Nuestras lectoras preguntan: ¿Cómo ayudarlos a superar la muerte de una mascota?

La maternidad, al ser un mundo desconocido para quienes se enfrentan a ella por primera vez, viene llena de preguntas e incertidumbres. En Paula queremos acompañarte en este proceso muchas veces complejo, buscando las respuestas a tus inquietudes.




LA PREGUNTA

“Nuestra perrita está es muy vieja y la veterinaria ya nos avisó que no le queda más que un par de semanas. La tenemos hace casi diez años, y mi hijo, que tiene 6, prácticamente se crió pensando en que era su “hermana perra”. Estoy preocupada por la reacción que tenga él cuando la perrita se muera. Me gustaría saber cuál es la mejor forma de abordarlo”.

María Paz Villanueva, 34 años.

LA RESPUESTA

“Recuérdame, aunque tenga que emigrar, recuérdame”, dice la canción de la exitosa película de Disney, Coco, que desde su estreno, planteó la importancia de educar a niñas y niños sobre la muerte. En ella, se enseñaba que, independiente de la religión y las creencias que cada cultura o familia tengan, era importante no olvidar a nuestros seres queridos que mueren, porque en la medida que los recordemos, ellos “seguirán vivos” en nuestro corazón y en nuestra mente.

María Pía Castro, psicóloga infanto juvenil de Clínica Santa María, dice que esta es una buena manera de enfrentar este tema con las niñas y niños. “La muerte de una mascota suele ser una de las primeras experiencias de pérdida a la que se deben enfrentar y por tanto es una buena oportunidad para explicarles este proceso. Por eso, nunca debemos engañarlos diciéndoles que está en el veterinario, que se fue a vivir a otro lado, o que se fue al cielo. Lo correcto es decirles exactamente lo que pasó, por ejemplo que estaba enfermo y que el doctor hizo lo posible por salvarlo o que ya estaba muy viejito y cumplió su ciclo de vida”, explica.

Eso permite que las niñas y niños puedan vivir el duelo que es fundamental para que una vivencia como ésta, no genere un trauma. “Hay que dejarlos vivir la pena, que lloren si quieren hacerlo y en esos momentos lo ideal es reforzar la idea de que si bien ya no están físicamente, van a tener sus recuerdos, especialmente aquellos positivos, de todo el tiempo que fueron felices juntos. Lo peor es evitar hablarles del tema o esconder los recuerdos”, agrega.

Esto es relevante porque –explica María Pía– somos un país que culturalmente tiene muy poco elaborado el tema de la muerte. “No celebramos la muerte, tratamos de olvidar rápido y de no hablar del tema. Y es lo peor que podemos hacer, porque si las niñas o niños no viven ese proceso, en algún momento va a florecer. Lo normal es que lloren, se sientan tristes porque ya no está su mascota, que se acostumbren a estar sin ella”. Y tal como dice Coco, que las recuerden. “En terapia muchas veces usamos esa película porque es un buen ejemplo. Allí se muestra la importancia de los rituales, independiente de la creencia de cada familia, porque algunos pueden pensar que los que fallecen se van al cielo, otros que simplemente se entierran, pero que si los mantenemos en nuestros recuerdos, ellos van a estar bien”.

En ese sentido, el ritual inicial es importante y a los niños se les debe hacer partícipes. Que ellos también puedan elegir si quieren enterrarlo en el patio, si quieren guardar sus cenizas. Si quieren dejar una foto en algún lugar importante de la casa. “Y esto también con las personas. No solemos llevar a las niñas y niños a los funerales, pero sería bueno que les preguntemos si quieren ir a esa despedida, porque está bien que vean que ese cuerpo ya no está. Eufemismos como que se lo llevó diosito o el ratón Pérez, solo los pueden confundir y nos les permiten hacer el cierre. Porque su lógica es “si estaba acá, ahora dónde está”, lo que les podría provocar más angustia, porque si mi mascota desapareció así, mi mamá también podría desaparecer. O cualquier otro ser querido”, aclara Castro.

Eso es clave para que no sientan miedo a otras pérdidas. Y también hablarles de los ciclos de la vida. “Se pueden usar otros elementos de la naturaleza para mostrar que la vida tiene un ciclo, que uno nace, crece, se desarrolla y muere. Pero todo tiene su tiempo y eso significa que, si se cuidan, van a estar mucho más tiempo juntos”.

¿Reemplazarlos?

La idea de tener una nueva mascota debe nacer de ellos. “Uno puede preguntarles, pero ellos tienen que decidir. Y también hay que ser claros en que no es un reemplazo, que va a ser un perrito o gatito nuevo, distinto, con otro nombre y otra historia”, dice María Pía y recalca que por ningún motivo hay que engañarlos. “Hay papás que, especialmente en el caso de las tortugas o los hámster, los reemplazan intentando que las niñas y niños no se den cuenta, pero obviamente se dan cuenta y eso es complejo, porque les pueden generar, además desconfianza”.

Por eso lo más importante es ser claros, decir la verdad y respetar sus tiempos. “Se habla de que un duelo patológico es después de los seis meses. Que un niño siga con una pena muy fuerte, que vuelva a dormir con los papás o tenga otro tipo de retrocesos en su desarrollo. Si esta pena altera su vida, no les permite tener la autonomía que tenían antes, durante más de un mes, quizás en bueno consultar porque puede ser que la muerte de la mascota haya abierto otra herida, o quizás fue una muerte muy traumática que presenció y escuchó algo. Pero lo normal es que las niñas y niños en un par de semanas ya estén más tranquilos. Siempre y cuando en ese proceso se hayan sentido contenerlos y les hayan resuelto todas sus dudas”, concluye Castro .

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