Deutsche Bank, de símbolo de la globalización a una bomba de tiempo

Las torres con el discreto logo azul de Deutsche Bank dominan el centro de Fráncfort. Son el símbolo de Franhattan, como a los banqueros locales les gusta llamar a la ciudad, a la que promueven como el mayor hub financiero de la Europa continental. Alrededor de las torres, la serenidad alemana no permite observar la preocupación que sí recorre las oficinas del banco tras dos duras semanas. Enfrentado a una multa por US$14.000 millones en Estados Unidos, por la venta de derivados vinculados a hipotecas de alto riesgo entre 2007 y 2008, Deutsche Bank ha perdido la mitad de su valor de mercado en el último año. La multa también ha hecho que, de repente, los inversionistas se fijaran en el balance de uno de los bancos más grandes de Europa y, como lo advirtiera el FMI en junio pasado, el más riesgoso a nivel mundial.
El Deutsche Bank tiene en sus balances activos por US$2 billones, de los cuales la mitad corresponde a activos financieros. Una importante porción de estos depende de los propios cálculos del banco para su valoración, lo que genera dudas ahora en el mercado.
En una presentación para inversionistas, el mes pasado, el banco aseguró haber mejorado sus niveles de capital y manejo del riesgo. Pero es el mismo banco que ha fallado dos años consecutivos el test de estrés de la Fed estadounidense, debido a sus prácticas poco claras para la evaluación de riesgos de sus activos.
“El Deutsche Bank está entre los bancos que deben ajustar sus prácticas continuamente para convencer a los inversionistas de que su modelo de negocios es viable”, aseguró la semana pasada el director de mercados de capitales del FMI, Peter Dattels, en rueda de prensa.
Según cifras al segundo trimestre de este año, Deutsche Bank tiene una reserva de liquidez por 223 mil millones de euros, y su capital en riesgo es de apenas 37 mil millones de euros, casi 60% menos que lo registrado previo a la crisis financiera de 2008. El banco también destaca que desde entonces ha mejorado su ratio de liquidez y reducido su apalancamiento.
A pesar de la aparente solidez de sus cifras, la ola de desconfianza que disparó la multa estadounidense ha puesto en riesgo la estabilidad del banco. Hedge funds comenzaron a suspender operaciones y retirar sus fondos, al igual que algunos clientes de alto patrimonio. En Fráncfort abundan los rumores, desde una intervención estatal hasta su fusión con Commerzbank, el segundo banco del país y rescatado por el gobierno en la crisis financiera.
La multa sorprende al banco alemán en medio de un dramático esfuerzo de reducción de costos y aumento de capital. Según los planes del banco, hasta 2020 habrá recortado 9.000 puestos de trabajo y abandonado operaciones en una decena de países. De los despidos anunciados, un tercio corresponden a empleos en Alemania.
Estimaciones de analistas calculan que el banco alemán debe levantar al menos 7.000 millones de euros para cumplir con sus objetivos de liquidez y con la demanda de los reguladores a 2018. Una ardua tarea por cumplir para un banco que el año pasado cerró con una pérdida de 6.800 millones de euros, y que en el segundo trimestre de este año vio caer sus utilidades un 98% respecto al año anterior.
La presión ha sido tal, que la entidad se plantea una IPO de su negocio de Asset Management, que es considerado como lo más atractivo de su negocio.
En este escenario de bajos ingresos y altos costos de restructuración, los costos legales son un dolor de cabeza mayor. El banco tiene reservados 5.500 millones para el pago de multas en diferentes procesos. Pero la cifra es casi un tercio a lo demandado ahora por el Departamento de Justicia estadounidense. La multa también más que duplica los US$6.000 millones que podría obtener el banco de un aumento de capital, que hasta ahora se ha querido evitar, para no diluir el precio de la acción. A esto se suma la investigación en su contra por parte de reguladores estadounidenses y británicos, ante su aparente participación en transacciones con capitales rusos, tras la imposición de las sanciones económicas a ese país por su actuación en Ucrania.
Sin posibilidad de rescate
Fundado en 1870 por el imperio prusiano, Deutsche Bank ha sobrevivido a dos guerras mundiales, su división en tres bancos distintos, y varias crisis financieras, siendo la más reciente la de 2008. Desde sus orígenes tuvo como misión ser el vehículo de financiamiento para la poderosa industria exportadora alemana. Eso explica por qué a pesar de llevar el nombre de campeón nacional (Banco Alemán, así a secas), para el común de los consumidores alemanes no pasa de ser una marca. Después de todo, en el fragmentado mercado bancario alemán, son las conservativas Cajas de Ahorro (Sparkasse) las que dominan la banca retail. Según cifras del banco central alemán (Bundesbank) a 2015, las Sparkasse controlan el 34% de los depósitos y préstamos de clientes retail, Deutsche Bank y Commerzbank se reparten apenas el 15%. Por eso no extraña que, consultados por la posible necesidad de un rescate estatal para el banco, 69% de alemanes haya votado contra la idea. Después de todo, Deutsche Bank es considerado un banco para “los ricos y las empresas”.
De hecho, tras el pánico inicial en los mercados, los CEO de las principales empresas alemanas, así como los presidentes de los gremios de la industria salieron a defender el banco y la necesidad de protegerlo. “La industria alemana necesita un banco que la acompañe en sus negocios fuera”, afirmó el presidente del directorio de BASF, Jürgen Hambrecht. “Para una nación exportadora como Alemania sería negativo, si solo pudiéramos acceder a los mercados de capitales a través de bancos extranjeros”, agregó el mismo día el CEO de Eon, Johannes Teyssen.
Como si la multa no fuera suficiente, Deutsche Bank enfrenta un escenario político adverso. En Alemania, la canciller Ángela Merkel tiene dos razones claras para haber descartado de plano cualquier posibilidad de un rescate. Tal operación iría en contra del discurso duro de su país contra el financiamiento fiscal de los rescates bancarios en Grecia, Portugal o Irlanda, y potencialmente en Italia. Peor aún, como lo indica la encuesta, destinar dinero de los contribuyentes a rescatar a un banco que financia sobre todo a empresas e inversionistas sería prácticamente un suicidio político, a un año de las próximas elecciones. Por eso tampoco sorprendió, al menos en Alemania, las duras declaraciones del ministro de Economía y vicepresidente, Sigmar Gabriel, contra la administración pasada del Deutsche Bank. “No sé si reír o llorar cuando escucho que el banco que hizo de la especulación su modelo de negocios ahora se declara como víctima”, aseguró el también líder de los socialistas, y probable aspirante a Canciller en las elecciones del próximo año.
Gabriel no es el primero en apuntar a la gestión de la administración anterior, responsable de impulsar la expansión del negocio de trading e inversiones del banco a nivel mundial. “Especialmente antes de la crisis financiera, los bancos alemanes tenían la impresión de que estaban siendo cada vez más relegados por sus pares anglosajones. Eso llevó a que se alejaran del modelo tradicional de la banca alemana y asumieran una disposición mucho mayor al riesgo y se orientaran a la obtención de ganancias en el corto plazo”, dice Martin Gornig, investigador de DIW Berlin.
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