El sostén: una elección




Suele ocurrir que cuando estamos a punto de comprar ropa nos "surge una duda" y le preguntamos a una amiga cómo nos queda lo que nos estamos probando. Aunque incluir a otra persona en la decisión personal de consumo es un gesto aparentemente menor, pone en evidencia que a veces elegimos prendas no sólo para darnos en el gusto a nosotras mismas, sino que también estamos pensando en alguien más. Vernos "deseables" en el espejo es proyectar una mirada ajena a la nuestra sobre nuestros cuerpos y con la ropa interior esta dinámica se da más directamente, porque se "reserva" para espacios más íntimos en los que efectivamente el deseo de otro puede ser algo buscado.

El año 2018 la consultora GFK Adimark realizó una encuesta a mujeres chilenas sobre sus preferencias en cuanto a sostenes y la gran mayoría confesó elegir modelos que aumentaran el tamaño de las pechugas, ojalá asociados a calzones que moldearan la cintura. En la misma encuesta, la mayoría aseguraba privilegiar la forma en cómo se veía el sostén –es decir su función estética– antes de que fuera realmente cómodo –su función práctica–.

Lo que esconde el hecho de anteponer la mirada de "otro" por sobre la nuestra es un afán de controlar el deseo que podemos provocar con nuestro cuerpo, pasando por alto aspectos básicos como la función que cumple la ropa. ¿Pero quién ese ese otro y qué considera deseable? Hasta hace un par de años, cuando el diario norteamericano HuffPost todavía se llamaba The Huffington Post, publicaba anualmente un artículo en colaboración con el sitio askmen.com a partir de los resultados de una encuesta en la que se le preguntaba a los hombres sobre sus preferencias en cuanto a la ropa interior femenina. ¿El resultado? Tangas y sostenes push-up eran los favoritos, seguidos muy de cerca por los tops de encaje. Todas tenían en común ser prendas perpetuadas como deseables por la pornografía, uno de los principales canales por los que se normaliza la violencia contra la mujer. Simone de Beauvoir dijo que el género femenino se sustenta históricamente en un "ser para otros" mientras que el género masculino en un "ser para uno mismo". Y aunque su teoría es del año 1949, ese diagnostico sigue vigente y se aplica hasta en la intimidad de nuestros sostenes.

Actualmente el sistema de dominación masculina funciona tan autónomamente que ni quisiera los hombres tienen que mantenerlo vigente. ¿Cómo así? La persona que creó askmen.com, el sitio que validaba la opinión de los hombres para la guía de consumo de ropa interior femenina, fue una mujer. Y si bien ese "otro" para el que se elige la ropa interior, dependiendo del caso, puede ser hombre, mujer o cualquiera de las opciones entre medio, la idea predominante de lo que consideramos "deseable" suele estar determinada por estándares tradicionalmente masculinos.

"La mujer deseable es sexy, pero no sexual", dice la escritora norteamericana Jessica Valenti, fundadora de Feministing.com. "Es joven, blanca y delgada. Es una porrista, una niñera, es accesible y tiene ganas de agradar. Nunca es una mujer de color. Nunca es una mujer de bajos recursos o una gorda. Nunca está discapacitada". Y lo deseable encuentra en el mercado de la lencería un mundo donde expandirse. Es que diferencia del reducido mercado de la ropa interior para hombres, la lencería pareciera ser una industria desarrollada exclusivamente para el consumo de las mujeres y el sostén, más allá de su función práctica (que ya ha sido cuestionada por quienes postulan que ocuparlos podría tener una relación con el cáncer de mamas porque comprimirían ciertos ganglios linfáticos, originando con el tiempo nódulos fibrosos) es una prenda que muchas mujeres ocupan a diario. Y que tiene –querámoslo o no– una importante función visual para generar deseo.

Si bien no es estrictamente necesario para sostener nada, el sujetador está tradicionalmente asociada a la intimidad femenina. Son prendas delicadas, que evocan flores con sus bordados y están literalmente adheridas a la piel. El filósofo francés Roland Barthes decía que el encubrimiento forma parte esencial de lo erótico. "El lugar más erótico de un cuerpo es aquel donde la vestimenta se abre y se ve una zona de la piel que centellea entre dos piezas", escribía. Por su lado, el teórico Georges Bataille planteaba que todo acto erótico persigue como fin alcanzar al ser en su dimensión más íntima. "Y en ese sentido, la acción definitiva sería quitarse la ropa". Esto, frente a otra persona.

