Síndrome de Wendy: Por qué existe esa necesidad de sentirse aceptadas

El síndrome de Peter Pan hace referencia a las personas que se rehúsan a madurar y hacerse cargo de las responsabilidades que le competen pero ¿Y el síndrome de Wendy?




El síndrome de Wendy es un término que, si bien no se asocia a ningún diagnóstico, se acuñó en la psicología para dar nombre a un conjunto de características asociadas a una necesidad imperiosa de satisfacer a otros y que esconde por detrás un fuerte miedo al rechazo y a no sentirse queridas.

“Comúnmente, por factores culturales, se asocia más a mujeres que a hombres. Se ha observado que es una forma de establecer vínculos con otras personas y se busca inconscientemente hacerse más indispensable para los demás: estar ahí para poder resolver sus necesidades o para poder ayudar en las cosas que el otro requiere. En el fondo lo que se busca es sentir que el vínculo es seguro desde esa posición”, explica la psicóloga Camila Pardo.

Según dice la especialista, lo que tiende a ocurrir es que las propias necesidades de estas personas tienden a caer en un segundo plano y se empiezan a responsabilizar por cosas que no le competen. De esta forma, surge la necesidad de cuidar y complacer a los demás asumiendo una figura maternal que busca hacer feliz a los demás constantemente. Así se viven las relaciones desde el sacrificio, la sobrecarga o del estar siempre abocados al otro. Y es que en este escenario, bajo la dinámica Wendy siempre habrá otro que le acomode esta funcionalidad.

“Cuando decimos que las relaciones de parejas son sanas, son en la medida que establecemos vínculos horizontales con el otro, es decir, cuando existe una dependencia horizontal donde a veces yo estoy sosteniendo la relación y a momentos el otro me sostienen a mí. En cambio, en la dinámica de Wendy se establece un vínculo vertical porque es ella la que está todo el tiempo haciéndose cargo, deja de ser recíproco y no hay experiencia de ser sostenida por el otro o de dejarse caer sobre sus hombros en sus momentos de vulnerabilidad”, especifica la psicóloga.

En la medida en que estas personas estén abocadas en complacer a los demás, en alguna medida se comienza a invisibilizar las propias opiniones, criterios o puntos de vista. Además comienzan a aparecer fuertes repercusiones tales como sobrecarga, desconexión con una misma y un alto grado de estrés y ansiedad que, según comenta Camila, se trabajan con un proceso de autoconocimiento, de los propios recursos y necesidades. “El aprendizaje en estas personas con este conjunto de características es ser ayudados, de poder dejar caerse en otro y que me sostenga, no tener todo resuelto o controlado, sino que también empezar a centrarme en mis propias necesidades y ser capaz de expresarlas a los demás”.

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