siempre, pero sí deja huellas profundas”. En la suya, además de naturaleza, hubo un padre amoroso que le transmitió confianza absoluta: “pase lo que pase, yo voy a estar aquí para ti”, le decía siempre. Sentir esa certeza la hizo creer en sí misma. Y también hubo una madre de origen holandés, resolutiva y creativa para encontrar soluciones. “Esa mezcla de confianza y resolución me marcó mucho. Todo esto se combinó para ser quien soy hoy”.

Todo apuntaba a que terminarías en el mundo de la belleza y el bienestar, pero estudiaste arquitectura. ¿Qué te dejó esa etapa?

Tengo papá arquitecto, hermano arquitecto, me casé con arquitecto… estudié arquitectura. O sea, tengo el mal del arquitecto (ríe). Pero más que una profesión, para mí la arquitectura se volvió un lenguaje, una forma de interpretar la vida y de vivirla. Es la importancia del lugar que habitas y esa búsqueda constante de la belleza y de la armonía.

También está la idea de tener un concepto y lograr materializarlo, llevarlo a algo tangible: un edificio, un producto, una empresa. Creo que esa manera de pensar del arquitecto me dio muchas herramientas de metodología y de estructura mental. Y además me dejó esa inquietud permanente por la armonía: cómo habitas, los objetos que te rodean, cómo todo tiene que tener belleza. Y yo sí creo que la belleza, al final, hace lugares mejores y personas más felices.

¿En qué minuto aparece la decisión de crear esta marca?

Cuando hacía mi práctica de arquitectura hubo una crisis económica muy fuerte en Colombia. Desde chiquita siempre quise gobernar un poco mi futuro y mi destino. Y creo que una de las herramientas para hacerlo es tener autonomía, especialmente autonomía económica. Así que en medio de esa crisis pensé que quería hacer algo que me diera esa independencia.

Ya antes había tenido algunos emprendimientos. En la universidad, por ejemplo, monté una fábrica de velas que era fantástica. Después dije: bueno, quiero explorar algo más allá. Y ahí aparecieron los jabones. Me di cuenta de que no eran solo un objeto cotidiano, sino que podían embellecer un espacio, enaltecer el ritual del baño. Y me fascinó, porque reunía esa parte química, de alquimia, de mezclar ingredientes y plantas. Entonces dije: “voy a hacer jabones”. Por ahí empezó todo.

Al comienzo se llamó la jabonería. Pero después sentí que quería honrar algo más grande: esa energía de la casa de recreo donde crecí, con un lago lleno de lotos. Porque los lotos también representan otra manera de hacer las cosas, con calma, transformando las rutinas en rituales. Y para mí eso es esencial: darle valor al tiempo, a lo que haces cada día, para que no sea mecánico sino tenga un sentido.

Sí, de hecho hoy en la mañana hiciste del momento de corte de cinta, un ritual…

Sí, para mí es importante vivir los momentos con el significado que tienen. Abrir una tienda nueva en Chile, rodeada de gente maravillosa, es algo muy especial, soy afortunada. Entonces pienso: “¿sabes qué? Este también es un momento para hacer conciencia y agradecer”.

Creo que cualquier logro, por más pequeño que sea, merece ser celebrado, agradecido y vivido con plena consciencia. Que no pasen como si fueran cualquier cosa más.

Más que belleza, bienestar

Al recorrer la tienda de Loto del Sur, lo primero que aparece es la experiencia sensorial: aromas, texturas e ingredientes que parecen traer un pedazo de naturaleza a la ciudad. Y no es casualidad. Esta marca nace justamente de la idea de celebrar la cultura, los rituales y la biodiversidad latinoamericana a través del poder de las plantas, de ese ecosistema único que Johana ha querido traducir en frascos y fórmulas.

“Yo creo ciegamente en el poder de las plantas”, dice. “En mis momentos de crisis siempre me sostienen. Los aceites esenciales son para mí el oro líquido que extrae la planta: un destilado mágico con efectos en la salud, el bienestar y las emociones. Hay secretos maravillosos ahí, al servicio de todos”.

¿En esto los aromas son protagonistas?

Yo creo que el olfato es un sentido mágico. Es el único que no pasa por la razón antes de sentirse, sino que se experimenta de manera inmediata: es un impulso, una reacción emocional, un sentido primario pero superpoderoso.

Con los aromas tenemos la capacidad de despertar emociones: algo que revitaliza, que relaja, que te trae un recuerdo. A veces vas caminando, sientes el perfume que usaba tu primer novio y dices: “Dios mío”. Te transporta al instante. Ese es el poder del olfato: llevarte a otros lugares, a otros momentos, despertar emociones que no son conscientes pero que igual se viven.

Loto del Sur tiene productos para la belleza y el bienestar. ¿Ves la belleza más allá de lo estético?

Sí. Para mí la belleza va mucho más allá de lo estético. Tiene que ver con cultivar el amor propio y, a través de él, la confianza. Desde chiquita eso me marcó: la confianza que me entregaba mi papá fue fundamental. Y la confianza es transformadora: no solo en lo individual, también en comunidad, como continente, como región. Sentir orgullo de esta biodiversidad que tenemos, de pertenecer a un territorio mágico donde incluso hablamos un mismo idioma de norte a sur, eso también es belleza.

Y creo que cuando te das el espacio de cuidarte conscientemente, entiendes que no es solo un placer, también es tu responsabilidad.

Al final, no hay nada que irradie más belleza que una persona feliz, segura de sí misma y contenta con quién es.

Después del camino que has recorrido, ¿cuál es la enseñanza más importante que te gustaría transmitirle a otras mujeres?

Lo primero es que las mujeres, sobre todo, entendamos la importancia de creer en nuestros sueños. A veces uno sacrifica muchas cosas porque está entregada a la familia, a los hijos, a miles de cosas. Pero hay una frase que me hizo mucho sentido: las mamás debemos perseguir más nuestros sueños, porque hay niños que nos están mirando. Y en la medida en que ellos vean que uno persigue los suyos, entienden que ellos también tienen que perseguir los de ellos. Ese es un gran ejemplo.

Lo otro es que no perdamos de vista algo esencial: querer gobernar nuestro futuro y nuestra vida. Hay muchos caminos para eso, pero creo que debería ser un objetivo que nos trazáramos todas: pensar qué tengo que hacer para poder gobernar lo que quiero hacer con mi vida.

Y lo último es construir esa confianza, ese amor propio y esos espacios de conexión con una misma. Creo que eso es muy importante también para Loto del Sur. Al final, esos momentos en que hacemos de lo cotidiano un ritual no son un lujo: son parte de nuestro bienestar.

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