El general Carlos Ibáñez del Campo
Hace pocos días, en la Escuela de Carabineros que lleva su nombre, se lanzó el tomo uno del libro “General Carlos Ibáñez del Campo, fundador de Carabineros de Chile”. Brillantemente escrito por el profesor honorario y coronel de Carabineros en retiro, Diego Miranda Becerra, esta obra se pasea con profundidad por la primera mitad de la vida del general Ibáñez, desde su nacimiento en Linares, el 3 de noviembre de 1877, hasta su partida al destierro en julio de 1931. Ibáñez del Campo fue un coloso, ¡qué duda cabe! Junto con Arturo Alessandri y el general Augusto Pinochet, Ibáñez es parte de ese trío de gobernantes que más influyó en la historia de Chile del siglo XX.
El evento de lanzamiento del libro estuvo acompañado de dos destacadas presentaciones. La primera, de la historiadora Patricia Arancibia Clavel, que posicionó a Ibáñez en el lugar que le corresponde como constructor del Chile moderno, y luego un macizo discurso del profesor José Luis Cea Egaña, que comparó situaciones pasadas y presentes del acontecer de Chile, clamando por el respeto a las instituciones y a no destruir con populismo lo que tanto ha costado alcanzar.
Mucho tardó en llegar esta obra, que viene a llenar un vacío historiográfico y a dar cuenta del compromiso de Ibáñez contra la corrupción y las malas prácticas, tema tan vigente hoy en nuestra patria. El general Ibáñez fue el fundador de Carabineros de Chile, basado en los Carabinieri Reale de la monarquía italiana. Su visión de cómo enfrentar la seguridad pública con una institución formada por hombres del pueblo fue clave para dar forma a Carabineros de Chile. También fundó la Fuerza Aérea de Chile y la Línea Aérea Nacional, como asimismo durante su primer período nace la Contraloría General de la República, se promulgan los estatutos de la Universidad de Chile y se firma el tratado de Tacna y Arica. Ibáñez fue también, más tarde, creador de la Iansa y del Banco del Estado de Chile. Dos veces Presidente de la República, en ambas ocasiones elegido con altísima votación. Aunque entre sus dos períodos como gobernante estuvo en el destierro y en la cárcel, su afán por servir a Chile no decayó jamás.
Carlos Ibáñez del Campo descendía de John Evans, ciudadano irlandés con vastas propiedades entre los ríos Longaví y Perquilauquén. Con el tiempo y por castellanización del apellido, su antepasado pasó a llamarse Juan Ibáñez. El general Ibáñez estudió la secundaria en su natal ciudad de Linares, pero pronto descubrió su vocación por llegar lejos y tras un inicial interés por ser marino, y al no tener familiares de apoyo en Valparaíso, ingresa a la Escuela Militar el 12 de marzo de 1896. La situación económica de sus padres no le permitió mayores distracciones, concentrándose en su carrera militar, siempre de la mano de un sentido de gran responsabilidad y de costumbres sobrias. Preparado por oficiales instructores veteranos de la Guerra del Pacífico, en un Chile acosado por sus vecinos, Ibáñez fue ejemplo de esfuerzo y de patriotismo.
Ha llegado la hora de que los programas de estudio le asignen a Ibáñez la importancia que tuvo para Chile. Sus grandes obras están presentes en el día a día de todos los ciudadanos. Mi sueño es que quien tanto entregó a nuestra patria, tenga una estatua en la Plaza de la Constitución. Ibáñez, como afirmó la historiadora Arancibia Clavel, “no atravesó en puntillas por la historia de nuestro país, por el contrario, dejó huella”. Al lanzarse esta magna obra, vaya el homenaje de este ciudadano para Carlos Ibáñez del Campo, amigo de mi padre, hombre de Linares, tierra noble, mi tierra.
El autor es ingeniero comercial de la Universidad de Chile
(amjpulso@gmail.com).
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