Alimentos para mascotas: ¿sabes leer correctamente el etiquetado de lo que come tu animal?

Cómo leer el etiquetado de los alimentos para mascotas.

Que el envase diga "premium", "Sabor a carne" o muestre la foto de una pierna de pollo no servirá de mucho: según los especialistas, para conocer realmente lo que consumen nuestras mascotas, hay que mirar la información nutricional. Aquí enseñan cómo.




Tantas alternativas en el mercado: entre marcas, tipos de alimento —húmedo, semihúmedo o seco—, categorías —de estándar a “súper premium”— y un sinfín de detalles más que, se supone, son factores determinantes a la hora de elegir la comida que se le dará a la mascota en casa.

Para hacerse una idea: según datos de Euromonitor, en 2022 se comercializaron en Chile unas 422.730 toneladas de alimentos para mascotas —un 19% más que en 2017—, a través de 25 compañías diferentes. Y las proyecciones locales apuntan a que al 2027 esa cantidad aumente a 453 mil toneladas.

A eso debemos sumar que, de acuerdo a la última encuesta Cadem de 2022, ocho de cada diez chilenos dice tener al menos una mascota en casa, por la que gasta en promedio 41 mil pesos mensuales, solo en su alimentación. Un presupuesto que puede llegar a los 100 mil dependiendo del alimento que se prefiera.

En una nota anterior de Práctico, entregamos algunos consejos para elegir de mejor manera el alimento que le darás a tu perro y/o gato, siempre contando con la asesoría de una o un veterinario. Esto debido a que cada animal es un caso particular y con necesidades específicas, las que pueden tener injerencia en el tipo de comida que se le debe administrar.

Pero hay otro detalle que quedó pendiente: el etiquetado de los alimentos para mascota. “Muchas veces se toman decisiones por lo que ofrece el empaque o la publicidad, pero se desconoce lo que hay detrás de este producto”, nos decía David Rodríguez, nutriólogo, gastroenterólogo y vocero del Colegio Médico Veterinario de Chile (Colmevet). “Es fácil caer en apreciaciones erróneas”. Una señal de que no todo lo que se mira es oro y de que los consumidores, en general, no estamos lo suficientemente informados para interpretar de manera correcta la información nutricional.

¿Qué dice la normativa chilena?

La Norma Chilena (Nch2546.Of2019), contenida en el Reglamento de Alimentos para Animales (Decreto N°4/2016), establece una serie de requisitos y condiciones para la comercialización de alimentos para mascotas. Entre otras cosas, fija algunas definiciones: qué es un alimento completo, liviano, magro, aditivo, o suplemento; y los clasifica de acuerdo a su contenido de humedad en secos, semihúmedos y húmedos.

Una de las exigencias que se describen ahí es el cumplimiento de la suficiencia nutricional; es decir, que los alimentos completos para perros y gatos deben cumplir con lo establecido en las tablas de perfiles nutricionales de la AAFCO, la NRC o la FEDIAF, tres organizaciones internacionales encargadas de fijar los criterios de comercialización de este tipo de productos en Estados Unidos y Europa.

La rotulación de los ingredientes en la etiqueta, la nomenclatura dependiendo del porcentaje de ingredientes en la fórmula, el porcentaje de proteína, grasa, fibra y humedad que contienen y la declaración de aditivos como BHT, BHA o antioxidantes, son algunos de los elementos establecidos en la normativa chilena.

“A mi juicio, es una normativa muy amplia y que muchas veces dificulta la interpretación del etiquetado por parte del consumidor”, sostiene Katherine Márquez, médica veterinaria, docente universitaria y especialista en nutrición animal. Según ella, un problema de ese texto es que no exige la nómina completa de nutrientes en el análisis (como proteína, grasa, fibra y humedad), por lo que “queda a criterio del productor indicar otros nutrientes de relevancia, como el porcentaje de carbohidratos o cenizas que tienen directa relación con la calidad del alimento”.

