Sergio de Castro inédito: “El modelo económico va a permanecer”

Sergio de Castro fue ministro de Hacienda en el gobierno de Augusto Pinochet.

Al más influyente ministro de Hacienda de las últimas décadas, fallecido hace una semana, no le atraía el juicio de la historia. “Francamente, no me puede importar menos”, decía Sergio De Castro en una conversación de 2016 en la que sostenía que si hubiese tenido tanto poder, hubiese privatizado todas las empresas, Codelco incluida. “Fue malo tener una dictadura militar, pero mucho mejor que la alternativa”, afirmaba sobre Pinochet y Allende.


Sergio de Castro estuvo 1.938 días al mando del Ministerio de Hacienda. Asumió el cargo el último día de 1976, cuando tenía 45 años, y lo dejó en 1982. En su período, aplicó una de las mayores transformaciones de la economía local y por ello fue considerado como el “arquitecto del modelo económico chileno”, como se tituló la biografía que publicó en 2007 la historiadora Patricia Arancibia con el abogado Francisco Balart. “Hay cosas ahí que yo no sabía, y afloraron, incluso sobre mi familia, y ella las descubrió. En realidad, ese libro, lo importante que tiene, es que fue escrito por muchas personas”, decía De Castro en noviembre de 2016, en una entrevista concedida para otra biografía, la de Julio Ponce, a quien conoció en los 80 y llevó al exministro en 1990 al directorio de SQM. En esa entrevista, De Castro, quien falleció hace una semana, a los 94 años, respondió también brevemente sobre su legado y por qué no se sentía el “arquitecto” del modelo chileno, una palabra que atribuía al “entusiasmo” de su biógrafa. “Mire, hacer un programa económico y llevarlo a cabo es imposible que una persona lo haga”, respondía hace siete años al autor de esta conversación, que duró una hora, hasta ahora inédita.

Ricardo Lagos dijo que usted era el ministro de Hacienda más poderoso desde Manuel Rengifo, en el siglo XIX…

-Jamás se me habría ocurrido a mí decir eso. Nunca.

¿Y cómo cree usted que será recordado?

-No me interesa (ríe). Francamente, no me puede importar menos.

¿Qué juicio hace de su rol como ministro de Hacienda?

-Nada. No pienso en el tema.

¿Por qué no?

-Yo hice lo que pensé que tenía que hacer durante el tiempo en el que tuve la responsabilidad. Después que salí de ministro, algunos amigos me llamaban para preguntarme y pedirme consejos. No, yo sencillamente no opino. Yo me fui del gobierno y nunca opiné acerca de lo que se debía hacer, excepto en las columnas que escribía en El Mercurio, que eran anónimas en realidad, porque yo no escribía con mi nombre, escribía editoriales, un tiempo. Pero me deshice de toda responsabilidad.

Llama la atención que no le importe el juicio que se tenga de usted…

-¿Pero en qué me va a cambiar a mí el que un gallo piense que soy un huevón o que soy muy inteligente? En nada.

Pero uno también vive de la opinión de los demás. ¿O a usted no le importa?

-O sea, yo preferiría que la gente me estimara, obviamente. Y no hago nada porque no me estimen. Creo que soy una buena persona. Pero no tengo el peso del juicio, vivo de acuerdo a mis principios, trato de estar apegado a esos principios y punto.

¿No le da nostalgia el poder que tuvo?

-No, para nada.

¿Se sentía en esos años un tipo poderoso?

-No. Mire, la gente que cree que los ministros son poderosos no tiene idea de cómo funciona el sistema político. Un ministro tiene el poder que le da el presidente. Punto. Y en un segundo lo puede perder. Entonces, hacerse grandes ilusiones es una boludez.

Pero usted tuvo mucho poder durante cinco años…

-Si hubiera tenido tanto poder, hubiera hecho algunas cosas que quería hacer y que no pude hacer.

¿Como qué?

-Como privatizar todas las empresas estatales. Todas.

¿Codelco incluida?

-Todas, Codelco incluida. Solo por casualidad una empresa estatal será eficientemente administrada.

¿Por qué una empresa privada será siempre más eficiente que una estatal? ¿Porque tiene los intereses más alineados?

