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Dícese del que lloriquea

De acuerdo con la Real Academia Española (RAE), la voz lloriquear significa “llorar sin fuerza y llorar sin bastante causa”. Ahora, si el ministro Valdés hubiese leído este diccionario antes de acusar a los empresarios chilenos de llorones, se hubiese equivocado dos veces: al Gobierno le interesa un sector privado lloricón porque así llora sin fuerza y, a la vez, un sector privado que no lloriquea porque el mismo Ejecutivo no reconoce que la empresa privada tiene muchas causas reales para lamentarse por las políticas de desarrollo económico del país.

El ministro Valdés estaría en lo correcto si hubiese querido decir con “lloriqueo” que los empresarios han llorado sin fuerza, aunque es clarísimo que eso no era lo que quería señalar con sus palabras. Es un acierto involuntario del ministro cuando él mismo dice que los empresarios lloriquean; involuntario, porque queriendo significar otra cosa, es cierto que el gremio no ha sido todo lo vociferante que debería haber sido hasta ahora en la crítica del manejo económico del país.

El gremio empresarial debe ser menos lloricón, no por las razones del ministro, sino por las opuestas, ya que es importante que los empresarios señalen con más fuerza el error de muchas de las iniciativas del Gobierno en materia económica. No era la intención del ministro decir que, con menos lloriqueo, era importante que el gremio fuera más enfático y contundente en señalar con fuerza que las reformas políticas han ido en el camino contrario al del desarrollo económico. De modo inverso, para el Gobierno -en la persona del ministro- parece relevante no solo acallar la participación de la empresa privada, sino también que la voz de los empresarios sea más lloricona, es decir, más débil.

En cuanto llorar sin bastante causa, es claro que los empresarios no han sido lloricones, pues hay muchas causas que justifican el malestar empresarial. Decir que la crítica que ha surgido desde el mundo empresarial es gratuita, sin causa, es casi insultar la inteligencia del empresariado chileno. No es difícil darse cuenta que la Reforma Tributaria ha sido un retroceso importante. También es una causa evidente de preocupación una Reforma Laboral que tranca los procesos productivos, de innovación, de eficiencia y de movilidad laboral.

Yo entiendo que es difícil ser juez de sí mismo, pero yo le pediría al ministro que en vez de acusar de lloricona a la contraparte, haga un breve mea culpa y reconozca que la incertidumbre tiene su causa en el mundo político, no empresarial. Para el bien del país, es más importante dialogar con el empresariado que convencer a Bloomberg.

*El autor es profesor de ética empresarial Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales Universidad de los Andes.

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