A Márquez le parece problemático, además, que la normativa solo exija porcentajes mínimos de proteína o grasa para un alimento, lo que no significa que esté bajo los estándares óptimos o recomendados por los organismos internacionales. “Por ejemplo, se permite que un alimento diga ‘con sabor a pollo’, y que incluya una imagen en su empaque, sin siquiera tener carne de pollo en su formulación”.

En tanto, Gabriela Arcos, médica veterinaria especializada en nutrición y consejera del Colmevet en la Región de Coquimbo, dice que la normativa “es perfectible”: si bien cumple con lo necesario para tener una idea de la calidad del producto, “no obliga a que los ingredientes aparezcan en orden decreciente según su volumen ni indica la digestibilidad de los productos”.

¿Alimentos premium?

Otro de los aspectos establecidos en la normativa nacional tiene que ver con los entes encargados de fiscalizar su cumplimiento. Y estos son dos: el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y el Sernac.

Éste último, en 2021, publicó un estudio acerca de los alimentos secos para perros y gatos, en el que se analiza la información nutricional de diversas alternativas disponibles en el mercado nacional y las contrasta con las declaraciones nutricionales por parte de las empresas. Allí constató que la clasificación de alimentos como Premium, Superpremium, High Premium, y otros similares no responde a una establecida por la normativa ni hace referencia a su calidad.

“En Chile, ni en otros países, existe una normativa que establezca parámetros técnicos respecto de este tipo de clasificaciones; por ende, solo podemos entenderlo como una categoría estrictamente comercial”, afirmaron entonces desde el Sernac. “No es una categoría normada, sino que el fabricante clasifica su alimento de acuerdo al grupo objetivo de clientes a los cuales va dirigido su producto”, complementa Katherine Márquez.

Por lo tanto, que un alimento diga que es premium o súper premium no significa, necesariamente, que sea de la más alta calidad: simplemente, es el más sofisticado dentro de la línea de productos de esa marca.

Entonces, ¿en qué hay que fijarse a la hora de leer el empaque?

Debido a este tipo de confusiones, generadas por una que otra táctica de marketing, Márquez llama a leer el etiquetado de cada producto, ubicado casi siempre en la parte trasera o lateral del empaque. “Pueden haber alimentos que tengan una calidad nutricional muy similar pero que estén clasificados en categorías diferentes”.

Para distinguir la calidad nutricional de un alimento, primero se deben tener en cuenta los requerimientos nutricionales de cada especie. Un perro tiene necesidades que difieren a la de un gato: si bien ambos son animales carnívoros, los felinos lo son de forma estricta —pues su supervivencia depende de consumir alto porcentaje de proteína animal— y los caninos de forma “facultativa”, o sea que pueden sobrevivir comiendo alimentos no animales.

Por ello el alimento de los gatos suele incluir más proteína de origen cárnico (carnes, pescado, huevo, harinas de carne) que el de los perros, que suele compensarse con proteínas de origen vegetal, como soya, arvejas o leguminosas. Esta es, también, la razón por la que la comida de los felinos tiende a ser más cara.

Por otro lado, todo alimento debe incluir porcentajes de agua, fibra (vegetales, cáscara de cereales, grano integral), grasas y aceites (Omega 3, Omega 6, grasa animal, etc) y, en menor medida, carbohidratos (granos, cereales, trigo, cebada, centeno, tubérculos como papa, yuca y almidones).

También es importante que los alimentos contengan una buena cantidad de vitaminas y minerales, los que en muchos casos son de origen artificial, pues procesos como la extrusión —por medio del cual hacen los alimentos secos—, en el que se exponen los ingredientes a altísimas temperaturas, les lleva a perder una gran cantidad de nutrientes, que son compensados con vitaminas y minerales sintéticos.

¿Qué leer en el etiquetado?

