De ganar la presidencia del Partido Socialista en las elecciones internas previstas para fines de abril, Camilo Escalona asumirá por quinta vez la conducción de la colectividad. Y si durante el primer Gobierno de Michelle Bachelet, también a la cabeza del PS, fue un escudero de la Presidenta, ahora su rol será diferente.

En medio de las repercusiones del caso Caval, que selló la renuncia de Sebastián Dávalos a la dirección sociocultural de la Presidencia, Escalona evalúa el episodio, y asegura que “no es un daño pasajero”, y que sus efectos son a largo plazo.

Su preocupación principal pasa porque “estamos ante un profundo deterioro de la credibilidad del sistema político”.

¿Con la declaración de la Presidenta sobre el caso Caval fue suficiente?

Yo creo que esto es un proceso y naturalmente que para el momento que se vivía lógico que fue suficiente. Ahora, no es la última,  de hecho continuaron generándose hechos políticos, como encargar la confección de una agenda para enfrentar esta situación y me imagino que en algunas de las intervenciones que va a realizar en los próximos días la Presidenta va a abordar este tema. Había personas que pensaban que con una declaración se podía poner término a un problema tan delicado como éste, pero eso no es posible. No creo que este tema se podía cerrar con una sola declaración.

Usted dijo que se debió pedir la renuncia de Dávalos de inmediato. ¿De quién fue el error de no tomar esa medida, de la propia Presidenta?

Yo hablo del Gobierno, porque entiendo que había personas que tenían la responsabilidad, que habían sido delegadas a dirigir este buque en época de vacaciones.

¿Peñailillo?

Yo no sé, al que le toque.

Pero él estaba “a cargo del buque”.

Yo no busco responsables para condenarlos, pero no me cabe ninguna duda que desde el punto de vista institucional no se midió la gravedad de lo que se avecinaba.

¿Es la mejor alternativa política que sea el tribunal supremo PS quien aborde la situación de Dávalos y Compagnon?

No estoy por mezclar la política con lo judicial, por eso yo como dirigente político asumí la responsabilidad de decir que él no podía seguir en sus funciones, porque eso es una decisión política. En lo que se refiere al aspecto judicial, creo que en todos los casos debe haber un solo criterio. Los partidos, hasta ahora, han utilizado un criterio que quedó obsoleto: esperarla sentencia del tribunal. No se puede, es mucho tiempo. Creo que los tribunales de cada partido tienen que actuar cuando el Ministerio Público formalice. Cuando el Ministerio Público indague y encuentre razones para llevar adelante un proceso en ese momento los tribunales tienen que congelar la militancia de las personas en los partidos. Sobre todo cuando el PS está en elecciones internas no creo que de esto se tenga que hacer una discusión política.

Por estos días el Gobierno hizo gestiones para ordenar a la Nueva Mayoría. ¿Ha hecho falta disciplina en el oficialismo?

No me atrevo a llegar a esa conclusión. Yo creo que lo que pasó fue algo imprevisto. No veo que aquí haya un problema de falta de solidaridad, sino que lo imprevisto de la situación produjo dispersión y es natural que el Gobierno quiera que las fuerzas que lo apoyan tengan un criterio convergente, no veo nada malo en eso, que frente a un problema mayor el Gobierno se proponga que las fuerzas que lo apoyan coincidan en las respuestas.

¿Cree que el caso Caval le puede provocar un año permanente al Gobierno?

Yo creo que no es un daño pasajero, en ningún caso. Sus efectos son de largo plazo.

¿Golpea el discurso del Gobierno de luchar contra la desigualdad?

Creo que daña su imagen política.

¿Cómo recuperarse de eso entonces?

Esto no se va a solucionar de un día para otro, yo creo que no hay soluciones milagrosas, ni espectaculares.

¿Usted asume cierto grado de indignación de la ciudadanía con los políticos?

