Reseña | Fitbit Sense 2: un smartwatch que tropieza

⭐⭐⭐★★

La nueva generación de los populares relojes inteligentes de Fitbit no consigue superar a su versión anterior. Aunque funciona muy bien como monitor de salud, sueño y actividad física, tiene varios problemas de usabilidad y conectividad que resolver.




Fitbit es una reconocida marca de fitness y tecnología. O más bien, como dijo su fundador y CEO, James Park, una “empresa de salud digital”. El 2019 se coronaron como la quinta compañía más grande de wearables o accesorios digitales en el mundo, con más de 120 millones de artículos vendidos en más de 100 países. También ese año, Fitbit fue adquirida por Google, en una compra que fue celosamente regulada debido al acceso a datos personales con los que contaba la empresa. Hoy, cuentan con un variado portafolio de vestibles inteligentes dedicados a la salud.

Justamente, Sense es su línea de smartwatches que cabalga más por el lado del fitness que del diseño, siendo su software medidor de actividad física y monitoreo corporal su mejor característica, además de tener, de manera nativa, compatibilidad con Google Wallet para pagos inalámbricos, y Alexa, el asistente digital de Amazon (¿y no con la plataforma de Google? Curioso).

A mediados del 2021 reseñamos en estas mismas páginas la primera iteración de esa línea. Lo destacamos como “un gran monitor de salud y estrés” y que, salvo detalles, era una muy buena alternativa para quienes quisieran tener un reloj inteligente discreto pero muy detallado en la entrega de información personal, gracias a una serie de novedosos sensores de medición.

Incluso diría que, en su momento, el Fitbit Sense era un modelo ambicioso. El Sense 2 por cierto que entrega algunas nuevas características, pero tampoco muchas más. En realidad, queda la impresión de haberse dormido en los laureles. O que, más que un reloj inteligente, estamos frente a un medidor vestible de salud premium.

En ese sentido, a pesar del rango de precio, no tiene mucha razón comparar este tipo de smartwatch con uno de Apple, Samsung o Garmin. Es otra categoría (¿híbrida?), de una gama más o menos media en cuanto a prestaciones y diseño, lo que para cierto rango de usuarios puede ser muy atractivo como puerta de entrada más discreta. Aunque su precio quiera decir todo lo contrario.

Además, hay otros detalles importantes que retienen el esplendor del Sense 2 y que impiden recomendarlo del todo. Pasemos a revisarlo más de cerca.

Especificaciones:

  • Dimensiones: 40.5 x 40.5 x 11.2 mm.
  • Peso: 37,6 grs. (sin correa)
  • Pantalla: OLED de 1.58″
  • Resistencia al agua: 5 ATM (hasta 50 metros)
  • Sensores: Acelerómetro / Altímetro / Luz ambiental / ECG / Mo itpr Cardíaco / SpO2 / Control de piel y temperatura
  • Conectividad: Wi-Fi 4 (802.11n), Bluetooth 5.0, NFC
  • GPS: Sí (GPS + GLONASS)
  • Parlante: Sí
  • Micrófono: Sí
  • Batería: Hasta seis días de autonomía (según el fabricante)

La novedad: botón físico

En la caja podemos encontrar el reloj en sí, que no es más que un cuadrado de 40 milímetros con bordes redondeados que, la verdad, no se ve muy atractivo, más allá de que venga en tres colores (negro, plateado y dorado). Esto es cosa de gustos, pero personalmente prefiero los smartwatches que tengan un tamaño similar a los relojes de pulsera tradicional.

Pero este no fue el caso: el Sense 2 lo sentí muy pequeño en la muñeca como para que resultara realmente cómodo. También viene incluido el cable de carga y la correa.

Con esta última sí hubo un problema puntual. La correa que venía incluida dentro de la caja sencillamente no me cruzaba. Por suerte, el pack que probamos venía con una caja extra con correas. Ahí salvamos. Sin embargo, la nueva correa era distinta: en vez de silicona, era de un delgado cuero vegano estampado. Me gustaba mucho más la otra, que aunque no me cerró, se veía más cómoda y sofisticada.

A diferencia del primer Sense, este sí viene con un botón físico en su costado izquierdo, lo que es bienvenido. Es un power button que permite, además de encenderlo, otorgarle un atajo personalizado, ya sea para comenzar alguna rutina o para entrar a los ajustes y actividades del día.

Fuera de eso, no vemos mucha innovación respecto al modelo anterior, donde básicamente se retienen las mismas características de diseño, peso y tamaño, con una pantalla táctil de 1,58 pulgadas, es decir, más pequeña que la de un Apple Watch o un smartwatch tradicional, pero más grande que una smartband.

Por detrás contamos con un sensor cEDA que monitorea permanentemente la actividad corporal. Todo está un poco más pulido y más delgado que antes (apenas 11,2 mm de grosor tiene el Fitbit Sense 2). Este diseño espartano y ultra liviano —pesa apenas 38 gramos, 12 menos que el Sense anterior— tiene la ventaja de que apenas se siente durante el día, y por las noches permite dormir con él sin pasar mayores incomodidades. Algo que se recomienda, pues el Sense incluye un muy buen tracker de ciclos de sueño. Claro que para eso es necesario contar con una suscripción premium (que la compra incluye por solo seis meses).