¿Pero cómo podemos definir lo deseable o no para alguien que no somos nosotras? El año 2015 en las páginas de tendencias del New York Times un artículo titulaba que las nuevas generaciones de mujeres había encontrado una prenda interior para redefinir lo sexy: los calzones de sus abuelas. La razón no era sólo estética. Los tradicionales calzones de algodón sin estampados eran seguros, prácticos y además cubrían más volumen que las tangas, lo que acentuaba la sensación de contención. El artículo hacía eco de una tendencia que crecía en el mercado americano: cada vez más mujeres comenzaban a considerar la sexualidad como un espacio para el propio placer y no el de otros, que era para quienes estaba diseñada la ropa interior "sexy".

Esta tendencia, según el reportaje, le devolvía a cada persona la posibilidad de definir qué era lo erótico y ocupar la lencería para jugar con eso. Y para muchas mujeres lo "sexy", a diferencia de lo que proponían las grandes marcas, tenía que ver con ser natural. Las compañías de ropa interior norteamericanas comenzaron a percibir esta tendencia y cambiaron sus estrategias. Si, por ejemplo, el año 2013 había 9.7 millones personas viendo el desfile de Victoria's Secret –que perpetuaba formas irreales de cuerpos femeninos en prendas mínimas de ropa interior– para el 2017 la audiencia de ese show había bajado a cinco millones, hasta que el año pasado el desfile se suspendió definitivamente.

Y lo que ha cambiado no son los cuerpos de las mujeres ni la necesidad o no de ocupar sostén, sino el valor que, como usuarias, le damos a las prendas íntimas. El año 2016 la chilena Leslie San Martín fundó Amelie Lencería, una pequeña compañía de ropa interior independiente que surgió por la poca oferta que su dueña detectó en el mundo de los bralettes. "Antes se usaban más sostenes con barba, pero a mi me interesaba crear sujetadores que fueran más delicados, independiente de si tienes más volumen o no. El uso del bralette es una decisión. Lo que busca es respetar las formas naturales, porque los push-up proponen bultos irreales, asociados a mujeres artificiales y creo que ya no queremos eso", dice.

Esta marca, como muchas otras de lencería creadas por mujeres se enfrentan actualmente a la venta digital. "Si bien muchas mujeres no compran ropa interior sin probársela, esto presenta un desafío interesante para nosotras, que nos abocamos a detallar lo máximo posible las medidas y formas de cada uno de nuestros sostenes", explica Leslie. En Estados Unidos, compañías online como ThirdLove and True&Co. comenzaron hace años probando un probador virtual, que va detallando no sólo las tallas, sino que abriendo un extenso catálogo de las distintas formas que pueden llegar a tener las pechugas. La tendencia que proponen estas marcas independientes es explorar la inclusión de otros géneros y otras tallas.

Es que cuando se trata de sujetadores, el volumen no lo es todo. Mujeres con pechugas del mismo volumen pueden tener tallas distintas en dos marcas diferentes porque la forma en que miden las copas o las cintas varían. Y esto puede ser tremendamente frustrante. En Reddit actualmente hay una comunidad de más de 150.000 mujeres que discuten a diario sobre las tallas de los sostenes y cómo las marcas determinan los tipos de cuerpos. Desde 2014 hay usuarias reuniendo data y aplicando sistemas de mediciones internacionales, experiencias personales y respuestas de otras usuarias crearon en el hilo ABraThatFits/. Es que la talla de sostén no es definitiva ni por cuerpo ni por marca.

"Nuestros cuerpos están siempre cambiando", dice Leslie San Martín. "Cambian constantemente si subimos o bajamos de peso y definitivamente si hemos dado pecho o no. Por eso antes de comprar un sostén es necesario medirse el contorno y la copa, independiente de si en el pasado ocupaste cierta talla. Nuestras necesidades también cambian con la edad. No es lo mismo un top deportivo para una adolescente que un sostén con bretel más grueso para una mujer mayor". La elección del sostén nos devuelve la posibilidad de definir nosotras mismas si queremos ocuparlo y si es así, para quién o para qué. Hasta hace poco muchos creían que las feministas eran mujeres enojadas quemando sostenes en la calle como un acto de liberación. Pero según Jessica Valenti, la quema de sostenes nunca sucedió. "Fue completamente inventado por los medios de comunicación. Un par de mujeres que protestaban por un concurso de Miss América arrojaron unos sostenes en un bote de basura y de alguna manera esto se convirtió en esta idea de larga data de las feministas como quemadores de sujetadores", dice.

Para esta teórica del feminismo, ocupar o no sostenes no hace una gran diferencia. Como tampoco lo hace que a las mujeres se las encasille en extremos como "putas" o "vírgenes". ¿Cuál es la diferencia? "En ambos casos, el valor de las mujeres dependería de su capacidad para complacer a los hombres y moldear su identidad sexual en torno a lo que ellos quieren. Pero realmente no somos eso. Somos bastante más".

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