Los bancos de semillas que están asegurando la alimentación del futuro

¿Qué pasaría una imprevista catástrofe, -o una ya conocida, como el cambio climático- nos dejase sin algún alimento vegetal? En todo el mundo, bancos de semillas recolectan la mayor cantidad de especies alimentarias. Una de las principales expertas en el tema, la doctora en biología molecular brasileña Vania Azevedo, cuenta cómo se trabaja hoy en este mapeo, ad portas de su visita a Chile para exponer en el Simposio Internacional de Recursos Genéticos para las Américas y el Caribe.


El Centro Internacional de la Papa (CIP) nació en Perú en 1971 con la intención de generar investigación en torno a ese alimento, el camote y otros tubérculos andinos. A través de su Programa Global de Biodiversidad para el Futuro y su Banco de Genes, el CIP lleva años recolectando y conservando la mayor cantidad posible de especies de estos vegetales.

Lejos de ser un esfuerzo aislado, alrededor de todo el mundo existen instituciones como esta, que buscan proteger la diversidad de los alimentos originarios de cada zona. “Nuestro objetivo es complementar la conservación de la naturaleza que los gobiernos hacen en la medida del posible. Recolectamos muestras de esa diversidad y las ponemos en los bancos. Acá tenemos más o menos 5.000 tipos de papas que fueron recolectadas en más de 10 países”, explica Vania Azevedo, directora del Banco de Genes del CIP.

Azevedo será una de las expositoras del XIV Simposio Internacional de Recursos Genéticos para las Américas y el Caribe (SIRGeAC), que se realizará entre el 13 y 15 de diciembre en Valdivia, organizado por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias y la Universidad Austral, en colaboración con instituciones y empresas de alcance internacional. Este encuentro es uno de los más importantes a nivel continental en la materia, y en él, la doctora en biología molecular brasileña hablará sobre la innovación en conservación de alimentos y en el análisis genético, además del efecto que puede tener para afrontar la crisis climática, dando cuenta del trabajo que realizan en el CIP.

El CIP busca proteger la diversidad de papas que existe en el planeta.

El CIP lleva más de 50 años recolectando especies de papas y preocupándose de su conservación, utilizando nitrógeno líquido a -196º, el mismo material que utilizan las mujeres que congelan sus óvulos. Así las mantiene libres de enfermedades y las estudia, haciendo análisis moleculares de ADN y morfológicos, para identificar color, contenido nutricional, diversidad genética y resistencia a enfermedades. Además, el material que se almacena en el centro está a disposición de investigadores de todo el mundo.

Buscando variedades más resistentes

Si bien la labor de organismos como el CIP tiene un valor por la conservación que hacen de los alimentos originarios de un lugar, su utilidad no solo se reduce a algo histórico. Frente a la crisis climática que afecta al planeta, el estudio de estas especies puede ayudar a encontrar cultivos que sean más resistentes a las nuevas condiciones.

“Si pensamos en la agricultura como la tenemos hoy, lo que hacen los científicos y los grandes agricultores, de manera general, es desarrollar variedades comerciales. Y esas variedades comerciales son súper estables, no hay diversidad dentro de ellas, porque ellos quieren una producción bastante homogénea.”, dice Azevedo y agrega: “Si el clima cambia, si llueve más o se llueve menos, o hace más calor o hace más frío, o si hay nuevas enfermedades, para que tengamos nuevas variedades comerciales que puedan ser adaptadas a esas condiciones necesitamos de diversidad”.

Las investigación de cada variedad ayuda a determinar si es que esa especie en particular es resistente a ciertas condiciones climáticas o enfermedades, permitiendo hacer cruces para desarrollar ejemplares más resistentes. Además de posibilitar una adaptación a nuevas condiciones, también puede ayudar a reducir el uso de fertilizantes y agroquímicos, aportando a una producción más ecológica y sostenible.

Las investigaciones que se hacen en el CIP permiten determinar si es que las variedades tienen alguna resistencia particular a enfermedades o situaciones climáticas.

Al mismo tiempo, la conservación que hace el CIP permite que si algún pequeño agricultor pierde sus cultivos por algún tipo de fenómeno natural, puede recurrir al Banco de Genes para solicitar la variedad con la que trabaja. “En esos casos nosotros hacemos una repatriación y enviamos esos materiales a los agricultores para que puedan seguir sembrando su enorme diversidad en papa. Lo mismo hacemos con camote, pero más en África que en Latinoamérica”, señala Azevedo.

La Doctora en Biología Molecular también destaca que el consumo de mayores variedades de papa podría ayudar a una dieta más nutritiva, considerando que a nivel comercial se suelen comercializar solo cuatro o cinco variedades. Entre los ejemplares que hay conservados en el CIP, hay algunos que tienen alto nivel de zinc y de hierro y otros con alto contenido de Vitamina A.

“Acá en Perú, por ejemplo, es súper común que los agricultores siembran ese montón de variedades en Los Andes; si tú pudieras comer esas diferentes variedades, claro que nutricionalmente es mucho más benéfico para ti que comer simplemente una papa blanca toda tu vida”, dice.

Colaboración internacional

El CIP es parte de un consorcio internacional de investigación agrícola que tiene bancos de germoplasma en otras partes del mundo y cada uno de ellos conserva cultivos que son importantes para la región. Entre otros, México tiene uno especializado en trigo y maíz, Colombia uno enfocado en yuca y frijoles e India uno focalizado en maní y garbanzo.

El trabajo de estos centros se combina con el de esfuerzos de organismos estatales, como el del INIA de Chile, que normalmente conservan una mayor cantidad de cultivos pero con menos variedad dentro de ellos.

Vania Azevedo destaca el ánimo de colaboración que hay entre los distintos centros de conservación del mundo: "Complementamos nuestro trabajo para garantizar que toda la humanidad vaya a tener alimentos en el futuro, pase lo que pase".

“No competimos entre nosotros, sino que nos apoyamos y complementamos nuestro trabajo para garantizar que toda la humanidad vaya a tener alimentos en el futuro, pase lo que pase. Con cambio climático, con guerras, con terremotos, con volcanes, estamos complementando la conservación de esos cultivos en los bancos de germoplasma, garantizando que en cualquier situación tengamos de dónde recoger y sembrar para tener comida”, dice Azevedo.

Parte de esa asociación se ve reflejada en algunos bancos de alimentos que se dedican a almacenar copias de seguridad de otros bancos por si algún accidente o circunstancia llega a afectarlos.

Actualmente se está construyendo uno en Lima para cultivos que no se pueden conservar en semilla, como papa, camote, yuca, plátano, piña, y que se pondrá a disposición de distintas organizaciones latinoamericanas.

“Tengo bastante interés en poder interactuar más con los diferentes centros de investigación de los países de Latinoamérica para que podamos estrechar esa relación de capacitación, de confianza, de colaboración, para que nosotros podamos ayudar a los países con sus otros cultivos también. Entonces es una oportunidad súper buena de estar hablando directamente, cara a cara, en persona con los diferentes curadores de los diferentes países”, valora Azevedo sobre su próxima visita a Chile.

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