Hablemos de amor: Él se atrevió pero yo me asusté
Un británico cruzó un país solo para verla en Barcelona. A pesar de que Natalie sintió la ternura de un amor genuino, el miedo la llevó a dejarlo ir.
Viví tres años fuera de Chile y, durante el último, ya soltera, me instalé en Barcelona para estudiar. Fue allí donde decidí descargar una de tantas apps de citas que existen y, para mi sorpresa, ¡bingo!: hice match con un chico de Inglaterra.
Durante semanas hablamos a diario. Las conversaciones eran profundas y auténticas. Había una conexión genuina, recíproca. Me contó que viajaría a Barcelona meses más tarde, para uno de esos festivales que abundan en la ciudad, y que quizás podríamos vernos. Pero no quiso esperar tanto: un día simplemente me escribió “compré los pasajes, te veo el próximo fin de semana”.
Era alto, de ojos verdes, guapo. Pero lo que más me sorprendió fue que era cariñoso y atento, especialmente siendo británico. Confieso que tenía prejuicios sobre cierta frialdad emocional de los europeos, pero él me descolocó desde el inicio. Nos conocimos un viernes, después de mis clases. El sábado también lo vi —esos días yo salía corriendo de la universidad para encontrarlo— y el domingo seguimos juntos. Fue un fin de semana lleno de gestos pequeños, de complicidad, de risas y caminatas. Aunque a veces su acento inglés me costaba, logramos entendernos.
El último día me sorprendió con entradas para el Palau de la Música, un lugar icónico en Barcelona para ver ópera y conciertos. Durante todo el evento no me soltó de la mano, me miraba con ternura, con una dulzura inesperada. Pero algo en mí se bloqueó. Ese día comencé a sentirme distante, desconectada. Él seguía siendo el mismo: dulce, atento, ilusionado. Y yo no supe cómo sostener eso. Lo dejé ir, sin comprender del todo por qué.
Volvió a Inglaterra y me escribió que quería seguir conociéndome, que le había encantado estar conmigo y deseaba construir algo. Pero en vez de emocionarme, sentí un nudo. Respondí con frialdad, con mensajes breves, cada vez más escasos. Quería explicarle tantas cosas: que ya había tenido relaciones a distancia que no resultaron, que mi vida en Barcelona era incierta, que estaba terminando el máster sin saber si me quedaría en Europa o volvería a Chile… pero nunca lo hice. Antes de poder sincerarme, me bloqueó.
Hoy estoy de vuelta en Chile, con el máster finalizado y la cabeza llena de reflexiones. Pienso mucho en él. En lo valiente que fue al cruzar un país para verme, en lo generoso de su cariño. En su forma de estar. Y me pregunto si el destino me puso delante un amor de esos que no se encuentran fácilmente y que yo, por miedo o por falta de valentía, dejé ir. Quizás no era el momento. Quizás no era nuestra historia.
Lo que hoy entiendo es que no se trataba de que él no fuera suficiente, sino de que yo estaba en otro lugar emocionalmente. Decidí priorizarme, protegerme, evitar otra historia a medias y a la distancia. Pero me queda la duda: ¿y si lo hubiese intentado? ¿Y si le hubiese explicado?
Tal vez era simplemente él. Ese “qué habría pasado” que una guarda con cariño y un poco de nostalgia. Ese amor que llegó, se mostró por completo, y al que yo no supe darle la oportunidad. He intentado recordarlo con cariño, a pesar de lo breve del encuentro, porque la conexión fue real. Puede que él ya no me recuerde. Aun así, me gustaría volver a escribirle, explicarle y darle las gracias. Decirle que aprendí. Que ahora estoy más atenta, y que si la vida vuelve a ponerme frente a un buen amor, no lo dejaré ir.
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