¿Qué es el mansplaining y por qué nos invalida?

Se trata de una práctica que es mucho más habitual de lo que pensamos y que busca deslegitimar las habilidades de una persona –usualmente una mujer– a través del discurso. Como explican los especialistas, un micromachismo cuyas consecuencias son las de invalidar y finalmente silenciar a la mujer. Especialmente en espacios públicos en los que la posición de poder del hombre se ve amenazada.




Que en una reunión laboral un colega hombre diga exactamente lo mismo que nosotras, pero en otras palabras. Que nos interrumpa constantemente mientras estamos hablando. Que hable por encima y sienta la necesidad de “traducirle” al resto lo que estamos exponiendo. Que nos explique, con tono condescendiente, el tópico de la reunión, porque asume que por ser mujeres no tenemos la capacidad de entenderlo.

Todas las situaciones mencionadas son expresiones del mansplaining, un neologismo anglófono que une la palabra man (hombre) y explaining (explicar) para dar cuenta de una práctica que es mucho más habitual de lo que pensamos y que, en definitiva, busca deslegitimar las habilidades de una persona –usualmente una mujer– a través del discurso. Es decir, como explican los especialistas, un micro machismo cuyas consecuencias son las de invalidar y finalmente silenciar a la mujer. Especialmente en espacios públicos en los que la posición de poder del hombre se ve amenazada.

En 2016, la escritora y editora estadounidense Lily Rothman lo definió en el medio The Atlantic como: “Un hábito que consiste en explicarle a otra persona sin tener en cuenta el hecho que esa persona sabe más sobre el tema. Es un comportamiento que suele darse de forma habitual por parte de hombres hacia las mujeres”. Y es que, como explica Miguel Lorente, médico forense español y especialista en la detección de la violencia de género, el mansplaining no es algo aislado en el machismo, si no que se trata de una manifestación concreta, en tanto considera que la condición masculina, y por lo tanto la identidad como hombre, tiene un valor añadido respecto a la identidad de mujer.

“El hombre difícilmente se va a meter a la cocina para decirle a su mujer cómo hacer un huevo frito, pero en un espacio en el que su hombría se ve cuestionada, recurre a esta forma de machismo e imposición por la cual trata de dominar a la mujer a través de una explicación aparentemente inocente. La intención es la de demostrar su posición de superioridad en aquellos espacios que cree que le corresponden. Por lo mismo hay algunos terrenos que facilitan más este tipo de conductas”, explica. “Es un micro machismo en tanto se da en una dosis pequeña, pero no por eso va ser micro en su objetivo. Por eso yo digo que los micro machismos en realidad son macro. El machismo utiliza la fuerza que necesite para conseguir el objetivo. Y, a su vez, estas conductas se van normalizando, entonces tampoco es necesario hacer grandes ejercicios de violencia o intimidación. Los dispositivos de control terminan siendo muy sutiles”.

Según el especialista, la razón por la que el mansplaining ocurre en la esfera pública o en el ámbito laboral, tiene que ver con el hecho que son esos espacios los que históricamente le han “correspondido” al hombre. “El concepto tradicional de masculinidad va relacionado a lo público, porque ahí hay que expresar ese control a base de conductas que generen reconocimiento y validación. En la intimidad de la casa puedes dar un puñetazo en la mesa y logras esa posición de superioridad, pero en el espacio público hay otras maneras de ser reconocidos y validados como hombres. Esas maneras tienen que ver con demostrarle a la mujer, frente a los demás, que ella no sabe tanto como tú. Invalidarla a ella y negar su existencia, porque a la base de la masculinidad tradicional está la negación de todo lo que se asocie a lo femenino”.

La psicóloga clínica y forense, especialista en temas de género y académica de la Universidad Diego Portales, Guila Sosman, explica que el mansplaining es una expresión de violencia psicológica que se manifiesta sobre todo en el ámbito laboral y académico donde los hombres han ejercido una soberanía histórica. “Se trata de no escuchar, no validar sus opiniones, explicar nuevamente lo que ya han dicho o interrumpir para mostrar superioridad intelectual. Este tipo de prácticas perpetúa las dinámicas de violencia de género en las que no se deja expresar libremente a las mujeres y finalmente se las silencia”, explica.

Porque al final, las consecuencias del mansplaining, como explican ambos especialistas, tienen que ver con opacar, invisibilizar y finalmente disminuir la autoestima de la mujer, quien se verá enfrentada a tener que ceder, callarse, o, en su defecto, sufrir las consecuencias de no haberse callado. “¿Qué pasa si la persona que te está poniendo en ese lugar es tu jefe? Te quedas callada porque sabes que habrían repercusiones si es que le respondes. En los escenarios públicos el mansplaining demuestra esa mayor condición de autoridad que se otorgan los hombres, exponiendo su conocimiento o invalidando la opinión de la mujer con la de ellos. Porque su opinión vale más”, explica Lorente. Y esto, tiene consecuencias directas; además de todas las exigencias a las que ya se enfrentan las mujeres, estas circunstancias de machismo generan ansiedad, cansancio, frustración y dificultan la autoestima.

A esto se le suma el hecho que termina siendo un obstáculo más para las mujeres al minuto de abrirse un espacio de opinión y expresión validada. “Constantemente tenemos que enfrentar estas actitudes que están arraigadas y que encuentran su raíz en cómo hemos sido socializados culturalmente. Si pensamos que lo público siempre se lo han atribuido los hombres, obvio que se van a sentir amenazados cuando hay mujeres que tienen el mismo cargo o que están igual o más preparadas que ellos. Responden así cuando sienten que su territorio ha sido invadido. Esto lo vemos mucho en los juicios de familia, en los que el discurso de la mujer no tiene peso por sí solo; tiene que ir acompañado y respaldado por pruebas y testigos. Está la noción de que la mujer es más emocional y como lo emocional es menos valorado, finalmente es como si la mujer no fuese un ser racional y entonces su palabra tiene menos peso”, explica Sosman.

El mansplaining no busca abrir un espacio de diálogo. Es, por lo contrario, un intento por mantener la soberanía del hombre y una posición de poder. Y lo peligroso, según los especialistas, es que sus expresiones han sido tan naturalizadas en lo cotidiano que muchas veces ni las percibimos. “A través del mansplaining no se la escucha a la mujer. Tiene algo de paternalista y condescendiente, y sigue la idea de que hay que cuidarla o protegerla. Se termina infantilizando a la mujer porque no tiene las capacidades necesarias. Y eso es sumamente violento porque minimiza el rol de la mujer”, detalla Sosman.

Existe, como explica Lorente, la tendencia de minimizar el impacto que producen estas prácticas y ahí, en esa fragmentación de las consecuencias, todo se puede trivializar. “Se minimiza el piropo callejero y se minimiza el impacto del mansplaining. Se dice que son tonteras y que no son más que eso. Pero si fragmentamos todo, obvio que parece poco. Al final son prácticas que refuerzan el sistema de desigualdad. El mansplaining es la consecuencia o la respuesta a un escenario nuevo en el que los hombres se sienten amenazados, intimidados o ignorados. Y para un hombre estar en una reunión y no decir nada es peor que no estar”.

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