Manifestaciones sociales: ¿Cómo será el activismo del futuro?

De acuerdo con cifras publicadas por el Armed Conflict Location & Event Data Project, durante el último año se han registrado 1,768 manifestaciones en Chile. De ellas, 1.487 han sido pacíficas, 245 han tenido intervención de la policía y en 36 casos se ha registrado uso de fuerza excesiva por parte de ésta en contra de los manifestantes.

Y es que salir a las calles a manifestarse conlleva riesgos. Pero actualmente ser ciudadanos políticamente activos que ejercen su derecho alzar la voz en la vía pública reviste un peligro que antes era impensado en las marchas y convocatorias que marcaron un 2019 caracterizado por el descontento social. Se trata de un virus invisible que acecha ahí precisamente donde los activistas solían obtener la fuerza para defender sus causas: en las masas.

Pero contrario a lo que podríamos creer, lejos de detenerse, el activismo y la defensa de las convicciones de los chilenos no se ha detenido en tiempos de Covid-19. “Uno tiende a pensar que la pandemia ha parado las manifestaciones sociales, pero los datos muestran otra cosa”, explica el sociólogo del COES, Nicolás Somma. “Si comparamos datos del período desde que se conoció el primer caso de coronavirus en marzo hasta fines de mayo con el mismo tramo del 2019, vemos que las protestas aumentaron. Casi se duplicaron en 2020”.

¿Cómo es eso posible si, desde que se conoció la noticia del virus se han venido estableciendo cuarentenas, toques de queda, cordones sanitarios y otras restricciones en distintas ciudades del país? La respuesta está en los cambios que ha sufrido el activismo político y social. “Hay grupos que antes estaban menos movilizados y que durante la pandemia se han movilizado mucho, por ejemplo, los trabajadores de la salud. En varias partes del país se han manifestado por falta de insumos médicos y por las condiciones en las que tienen que desempeñar su trabajo”, explica Somma.

“El coronavirus suprime las oportunidades de grandes manifestaciones porque no hay ningún movimiento que, en su sano juicio, vaya a llamar a la gente a movilizarse, sería peligroso y penado por la ley. Pero sí hay otro tipo de manifestaciones, más chicas, más localizadas y de naturaleza más territorial que están empezando a aparecer porque el virus trae angustia hambre y desazón”. Y esos sentimientos tienen que manifestarse, según explica el especialista.

También existen otros espacios lejos del plano físico para ejercer el activismo. “El volcarse hacia lo digital es casi la única alternativa que tienen los movimientos sociales organizados y eso sí tiene un impacto, pero es distinto al que generan 100.000 personas en la calle”, explica Nicolás Somma. “Las redes sociales son consumidas por sectores de élite de la sociedad y eso no podemos olvidarlo”.

Si bien ese tipo de manifestaciones y de activismo digital llega a cierto público, no llega a todos. “Quizás su impacto está precisamente en que llega a personas que están más cerca de la toma de decisiones”, plantea Somma. A pesar de esto, el especialista es enfático en recalcar que 15 millones de clicks no logran lo mismo que mil personas en la calle, bien organizadas y con una demanda concreta.

A pesar del alcance limitado, hasta ahora la tendencia en el mundo del activismo ha sido digital: los propulsores de Fridays for Future que solían manifestarse cada viernes contra el cambio climático en distintos países del mundo, actualmente lo hacen desde sus casas, a través de posteos en redes sociales con fotos y hashtags al terminar la semana. Y estas fórmulas también cobran fuerza en Chile. El pasado primero de mayo la CUT no convocó a su tradicional marcha por la Alameda para conmemorar el Día de los Trabajadores, sino que realizó una convocatoria a través de internet en la que habló su presidenta, Bárbara Figueroa. Lo mismo ocurrió con la cuenta pública feminista organizada por la Coordinadora 8M que, en su tercera versión, fue entregada completamente online vía Twitter, o lo que ocurrió con el pañuelazo de la Mesa de Acción por el Aborto que logró reunir miles de fotos de manifestantes con el tradicional pañuelo verde representativo de la causa en redes sociales.

Sin embargo, existe otro problema que amenaza el éxito de un futuro digital para el activismo y se trata de la saturación. Si efectivamente la vía es la manifestación digital, Nicolás Somma advierte que si todos estamos constantemente cliqueando y publicando contenido vinculado a causas y activismo, el sistema colapsa. “Si estamos permanentemente retwitetando y compartiendo eso satura la esfera pública. El valor de nuestro mensaje se va a ver mermado, porque hay mucha otra gente que está haciendo lo mismo con otras causas”, explica. “El activismo digital que está bien dadas las circunstancias, pero no estoy seguro de la capacidad que tenga para generar grandes cambios”.

“Espero que –en un futuro sin pandemia– el activismo vuelva a la calle. Si la gente solo se manifestase de manera digital se perdería un elemento muy importante de la democracia, que es el que la gente que no se siente escuchada salga a protestar y manifieste sus demandas en la calle”, comenta el sociólogo. Para el especialista, la pandemia tiene un costo muy alto en términos sociales, porque son precisamente las cuarentenas, las guerras, catástrofes naturales o los toques de queda las circunstancias más adversas para el activismo social. “A pesar de todo lo que está pasando vemos que la cantidad de protestas registradas en las bases de datos aumenta. Si en condiciones tan adversas como estas la gente sigue saliendo a la calle –de otra forma y con otros resguardos–, eso habla de que el activismo tiene larga vida por delante”.

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