-Totalmente alineados. Entonces, siempre un nombramiento en una empresa privada es por eficiencia. Se pueden equivocar, obviamente, pero el móvil es la eficiencia, y si el tipo no da el ancho, un relojito de plata o de oro, según como sea la cosa, chao: se cambia. Mientras que, en el sistema político, ¿qué es lo más importante? ¿Para el presidente que elige que es lo más importante? La lealtad. Tiene que ser leal y tiene que ser amigo. Es imposible que no llegue gente de menor nivel a una empresa estatal que a una empresa privada.

¿El modelo que usted contribuyó a instaurar en Chile, va a perseverar, va a persistir en el tiempo? ¿Cuál es el futuro del modelo económico chileno?

-Cuando terminó el gobierno militar y entró Aylwin, Aylwin y su equipo económico habían sido el peor cuchillo de la política económica del gobierno militar, y daban la impresión de que lo iban a cambiar absolutamente. ¿Y qué paso? Lo mantuvieron y lo ahondaron. Porque firmaron contratos de libre comercio con todo el mundo que quiso firmar con ellos. ¿Y qué pasó con Chile?: Creció como loco. ¿Cuál es el problema que tenía el gobierno militar? Que los inversionistas, y desde luego los inversionistas internacionales, decían: bueno, se muere Pinochet, lo matan, cambia el gobierno, ¿qué va a pasar allá? Viene el nuevo gobierno y ¿qué pasa? No pasa nada. Bajar más los aranceles, siguen con el modelo, llegó toda la plata que no había entrado en el tiempo de Pinochet.

Con un factor adicional, estabilidad política…

Obviamente. Entonces, el país tuvo entre el 84 y el 97, 13,14 años con un crecimiento como el que no había tenido. Entonces, usted me dice: ¿qué va a pasar con el modelo? Yo creo que va a permanecer.

Matices más matices menos.

-Matices más matices menos.

¿Las transformaciones del 73 al 82 no se podían hacer en un sistema democrático? ¿O se podían hacer solo en dictadura?

-A ver, lo que pasa es que las personas son muy importantes. Si uno tiene un presidente que está absolutamente convencido por dónde hay que ir, se va por ese camino (…) Con un presidente con cojones, obviamente que sí. (Ricardo) Lagos en buena parte mantuvo el modelo porque se dio cuenta que era eficiente e hizo un muy buen gobierno, pienso yo, siendo de ideas totalmente contrarias.

¿Pero sus reformas fueron facilitadas por el régimen político que existía? Sin elecciones, con una oposición debilitada, con un régimen autoritario…

-Pero es que hubo un antecedente previo: Allende. Mi teoría es que Allende generó a Pinochet. Si no hubiese habido Allende, no habría habido Pinochet. Y no se habría hecho lo que se hizo. Pero si Allende hubiese hecho lo que realmente quería, estaríamos en Cuba o Corea del Norte, o habríamos pasado por Vietnam o por La Habana, que eso era lo más probable.

¿Qué juicio tiene usted de Pinochet?

-Excelente. Yo creo que es un patriota verdadero que lo único que quería era el bien de Chile…

¿Y los derechos humanos?

-A ver, ¿qué derechos humanos? ¿Qué derechos humanos habría habido en Chile si hubiera triunfado el modelo allendista? Sinceramente, usted cree que habría habido respeto por la oposición. Estaríamos en Cuba (…) Yo creo que efectivamente el régimen de Allende habría sido una dictadura comunista. Entonces creo que fue malo tener una dictadura militar, pero mucho mejor que la alternativa. Y el resultado final ha sido, creo yo, extraordinariamente bueno.

¿No tuvo contacto con Pinochet después de que usted salió del gobierno?

-No. Yo salí el 82 y él me ofreció la pega que yo quisiera y yo le dije: Presidente, yo vuelvo a la actividad privada, porque en el desempeño de mis funciones me he ido quedando cada vez con menos bienes y tengo que ganarme la vida y nunca voy a hacer funcionario público de nada, porque no está dentro de mi ADN. Entonces, finalmente me convenció que fuera a asesorar a Miguel Kast al Banco Central. Efectivamente, estuve un poco tiempo ahí, pero después que echaron a Miguel, yo me fui. No renuncié ni nada, sino que dejé de ir y a los cinco días dije ‘se darán cuenta que no quiero volver’. Después de eso, vi muy poco al presidente.

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