Nuestras lectoras preguntan: Hijas o hijos perfeccionistas, ¿Cómo ayudarlos?

La maternidad, al ser un mundo desconocido para quienes se enfrentan a ella por primera vez, viene llena de preguntas e incertidumbres. En Paula queremos acompañarte en este proceso muchas veces complejo, buscando las respuestas a tus inquietudes.




LA PREGUNTA

“Tengo una hija de 10 años que siempre ha sido muy matea en el colegio, no baja del promedio 6.9. El problema es que durante la cuarentena ella me ha exigido mantener el ritmo que tenía antes. Le mandan guías y ella quiere hacerlas todas y cumplir con los tiempos, pero yo trabajo y no tengo tiempo para hacer las guías, explicarle, luego imprimirlas, escanearlas y enviarlas. Si fuera por mí haría algunas, pero sin la exigencia del colegio, sin embargo, mi hija se frustra, no entiende que estamos en una situación excepcional y necesita hacerlas todas para estar tranquila. Esto me ha demostrado que es muy perfeccionista y me preocupa que esa falta de flexibilidad le juegue en contra”.

Andrea González, 37 años.

LA RESPUESTA

Las niñas y niños demasiado perfeccionistas muchas veces no son capaces de disfrutar sus logros ya que buscan constantemente agradar a los demás, sobre todo a sus padres, por eso es necesario ayudarles a bajar el nivel de exigencia que ellos mismos se han impuesto. Así lo explica la psicóloga Mariela Baquedano (@psicologa_mariela_baquedano) quien dice que esto puede deberse a diversas razones, una de ellas es su propio temperamento o forma de ser. “Son niñas y niños con un pensamiento rígido, a los que les cuesta flexibilizar y que sólo ven una forma de hacer las cosas. Un ejemplo concreto es cuando comienzan a escribir y quieren hacer la letra A y tiene que ser perfectamente redonda y si no sale así, la borran y lo vuelven a intentar hasta que les resulta”.

Otra razón es lo que aprenden u observan de sus propios padres, madres o cuidadores. “Siempre las personas estamos entregando mensajes sobre nuestras expectativas, eso es consciente o inconscientemente. Hay padres que son exitosos o que son orientados al éxito y, en esos casos, dentro del sistema familiar se dan valoraciones a cierto tipo de cosas. Por ejemplo, si los padres alaban al compañero que se sacó un 7 en una prueba difícil, aunque a su hijo le digan que su nota 6 está bien, le están enviando el mensaje de que sacarse el 7 es mejor”, explica Mariela. Y agrega: “A veces, sin darnos cuenta tenemos este tipo de conductas con nuestro propio trabajo; o la forma en que tenemos de reaccionar cuando algo no nos resulta. Si a mí las cosas no me salen como quiero y me enojo o me pongo de mal humor, eso es lo mismo que mis hijos están aprendiendo, porque es lo que están observando”.

También ocurre que los papás y mamás, con una buena intención, incluso con amor –dice la especialista– quieren que los hijos tengan excelentes logros académicos pensando en asegurar su futuro, pero hay que tener cuidado cuando promovemos la competitividad en lugar de la colaboración. “En la competencia siempre existe una comparación, porque es la manera de medir. Pero la comparación con otros puede ser muy dañina, es más importante la que hacemos con nosotros mismos y nuestros avances”, dice.

En estos casos, Baquedano asegura que es clave trabajar la tolerancia a la frustración. “Lo que ocurre con las niñas y niños que son más perfeccionistas es que tienden a frustrarse mucho porque las cosas no resultan como ellos quieren y se quedan entrampados por la rigidez de su pensamiento, sin encontrar otros caminos. Esta autoexigencia, y el tener que volver a hacer algo muchas veces –ahí también hay un pensamiento un poco obsesivo– genera rabia y frustración, porque no quedan satisfechos con lo que lograron hacer”.

¿Cómo los ayudamos?

Según la experta hay varios puntos que se pueden trabajar con ellos desde la casa:

  • Bajar el nivel de exigencia, sobre todo en la situación que estamos viviendo actualmente.
  • Comprender la dificultad que tiene la niña o niño, ya que puede pasar que no sea tan perfeccionista, si no que hay algo que le está costando lograr y eso lo va a llevar a perseverar. El problema es que si en el error, sin ver alternativas o sin lograr ver el camino para hacerlo mejor, se puede frustrar. Ahí los padres tienen que estar atentos a analizar la dificultad específica que está enfrentando.
  • Aprovechar la oportunidad para enseñar que no hay fracasos, solo aprendizajes sobre otras formas de hacer las cosas que no estamos viendo y que son importantes para lograr el objetivo.
  • Motivar y reconocer el esfuerzo. Que la atención de los padres esté puesta en el proceso y no en el resultado. Porque lo valioso, lo que le va a quedar para la vida, es el esfuerzo que se realiza en el proceso.
  • Por último, cuando la conducta es muy recurrente es bueno apoyarse con terapias. “Las Flores de Bach, por ejemplo, son una buena herramienta ya que en la mayoría de los niños funcionan muy bien como reguladores de los estados emocionales”, dice Mariela. Tener en cuenta esto es importante, ya que una niña o niño que se siente frustrado, también puede presentar sentimientos como la angustia, temor o ansiedad.

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