Pierangela Corcione, matrona: “Mi cáncer me hizo ser una mejor profesional porque sé lo que significa y la importancia que tiene mi rol en la vida de pacientes”




“Me diagnosticaron cáncer el 12 de julio de 2019. Me acuerdo perfecto del día porque fue dos antes de cumplir 22 años.

Estudio obstetricia y todo comenzó en una clase práctica de la universidad en la que nos estaban enseñando a hacer el examen físico para detectar el cáncer de mama. Para ello, usábamos unos fantomas, que son unos muñecos de plástico. Como no son reales y no se aprecia mucho, con una compañera nos empezamos a tocar abajo del pezón. Fue ahí que me sentí algo y le comenté a mi amiga que tenía una pelota. Me dijo que seguramente estaba confundida porque era la primera vez que hacía ese examen. Le pedí a una de mis mejores amigas que también me tocara y ella también sintió la pelotita. Le avisé a la profesora y me dijo que me hiciera una ecografía por si acaso. Me dijo también que seguramente no era nada más que un conducto inflamado. Todos me decían que a mi edad era improbable que fuese algo importante.

Justo en ese tiempo estaba pasando por una depresión, así que me dejé estar; estuve tres meses sin hacerme la eco. No sé por qué unos días antes de mi cumpleaños decidí hacerla. No quería estar con temas pendientes, así que partí. Y me encontraron un tumor. Aunque todo indicaba que sería benigno, cuando conversé nuevamente con mi profesora, esta vez con el examen en la mano, ella me dijo que lo que leyó no la dejaba tranquila y me sugirió ir a otra doctora. Era 11 de julio y la doctora me pidió hacer otra ecografía urgente. Tanto, que agendamos para el día siguiente.

La ecografía y la mamografía que me tomaron salieron mal. Y aunque la doctora me dijo que estuviera tranquila, que no me iba a morir de esto, me advirtió que lo que venía era un tratamiento largo. Curiosamente dos días después vino mi cumpleaños y fue el mejor que he tenido en la vida. Disfruté como nunca antes, porque cuando pasan cosas como estas, la sensación de que la vida se te puede ir en cualquier momento te deja otra mirada. Yo quería disfrutar, vivir el día a día. Es más, ese fin de semana me olvidé del cáncer y decidí que el lunes siguiente partiría con todo.

Aunque en ese momento estaba en el tercer año de carrera, uno muy difícil porque era un híbrido entre clases presenciales y práctica, seguí estudiando porque tuve mucho apoyo de mis profesoras. Dejé de hacer algunas cosas, pero seguí con las prácticas y pude terminar el año. Y obviamente empecé a ver a mis pacientes de otra manera. Me di cuenta de que cuando una mujer pasa por un momento así, las profesionales de la salud a veces somos las únicas personas que estamos ahí al lado acompañándolas. Las pacientes te necesitan y a veces una sonrisa, darles la mano o apoyar tu mano en su hombro son cosas que para ellas significan mucho. Y lo sé porque yo también lo viví.

Actualmente estoy en el internado, que es más extenso que una práctica, y he podido compartir mucho más con las pacientes. Me tocó hacerlo en un consultorio, donde se suele ver más el tema de prevención de cáncer de mama. Ahí he visto a mujeres que le temen a la mamografía o que tienen factores de riesgo importantes y se dejan estar. Y las entiendo. Si yo, que tenía una vida relativamente fácil y privilegiada, me dejé estar tres meses, pienso en esas mujeres que tienen una vida más difícil, que con suerte tienen tiempo para ir a la matrona o a cualquier doctor. No es raro que les cueste ponerse a ellas en primer lugar. Por eso es que hoy siento que mi tarea es ayudarlas en eso.

Recuerdo una paciente que llegó a urgencia y me dijo que tenía miedo, que no sabía si se la iba a poder. Le dije ‘¿le cuento un secreto? Yo también tuve cáncer’. Ella se sorprendió mucho así que usé eso para alentarla y decirle que sí se puede salir de esto, que ella también lo iba a lograr, que se apoyara en sus seres queridos y aceptara la ayuda. Creo que conocer mi historia le dio esperanza.

Por lo general no cuento que tuve cáncer, pero sí trato todos los días de llegar al corazón de mis pacientes y hacerlas entender, con mucho amor, lo importante que es ponerse a ellas primero. Que tenemos que tratarnos como tratamos a las personas que más queremos; a nuestras amigas, hermanas, mamás, a quienes no les decimos que está bien que tengan miedo así que no importa si no se hacen el examen. Por eso tenemos que pensar en nosotras, cuidar nuestro cuerpo, que es lo único que tenemos.

Yo ya terminé mi tratamiento y estoy de alta oncológica. Tuve quimioterapia, radioterapia y una mastectomía completa de la mama izquierda. Estoy terminando mi carrera y siento que toda esta experiencia me ayudó a valorar la vida y lo que decidí estudiar. Uno desde fuera no se da cuenta cómo puede afectar tu disposición al tratar a una paciente, y creo que mi cáncer me hizo ser una mejor profesional, porque sé lo que significa y la importancia que tiene mi rol en la vida de pacientes que no tienen a nadie más que a ti en esos momentos”.

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