  1. El tipo de procesamiento: “En general, los alimentos húmedos (enlatados) son de mejor calidad que los extruidos (secos)”, sostiene Márquez. Pero dentro de los alimentos secos, son de mejor calidad aquellos elaborados en hornos o prensados en frío, claro que de estos últimos no hay en el mercado local.
  2. El orden de los ingredientes: Los diez primeros ingredientes que aparecen en el etiquetado corresponden a aquellos que mayor porcentaje concentran en el alimento, y se exponen en orden decreciente. Lo ideal, dice Márquez, es elegir productos cuyos principales ingredientes —o sea con los que comienza la lista— sean proteína de origen animal, como carne o carne deshidratada, y evitar aquellos que primero tienen fuentes proteicas vegetales, como soya, gluten de maíz, salvado de trigo o arvejas, así como aquellos con muchas harinas de carne y hueso. “Son proteínas de menor calidad y digestibilidad”, que además fomentan las alergias alimentarias. La especialista también recomienda optar por alimentos que especifiquen el origen de la carne. “Por ejemplo, que diga ‘carne de pollo’ y no ‘carne de ave’, ya que podría tratarse de cualquier animal”.
  3. Grasas y antioxidantes naturales: Todos los alimentos comerciales que se almacenarán por períodos prolongados deben contener antioxidantes, para así evitar que las grasas de descompongan. Lo mejor, dice Márquez, “es que estos antioxidantes sean de origen natural, como tocoferoles (vitamina E) o ácido ascórbico (vitamina C), y evitar antioxidantes sintéticos como BHT/BHA y Etoxiquina, a los cuales se les ha asociado un potencial cancerígeno”.
  4. Bajo en carbohidratos: Como mencionamos, gatos y perros son especies carnívoros. De ahí la necesidad de que la energía la obtengan de proteínas cárnicas y grasas animales, y que la presencia de carbohidratos en los alimentos sea menor al 35%, en el caso de los perros, y 15 o 20%, en gatos. Cuando se exceden estos porcentajes, aumenta el riesgo de que los animales desarrollen sobrepeso, obesidad o diabetes mellitus, entre otras enfermedades. El problema es que no todos los etiquetados dan cuenta de este porcentaje, sin embargo Márquez dice que es posible hacer un cálculo aproximado: restando al 100% los porcentajes detallados de los otros nutrientes (como proteínas, fibra, grasa y humedad).
  5. ¿Libre de granos?: Fuentes de carbohidratos, como la papa, la yuca o la tapioca son necesarias en alimentos secos. No por los requerimientos nutricionales de los animales sino que para facilitar la producción industrial de los pellets. Su concentración, como vimos en el punto anterior, no debe superar ciertos porcentajes para evitar efectos negativos en la salud de las mascotas. Granos como maíz, trigo o arroz aportan también carbohidratos, pero poseen un alto índice glicémico y mucho almidón, contenido que perros y gatos no pueden metabolizar de buena manera, transformándolo en grasa. Por ello, lo recomendable es que los alimentos estén libres de granos —o “grain free”, en inglés. Eso sí, “libre de granos” no quiere decir que no tenga carbohidratos, algo que, según Márquez, suele generar confusión.

Cómo almacenar el alimento

Así como es importante leer el etiquetado para conocer el valor nutricional de los alimentos, también es fundamental leer las instrucciones de almacenamiento. Estas pueden variar según el producto sea seco, semihúmedo o húmedo.

En el caso de los dos últimos, lo usual es que deban mantenerse refrigerados luego de abrirlos, y consumirlos en un plazo no mayor a los tres días. Los alimentos secos, en tanto, como los pellets —que se suelen comprar en sacos que duran un mes completo—, lo ideal es mantenerlo en el empaque original, en un lugar fresco y seco, y cerrarlo luego de cada uso.

“Lo que se recomienda es guardar el mismo envase cerrado en un tupperware con tapa. Pero no vaciar el alimento al tupper, porque eso favorece el enranciamiento y descomposición del producto”, explica Katherine Márquez.

Por eso Gabriela Arcos sugiere no comprar alimentos a granel, pues su exposición al ambiente, al estar abiertos y en contacto con humedad y cambios de temperatura, “puede afectar el estado de los ingredientes”.

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