¿Por qué las mujeres pedimos tanto perdón?




“Estoy cansada de disculparme por cosas por las que no me arrepiento, pero mi forma de hablar está tan condicionada que creo que tengo que disculparme hasta por ocupar mi espacio”, dice la actriz y comediante estadounidense Sasheer Zamata en uno de sus últimos shows de stand up, donde se queja de la muletilla femenina de andar disculpándose hasta por los errores de los demás. Porque sí, las mujeres nos pasamos pidiendo perdón por todo, hasta cuando otra persona nos pisa en la calle. Si analizáramos más nuestro lenguaje nos daríamos cuenta: ¿cuántas veces pedimos disculpas a diario? Por estar serias o cansadas, por no habernos alcanzado a arreglar, por no estar deacuerdo con alguien, por estar ocupadas, por pedir ayuda, por demorarnos en responder, por no cumplir las espectativas de los demás.

La actriz y comediante Amy Shumer lo retrató de manera excepcional en su delirante show Im Sorry, con una parodia donde varias científicas, entre ellas una Premio Nobel, intentan llevar a cabo un debate interesantísimo y no logran nunca empezarlo porque se enredan en disculpas entre ellas; por interrumpirse, por pedir agua, por hacer sonar el micrófono.. en fin, al final de tanta cortesía, ninguna logra exponer nada. Y no es la única que se lo toma para la risa; la bloguera del Washigton Post Alexandra Petri tradujo algunas frases célebres de la historia dichas por hombres a este “idioma” de la disculpa femenina. Así, cuando Julio César dijo “Veni, vidi, vinci” nosotras hubiesemos dicho algo como “No es que quiera echarme flores, pero sí que estuve en esos sitios, me sentí muy honrada de formar parte de nuestro equipo y de ver cómo hicimos aquel increíble trabajo de conquistar esos lugares”. O cuando Martin Luther King dijo “I have a dream”, nosotras hubieramos dicho “Lo siento, pero se me ha ocurrido algo, probablemente sea una locura, pero mira, mientras estamos tratando de lidiar con este problema, ¿puede ser que haya tenido una idea o una visión sobre el futuro?”.

A otras mujeres les preocupa en serio, tanto que incluso desarrollan herramientas prácticas para salvarnos: la empresaria Tami Reiis y la Lingüista Deborah Tannen crearon la app para gmail Just Not Sorry, que detecta las diferentes formas que tenemos de “sobre” disculparnos en los correos electrónicos, así podemos rectificar nuestro lenguaje a tiempo y no caer en esta mala práctica, que ningún favor nos hace. El tema es que, ya sea en broma o con preocupación, hasta los estudios lo avalan. La investigación When and Why Women Apologize More than Men de la Universidad de Waterloo concluyó que aunque los hombres están tan dispuestos como las mujeres a disculparse, tienen un umbral más alto para sentir que necesitan realmente hacerlo. Las mujeres somos las que nos pasamos repartiendo perdones sin sentido durante el día y eso, según la socióloga canadiense Maja Jovanovic en su charla TED How Apologies Kill Our Confidence, “nos empequeñece ante los ojos de los demás, nos hace parecer más tímidas de lo que somos y, sobre todo, mina nuestra confianza en nosotras mismas”.

Las psicólogas chilenas Francesca Chiappini de SORORED y Belén Gómez de CIDEM, atribuyen el automatismo de pedir perdón constantemente con el sistema cultural y sociopolítico en el que hemos crecido. “Se nos ha enseñado que debemos ocupar poco espacio; nuestras madres y abuelas crecieron para ocupar el menor espacio público y privado posible, ínfimamente determinado, en todo sentido, desde el tono de voz; que debía ser tenue y bajo, en las conversaciones no se debía interrumpir, hasta en el contenido de las conversaciones, donde la razón y la validación de la verdad la tenía la masculinidad. Hoy grandes mujeres nos han ido abriendo espacios, pero no estamos seguras de cuán cómodas nos sentimos en esos espacios, de cuánto es lo que realmente podemos subir el tono, de cuánto podemos interrumpir, liderar, cambiar, de tomar la iniciativa en nuestras libertades. El pedir perdón constantemente sería una expresión de esta transgresión del espacio, de esta culpa traducida en vergüenza o timidez de haber traspasado un límite que está difuso al parecer”. Ambas agregan, para graficarlo mejor, el término de Marcela Lagarde “autoestima de género”, para mostrar que nuestra autovaloración está absolutamente teñida y dañada, y este daño no solo se refiere a la falta de acceso a recursos, sino sobre todo a un daño en nuestra autoestima, es decir, a nuestra subjetividad: a la posibilidad de las mujeres de aceptar y reconocer nuestras propias habilidades y capacidades para vivirlas.

¿De qué forma podemos irnos liberando de esa “perdonitis”?

Para Belén y Francesca se trata justamente de este ejercicio: “desprivatizar”, es decir hablar, de ello, ya sea para estudiarlo, para denunciarlo o para reirnos en un show de stand up. Lo importante es tomar conciencia de manera colectiva de nuestro lenguaje y hacer una limpieza entre los perdones necesarios y los automáticos. “Hay que sacar a la luz esta experiencia que pueden compartir muchas mujeres, mostrar que es un dolor y una vergüenza colectiva y que por lo tanto no es una culpa ni una responsabilidad individual, sino que sociocultural. Hacer el ejercicio consciente con otras mujeres, hablarlo, relacionarlo con nuestra historia, entenderlo y validarlo, ejercitar el músculo de permitirse ocupar espacios con otras, espacios que no estamos acostumbradas y hacerlo juntas”.

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