Pocas mejoras y varios retrocesos

Luego del problema inicial con la correa, debo decir que el calce fue cómodo y liviano. La pantalla OLED, al conservar el mismo tamaño, sigue siendo un poco pequeña para desplegar toda la información. Algunas apretadas de tuerca que le dieron al software nativo —el Fitbit OS— recuerdan ciertas dinámicas de Wear OS, el sistema operativo de Google, aunque nada de su funcionamiento resultó muy intrincado.

Su brillo automático funciona bastante bien, se ajusta con rapidez y permite ver la pantalla incluso a pleno sol. Aunque se puede configurar manualmente, el ajuste automático resulta conveniente, ya que así se ahorra batería.

Deslizamos desde arriba y contamos con los ajustes, duración de batería y otras personalizaciones. Diferentes cuadros de información aparecen al deslizarlo hacia al lado y solo la visibilización de notificaciones, al deslizarlo hacia arriba. Limitado para su costo, si me apuran.

Luego de la personalización correspondiente, primero a través de la app desde el celular, luego a través de los ajustes del reloj, lo primero que busqué fue parearlo con algún servicio de música —como Spotify, Deezer o Apple Music— para poder controlarla cómodamente desde el reloj, como la mayoría de los smartwatches permiten hacerlo. Pero luego de una infructuosa búsqueda, me di cuenta de que sencillamente no había nada al respecto.

Es decir, el Sense 2 no es capaz de contar con un administrador de música, ni nativo ni de terceras partes, para controlar las canciones que queremos escuchar. Muy extraño, porque el sistema no cuenta con una tienda de aplicaciones, salvo la posibilidad de cambiarle la cara al reloj.

También quise cambiar el formato de vista horaria, a modo 24 horas, pero no pude encontrar el apartado para hacerlo. Curioso.

Otro detalle: parear el aparato con iOS fue muchísimo más sencillo que con Android. En este último sistema operativo, traté de vincularlo con dos teléfonos de marcas distintas, y en ambos ocurrió el mismo problema: la conexión con el Bluetooth del aparato falló. En el iPhone, en cambio, la instalación se realizó en un abrir y cerrar de ojos. Un punto en contra más.

Luego vino el tema de las notificaciones. Muchos consumidores se preocupan por la eventual cantidad de notificaciones que pueden recibir en sus relojes, a veces sin cesar. Es entendible, pero hay que advertir que prácticamente todos los sistemas permiten personalizar esto para darle acceso solo a ciertas aplicaciones, además de los llamados telefónicos.

Luego de darme el trabajo de elegir cada una de las aplicaciones, durante la jornada noté que las notificaciones en general llegaban con bastante retraso. Nada del otro mundo, quizás, pero el Sense 2 tampoco permite interactuar mucho con ellas, salvo borrarlas. El tema smart aquí queda algo pendiente

En lo que se refiere a la activación y medición de actividad física, no hubo problemas. El software es amistoso y variado, con las posibilidad de medir todas las métricas imaginables y contar con un detallado reporte de estas, ya sea el trote diario o los ciclos de sueño del usuario. Además cuenta con una variada galería de mediciones deportivas y de actividad física, y la posibilidad de contar con un continuo monitoreo de estrés diario.

En general, todos los apartados de medición funcionan muy bien y con lujo de detalles, especialmente los temas relacionados con el estrés, el sueño y la administración del estado anímico diario, ya sea con notificaciones directas o resúmenes.

Batería: la misma autonomía de antes

A estas alturas, luego del buen desempeño del modelo original, se esperaría que una nueva generación tendría mejoras más notables. Pero no: la batería tiene más o menos la misma duración que el original, lo que se traduce en casi una semana de uso “normal”. Porque al usar el GPS o el modo always on —con la pantalla encendida siempre—, la batería se agota mucho más rápido.

A diferencia de otros smartwatches, la pantalla no se puede apagar con el ya universal gesto de poner la palma de la mano encima. La única forma de volver el cristal a negro es haciendo el gesto de mirar la hora pero al revés, una especie de twist de muñeca algo incómodo y extraño.

La carga total no superó las dos horas desde su cuna de carga, aunque en mi experiencia me encontré teniendo que cargar el reloj al cuarto día de uso. Es cierto, la batería no se agotó por completo, pero ya había llegado al 20% con el modo always on activado. Así, considerando todas sus prestaciones, diríamos que la autonomía ahora ya no es tan destacable como antes.

En definitiva, una alternativa interesante, con buena recolección de datos de salud y deportivos, pero no más que eso: es un modelo discreto que no se condice con una segunda generación que, sumado a su precio, debió haber sido mucho más atractivo en su propuesta.

Veredicto Práctico

Casi dos años después de su iteración inicial, Fitbit presenta su Sense 2 con pocas innovaciones respecto al modelo original. Haberse dormido en los laureles implicó que el resto de la industria se pusiera al día. Por eso, lo que ofrece hoy el Sense 2 es muy, muy similar —o incluso inferior— a lo que pueden entregar muchas otras marcas dentro del rango.

No es un mal smartwatch, pero su elevado precio no se condice con las prestaciones ni al diseño que uno esperaría obtener dentro de ese rango y características. Especialmente de una segunda generación. Seremos sinceros: resultó una desilusión.

Nota: ⭐⭐⭐★★


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 21 de febrero de 2023. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.

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