Columna de Gonzalo Restini: “Diez años de decadencia”

Gonzalo Restini

"La pregunta válida a estas alturas, después de 10 años de golpearnos contra la pared, es cuánta evidencia más se necesita para convencerse de que estamos en un camino a ninguna parte. Increíble, considerando que habíamos encontrado la fórmula del desarrollo y teníamos ambiciones de alcanzarlo".


“¿Eso es todo lo que tienes, George?”, Mohamed Alí a George Foreman, Rumble in the Jungle, Kinshasa, Zaire, 1974.

Hacia fines de 2013, en el entonces sacrosanto programa de Michelle Bachelet 2, decía que el país retomaría cómodamente la senda del crecimiento. “Estamos hablando de un crecimiento estimado en torno al 4% el próximo año. Sin embargo, a partir del 2015 retomaremos la senda sostenida de crecimiento y en la segunda mitad de la próxima administración, Chile crecerá en torno al 5%, es decir, al nivel de su PIB potencial” (pág. 39).

Como todos sabemos, esa promesa nunca se cumplió. “El crecimiento se da por garantizado”, reclamamos algunos. El 2014 escribí una columna llamada “El Ceniciento”, en que lamentaba la pérdida de cariño por el crecimiento. Ese que, silenciosamente, hacía toda la pega para hacernos progresar. Han pasado 10 años, 3 reformas tributarias y “El Ceniciento” se fue para no volver. Hemos crecido 2% en promedio, sacando los años raros 2020 y 2021. El PIB per cápita está absolutamente congelado.

Hoy estamos en un país tan desencaminado, que ni siquiera tiene ambiciones de recuperarlo. Un país tan perdido, que su Presidente habla 3,5 horas y dice la palabra “crecimiento” sólo 4 veces. Una cosa nunca vista. Recuerdo que para la crisis asiática se tomaban medidas pro-crecimiento, por ejemplo, para estimular la actividad inmobiliaria. Es lo que se hace en todas las crisis: medidas reactivadoras. Ahora, al día siguiente de publicarse un Imacec de -1,1% y a una semana después de que el Banco Central avizorara riesgos en el sistema financiero internacional, se anuncia por cadena nacional que se va a reimpulsar la mayor subida de impuestos de la historia de Chile. ¿Qué reactivación puede generar eso? Insistir con la misma receta que ha sido la madre de todos los estancamientos… subir impuestos. Como George Foreman en aquella noche en Zaire, que no tenía ni una idea más que volver a golpear salvaje e infructuosamente a Alí. Una estrategia que lo llevaba sólo al agotamiento y a la derrota. Igual que George a esas alturas, ya no hay visión de victoria. No hay propuesta ni modelo. Ya nadie habla de la educación de Finlandia, ni las pensiones de Singapur, ni la igualdad de Suecia. Hasta el cherry picking está gastado y mustio. Reforma tributaria, por 4ª vez… para pagarle el CAE a la generación más educada de la historia. ¿Puede haber peor política pública? ¿Eso es todo lo que tienes George? ¿En serio?

La pregunta válida a estas alturas, después de 10 años de golpearnos contra la pared, es cuánta evidencia más se necesita para convencerse de que estamos en un camino a ninguna parte. Increíble, considerando que habíamos encontrado la fórmula del desarrollo y teníamos ambiciones de alcanzarlo. Hasta 2013 fuimos el país que más crecía en el mundo occidental. Mejoramos en todas y cada una de las métricas, incluyendo la desigualdad. “Un pacto fiscal”, “asegurar la paz social” repiten ahora como un mantra. ¿Y saben qué? La firme es que había mucha más paz social en Chile hace 10 años que hoy. Y es lógico. Cuando los países no crecen, los sueldos no suben y la gente no avanza. No hay movilidad social ni oportunidades. El “No future” de los Sex Pistols hecho realidad. La vida se vuelve chata y las deudas impagables. Eso no tiene nada de raro. Los camarines ganadores están llenos de amigos y asados de celebración. Pero cuando las derrotas se suceden, sólo hay recriminaciones y bandos. Pelambres y críticas.

Tenemos ya 10 años en el cuerpo. Sumados a 80 años de fracasos sin interrupción en toda Latinoamérica. No en África. Acá, al lado de la pandereta. Ideas que sólo han traído estancamiento secular. El mismo al que ya definitivamente entramos. Estados elefantiásicos, imposibles de racionalizar, que sólo crecen año tras año, con servicios públicos cada vez peores, con impuestos que aplastan toda actividad e iniciativa. Países chantados y frustrados. Para qué insistir, cuando ya casi nos hemos olvidado de quiénes éramos. Les dimos el beneficio de la duda y fallaron. Una década perdida es suficiente. En el infierno de Kinshasa, fueron 8 rounds. Hasta que Alí sacó un par de manos que hicieron que la imagen de un fantasma saliera del alma del buen George. Desgraciadamente, en esta historia, Alí no es el héroe y Foreman el villano. Somos nosotros los que estamos en la lona. Ya llegamos a la cuenta de 10 y tenemos que levantarnos. Basta. Hay que cambiar de libreto si queremos dejar de perder.

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