Yo creo que el dirigente político no toma nota de una ofuscación sin precedentes de la opinión pública hacia el sistema político, simplemente es un dirigente que no sirve, que no comprende, que desconoce lo que es a todas luces evidente. El sistema político tiene que ser capaz de responder a una crítica muy profunda que hay en el sentido de que la política se ha transformado en un privilegio del cual se abusa, entonces hay que terminar con los abusos y reducir drásticamente el privilegio y en lo posible terminar con ese privilegio, y uno de los factores de esto es una dieta muy elevada.

Usted planteó en una entrevista que “pasamos por el período más delicado desde el restablecimiento de la democracia”. ¿Por qué?

No es porque estemos en una crisis como la crisis de septiembre de 1973, generada por la polarización política y una confrontación que escapó completamente del control de quienes la protagonizaban, abriendo la puerta a un sangriento golpe de Estado como nunca ocurrió en nuestra historia. Diferencio, no estamos en una crisis de esa naturaleza, pero estamos ante un profundo deterioro de la credibilidad del sistema político, entonces se tiene que encontrar una respuesta que busque no sólo una iniciativa, que yo creo que van a ser muchas. Por ejemplo, cuando habla el ministro Elizalde de un marco regulatorio, me inquieta que tengamos una diferencia de diagnóstico, porque esto no se trata de marco, se trata de medidas concretas que apunten a erradicar los privilegios de quienes ejercen la acción política.

¿Fue adecuado el manejo político y comunicacional de La Moneda por el caso Caval? 

La Moneda se vio superada, no hago ningún tipo de descubrimiento, se vio claramente superada. Quienes estaban en ese momento con el timón en sus manos, no vieron la dimensión del problema, eso está más que claro. Eso no significa que haya que iniciar una etapa de deslealtad con el Gobierno, ni de desentenderse de la responsabilidad de ser partido de Gobierno.

¿Ha visto esa deslealtad de otros dirigentes de otros partidos?

Se ve el síntoma que siempre ocurre en política: en una sociedad mediática a la gente le gustan sólo los aplausos y no las pifias. Entonces cuando hay dificultades, hay muchos que se quieren hacer a un lado y empieza la crítica con el propio Gobierno, en eso hay que tener cuidado.

¿A algunos les gusta más la agenda propia? 

No creo que ninguno tenga una buena agenda, así que no creo que sea por agenda propia, al revés si una persona tiene ideas en una situación como la actual, me parece súper bien porque lo que faltan son ideas, pero lo que yo creo es que la gente no está dispuesta asumir las dificultades que significa ser Gobierno y sólo quieren recibir los aplausos.

¿Hay fuego amigo en la Nueva Mayoría? 

Hay varios rafagazos que tienden a agravar o a radicar el problema en las filas propias y no a proponer soluciones a las debilidades del sistema político en su conjunto.

¿Identifica errores durante el primer año durante este Gobierno?

El Gobierno terminó el año político con un balance, siempre es opinable. Yo planteé que hubiera sido mejor partir con el proyecto de educación pública más que el de la educación particular subvencionada, en todas las cosas siempre se puede da runa opinión, ahora bien, el Gobierno terminó con un éxito incuestionable. Había materias en las cuales perfectamente se pudo producir una división en la Nueva Mayoría: la Reforma Tributaria, en el cambio al sistema electoral, porque los propios parlamentarios zona afectados por el cambio, son incumbentes, y afortunadamente hubo una alta disciplina. En el fin al lucro hubo más de 300 indicaciones, semanas de tirantez internas en la Nueva Mayoría y luego el proyecto de Acuerdo de Unión Civil, cuatro materias en las que había un abanico de opiniones muy ancho y el Gobierno logró unir sus filas y sacar adelante, eso habla que la amplitud de la Nueva Mayoría no era contrapuesta a las reformas y el caso Caval fue como una de esas acciones suicidas, de los ataques de terroristas musulmanes, que destruyen el edificio con un puro bombazo, entonces por eso no es fácil rehacer las cosas, hay que construir nuevamente, con paciencia y perseverancia.